El arzobispo Desmond Tutu celebra este jueves sus 90 años como la indiscutible voz moral de Sudáfrica, aunque a su edad, es una voz que ya no se escucha tanto.
El jovial arzobispo emérito retirado en 2010 raramente habla en público, en un país que a veces parece perdido sin el liderazgo de sus íconos de la lucha contra el apartheid.
Las festividades serán de bajo perfil y generalmente en línea, pese a que Sudáfrica levantó gran parte de las restricciones por el coronavirus.
Conocido por su energía desbordante y su risa contagiosa, Tutu debe asistir en principio a una ceremonia especial en la Catedral de San Jorge, donde antes ocupó el púlpito como el primer arzobispo anglicano de Sudáfrica.
Posteriormente, la Fundación Desmond y Leah Tutu tendrá un encuentro en línea con el Dalai Lama, la expresidenta de Irlanda Mary Robinson, la activista Graca Machel y la exombudsman sudafricana Thuli Madonsela, destacada por sus denuncias de corrupción.
Esa lista de oradores recuerda los valores de Tutu, quien se rodeó de defensores de derechos humanos, mientras los actuales dirigentes sudafricanos son más conocidos por sus estilos de vida extravagantes y sus cuentas bancarias multimillonarias.
Una subasta en línea de sus recuerdos recaudo en septiembre 3,5 millones de rand (237.000 dólares) para la fundación que lleva su nombre y de su esposa Leah.
La última vez que Tutu fue visto en público fue en mayo, cuando él y su esposa fueron a recibir sus vacunas anticovid.
Sonrió y saludó en una silla de ruedas desde afuera del hospital, pero no habló con periodistas que lo esperaban, lejos de la personalidad dinámica que cautivó al mundo con su firme oposición al apartheid, que le mereció el Premio Nobel de la Paz en 1984.
- Recuerdo del apartheid -
Esta figura destacada en el escenario, también sufrió las humillaciones de otros sudafricanos negros cuando regresó a su país en los años '60 después de estudiar en Gran Bretaña.
Su hija Mpho Tutu van Furth, con quien escribió dos libros, recuerda cuando la familia atravesaba el país en coche para llevar sus hermanos a una escuela de internado.
"Tengo el recuerdo de parar en un sitio en el camino y mi padre fue a una tienda para comprarnos helados, porque hacía mucho calor", dijo Tutu Van Furth a AFP.
"Y el dependiente le dijo que no atendían a los kaffires dentro de la tienda, que tenía que salir a la ventana. Y mi padre salió del sitio", recordó.
Kaffir es el peor insulto racista en Sudáfrica, y su uso actualmente está penalizado.
Tutu asumió el liderazgo de la Iglesia anglicana, creando un camino a la reconciliación. Acuñó el término "país arcoíris" y creyó firmemente que el experimento sudafricano podía mostrarle al mundo una nueva forma de superar los conflictos.
Sus ideas sobre el perdón no despiertan tanto interés entre los jóvenes, que sienten que los negros entregaron mucho en la transición a la democracia, sin llevar a la justicia a los criminales del apartheid.
Lo que llevó al país a encariñarse con Tutu es que nunca paró de hablar después de la democratización.
Confrontó la homofobia de la Iglesia anglicana, desafió a Nelson Mandela por los salarios generosos que recibían los ministros y criticó duramente la corrupción que surgió bajo el expresidente Jacob Zuma.
"Él tuvo un papel único", comentó William Gumede de la Democracy Works Foundation (Fundación Democracia en Obra). "Fuimos afortunados al tenerlo a él y a Mandela durante la transición, estos dos estadistas que eran líderes morales", agregó.
Pero esa época se acabó.
"Estamos entrando a un período en el que no vamos a tener a esos grandes líderes morales", lamentó Gumede. "¿Cómo vamos a construir la sociedad que queremos?", se preguntó.
gs/sn/mas/zm