Cinco personas cenan en una cocina estrecha. Sus caras son toscas. Las narices son abultadas, las manos se ven callosas. Todo es oscuro, sombrío. Se trata de "Los comedores de patatas", una de las obras maestras de Vincent Van Gogh (1853-1890). Así y todo, el pintor holandés se hizo famoso con sus girasoles y sus paisajes luminosos del sur de Francia. Por primera vez, el Museo Van Gogh de Ámsterdam centra una exposición en este cuadro relativamente temprano del pintor. En ella se pueden ver unos 50 cuadros, bocetos, dibujos y cartas que tienen como fin contar la historia del cuadro. Una "historia de ambición y resistencia", según afirma la directora del museo, Emily Gordenker. "El cuadro nunca fue vendido y nunca fue expuesto mientras Van Gogh vivía", apunta. Hoy en día, en cambio, es mundialmente famoso y está considerado una obra clave en el desarrollo del artista. Van Gogh pintó "De aardappeleters" en 1885, durante un periodo tormentoso que pasó con sus padres en Nuenen, en el sureste de Holanda. Había hecho numerosos estudios y bocetos para el mismo. Se trata de "una de las pinturas más pensadas" de Van Gogh, de acuerdo con Bregje Gerritse, curadora del museo. El pintor mismo la describió como "prueba maestra" y buscaba marcar un antes y un después con esta pintura, de acuerdo con la curadora. Pero esta no tuvo el éxito esperado. Van Gogh fue duramente criticado, sobre todo por los colores sombríos y el aspecto algo deformado de las personas. Van Gogh pintó a cinco personas de una familia de campesinos cenando a la luz de una lámpara de aceite. Frente a ellos, en la rústica mesa de madera, se encuentra una olla con patatas humeantes. Una mujer sirve café. El museo hizo construir ahora un modelo de la escena en tamaño real. El pintor holandés quiso reflejar la dura realidad de la vida de los agricultores, una vida que él mismo admiraba. Gerritse dice que pintó a estas personas con caras algo toscas y huesudas manos trabajadoras a propósito. "Van Gogh quiso mostrar a los campesinos en toda su aspereza", explica. Los colores elegidos fueron terrosos, oscuros como la tierra, según escribió él mismo. El color de los rostros era el de "una buena patata con tierra, sin pelar". Pero la pintura no logró el éxito esperado en el mercado del arte parisino. A su hermano, el comerciante de arte Theo, no le pareció bueno, y su amigo el pintor Anthon van Rappard también decretó con dureza que era feo y tosco. Pero Van Gogh se mantuvo firme y la consideró durante toda su vida una de sus mejores obras, y de seguro una de las más importantes. Señaló que el mensaje era más importante que una anatomía correcta o la perfección técnica. Afirmaba que el arte no debía ser hermoso, sino sincero. "Quiero pintar lo que siento y sentir lo que pinto", decía. Hacia el final de su vida evaluó incluso pintar una nueva versión de "Los comedores de patatas". dpa