POINTE-AUX-CHENES, Luisiana, EE.UU. (AP) — En un viaje en lancha por un pantano que lleva el nombre de su tribu, Donald Dardar apunta hacia una cruz que marca el sitio donde fueron enterrados sus antepasados, que podría desaparecer pronto, según teme.
Señala la base de un roble muerto por el agua salada y parcialmente sumergido en el agua, en un terreno en el que de niño andaba a caballo, y la casa de su madre, destruida por el huracán Ida. Él y su esposa tienen una misión: Proteger Pointe-aud-Chenes y otras localidades en riesgo en un estado que pierde una extensión de tierra equivalente a una cancha de fútbol cada 100 minutos.
Por años, Donald y Theresa Dardar han colaborado con la reverenda Kristina Peterson. Trabajando con científicos y con miembros de Pointe-au-Chien y de otras dos tribus, usan miles de cascarones de ostras para proteger tierras sagradas, lograron financiar el rellenado de canales de un campo petrolero abandonado y la construcción de un invernadero elevado para salvar sus plantes y sus hierbas medicinales de las inundaciones.
“Tratamos de preservar lo que va a ser destruido por el cambio del clima y la subida de las aguas”, dijo Peterson, pastora de la Bayou Blue Presbyterian Church de Gray (Luisiana) y exprofesora de planificación ambiental de la Universidad de Nueva Orleáns.
Sus esfuerzos, vitales para salvar su casa del pantano y su herencia, es parte de una tendencia mundial en la que líderes religiosos unen fuerzas con activistas defensores del medio ambiente para combatir el cambio climático. Grupos de hindúes limpian ríos y templos sijs cultivan plantas alimenticias sin pesticidas, en tanto que imanes musulmanes y monjes budistas organizan campañas para plantar árboles. El movimiento acepta activistas de todas las fes, que comparten el imperativo moral de preservar lo que consideran un medio ambiente sagrado para las futuras generaciones.
Algunos opinan que los cambios sistémicos para proteger a los más vulnerables de la crisis climática deben ser promovidos por los líderes mundiales reunidos en una cumbre climática en Glasgow, Escocia.
“Depende de ellos hacer lo que deben hacer”, expresó Theresa Dardar en un centro tribal en el que distribuyó ayuda a miembros de su tribu y a otras personas que perdieron sus casas cuando el huracán Ida azotó esta pequeña comunidad pesquera 130 kilómetros (80 millas) al sudoeste de Nueva Orleáns.
“Que no se hagan los distraídos y que tomen medidas contra el cambio climático y la subida del nivel de los mares”, manifestó Dardar, quien enseñó por mucho tiempo religión en una iglesia católica de la zona y encabezó el Lowlander Center, una organización sin fines de lucro abocada a temas ambientales.
El papa Francisco y decenas de líderes religiosos firmaron hace poco un llamado conjunto a que los gobiernos fijen objetivos en la cumbre del 31 de octubre al 12 de noviembre de Glasgow.
En Luisiana se encuentran el 40% de los pantanos de Estados Unidos, pero están desapareciendo a paso acelerado. Desde la década de 1930 se perdieron más de 5.000 kilómetros cuadrados (2.000 millas cuadradas). Ello representa el 80% de la pérdida de los humedales del país, según el U.S. Geological Survey.
Peterson llegó a Pointe-aux-Chenes en 1992, después del paso del huracán Andrew, en medio de una campaña para vincular científicos con comunidades golpeadas por las tormentas, el hundimiento de tierras y la subida del mar derivadas del cambio climático. A través del Lowlander Center que ayudó a fundar, trabajó para proteger tierras sagradas de la erosión de las cosas, rellenar los canales creados por las compañías petroleras, que permiten la llegada de agua salada, y construir el invernadero que debió abrir en octubre. El lugar, no obstante, fue usado como centro de abastecimiento de alimentos después del paso de Ida.
“Se han interrumpido muchas cosas, cosas críticas”, sostuvo Peterson. “No vamos a esperar que los líderes mundiales tomen medidas. Lo estamos haciendo nosotros”.
Peterson y Theresa Dardar son parte de la Greater New Orleans Interfaith Climate Change Coalition, que incluye budistas, bahá’ís, cristianos, judíos y líderes de otras fes. Colaboran estrechamente con Shirell Parfait-Dardar, jefa de la tribu Grand Caillou/Dulac Band de los indígenas Biloxi-Chitimacha-Choctaw. Es la primera mujer que comanda su tribu y la única indígena en el grupo de tareas de la gobernación de Luisiana abocado al cambio climático. El año pasado, su tribu y los Pointe-au-Chien fueron de los primeros que radicaron una queja formal ante las Naciones Unidas en Ginebra, diciendo que el gobierno estadounidense estaba violando sus derechos humanos al no intervenir para combatir el cambio climático.
“Deberíamos cuidar la madre tierra, no abusar de ella. Esto es resultado de todos los abusos que hemos cometido”, declaró entre lágrimas, mientras señalaba su casa, destruida por Ida. “Si no escuchamos a los científicos, si no prestamos atención a la sabiduría de los ancianos, vamos a seguir viento esta enorme destrucción”.
Las comunidades religiosas son clave en la lucha contra el cambio climático, según Nathan Jessee, investigador del High Meadows Environmental Institute de Princeton, que ha trabajado con las comunidades indígenas de la zona.
“Hay un largo historial de líderes religiosos y pueblos indígenas a la vanguardia de la lucha por la justicia ambiental”, afirmó Jessee. Entre ambos, dijo, demostraron que la batalla por un aire y agua limpios es una lucha moral y espiritual.
Para muchos líderes religiosos, la preservación del medio ambiente es parte de su mandato de proteger a las comunidades más vulnerables de los efectos del cambio climático. Es un llamado en el que insiste el papa Francisco y que es repetido por imanes, rabinos, patriarcas y pastores.
Las minorías, los pobres, las mujeres, los niños y los ancianos son quienes más sufren los efectos del cambio climático, dijo el reverendo Fletcher Harper, sacerdote episcopal y director ejecutivo de GreenFaith, una organización ambientalista de distintas fes basada en Nueva York. “Para las personas religiosas, es algo totalmente inaceptable”, expresó.
Invitados por las comunidades indígenas, más de 150 líderes religiosos se reunieron en Washington el mes pasado y presionaron al presidente Joe Biden para que suspenda nuevos proyectos de combustibles fósiles.
GreenFaith organizó movilizaciones en todo el mundo. En Fiji, el líder del Consejo de Iglesias del Pacífico fue fotografiado en una isla que está siendo tapada por el agua. En Jakarta (Indonesia), apareció un cartel en la mezquita más grande del sudeste asiático que decía: “Destruir el planeta es haram” (está prohibido). En Australia, agrupaciones religiosas protestaron contra la producción de carbón.
“Hay un movimiento de base impaciente, enérgico, imparable”, dijo Harper.
No todos los líderes religiosos se han plegado a esta batalla. La Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos, por ejemplo, votó en el 2018 a favor de seguir su relación con empresas que producen combustibles fósiles en las que tienen acciones.
Numerosos fieles no creen en las energías renovables ni aceptan las explicaciones científicas del calentamiento del planeta.
La Red Ambiental Evangélica (Evangelical Environmental Network) plantea que la fe debe hacer caso a la ciencia y no meterse en política.
“Como cristianos, esto es lo que significa seguir a Jesús en el siglo 21”, declaró el reverendo Kyle Meyaard-Schaap, vicepresidente de la red.
“Las escrituras nos dicen que debemos ser buenos custodios de lo que nos dio Dios”, acotó Jaime Green, voluntaria de Nueva Orleáns que a menudo habla sobre el cambio climático en la Iglesia de Cristo de los Campos Elíseos, que encabeza su esposo.
“Tenemos que enseñarles a nuestras congregaciones y a nuestros hijos, a las generaciones futuras, que deben cuidar lo que tienen, preservarlo dentro de lo posible, y trabajar para contrarrestar los daños causados”.
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Holly Meyer (Nashville, Tennessee), Nicole Winfield (Roma) y Janet McConnaughey (Nueva Orleáns) colaboraron en este despacho.
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La cobertura religiosa de la Associated Press es apoyada por el Lilly Endowment a través de The Conversation U.S. La AP es la única responsable de este contenido.