La araña que cuelga del techo tiene 400 metros cuadrados y está formada por 14.285 tubos de policarbonato. Pende como una nube bajo el techo de cristal que cubre el antiguo patio del monasterio franciscano de Deauville, en el noroeste de Francia. En la actualidad, este edificio del siglo XIX situado en la región de la Normandía alberga un centro artístico y cultural. El proyecto, que costó unos 25 millones de euros (29,5 millones de dólares), está a un paso del famoso paseo marítimo "Les Planches", que anualmente se convierte en la pasarela de las estrellas que asisten al Festival de Cine Americano de Deauville. Desde principios de año, también otras ciudades y comunas francesas como Aviñón, Niza, Mauléon o La Ferté-Macé reinventaron sus monasterios, iglesias y capillas y les dieron una nueva funcionalidad como museos o centros de arte y cultura. Deauville presenta una de las metamorfosis más espectaculares. La obra del arquitecto y escenógrafo francés Alain Moatti está inspirada en el cielo normando. Durante el día, el techo de cristal capta todos los matices del típico cielo de la región, cuando brilla el sol o se acumulan las nubes. Y por la noche, la araña pasa a cumplir esa función. El resultado es un edificio inundado de luz. Francia tiene uno de los mayores patrimonios religiosos del mundo, con unos 90.000 edificios catalogados. Según el Observatorio del Patrimonio Religioso, el diez por ciento de este acervo será vendido, destruido o abandonado en 2030 y el número aumenta constantemente. De acuerdo con el observatorio, casi cien iglesias pasaron a utilizarse para fines no religiosos entre 2017 y 2019, principalmente para convertirlas en espacios artísticos. Entre las abadías que abrieron un museo se encuentra la de Fontevraud, en el Valle del Loira, considerada el mayor edificio monástico de Europa. El complejo, que combina los estilos romántico, gótico y renacentista forma parte del Patrimonio Mundial de la Unesco desde el año 2000. El museo de arte contemporáneo, que fue inaugurado a mediados de mayo y tiene una superficie de 1.200 metros cuadrados, está situado en el antiguo edificio de las caballerizas, justo a la entrada de la abadía. La Real Abadía de Nuestra Señora de Fontevraud o Fontevrault alberga parte de la colección privada del industrial Léon Cligman y su esposa Martine: unas 900 obras, entre las que se encuentran pinturas, dibujos y esculturas de los pintores franceses Henri de Toulouse-Lautrec, Edgar Degas, Robert Delaunay, André Derain y Germaine Richier. La abadía fundada en el siglo XII estuvo a cargo de abadesas con mucho poder. Tanto los sacerdotes como la familia real francesa escuchaban a las monjas benedictinas, que estaban directamente subordinadas al Papa. Tras sufrir graves daños durante la Revolución Francesa, la abadía de Fontevraud se convirtió en una prisión bajo el mandato de Napoleón (1769-1821) y permaneció como establecimiento penitenciario hasta 1963. Muchos lugares religiosos corrieron una suerte similar tras la revolución de 1789. Hoy en día se conservan solamente dos de los cuatro monasterios originales de Fontevraud, entre ellos, el de Grand-Moûtier, que alberga la iglesia y la capilla de San Benito. En tanto, el claustro del antiguo Priorato de San Lázaro se convirtió en un hotel y en un restaurante con estrellas Michelin. El agente inmobiliario Patrice Besse está especializado en la venta de edificios religiosos en Francia. Su sitio web cuenta actualmente con más de 15 ofertas de venta de abadías, prioratos, iglesias y capillas rurales catalogadas. Los precios son muy bajos porque los trabajos de renovación son complejos y costosos. Besse declaró al diario "Le Parisien" que esta tendencia comenzó en 2016 y, según sus estimaciones, entre el 25 y el 50 por ciento de las iglesias se pondrán a la venta en los próximos años. El agente inmobiliario francés trabaja principalmente con las diócesis. Desde que en 1905 se impuso la ley de separación entre la Iglesia y el Estado, muchos edificios religiosos que antes eran propiedad de las parroquias o del Estado pasaron a las diócesis, que según Besse ya no tienen medios para conservar este patrimonio. En Francia, las comunidades religiosas se financian principalmente con los aportes voluntarios de los feligreses, por lo que el cierre de muchas iglesias debido a la pandemia del coronavirus generó pérdidas millonarias. La Conferencia Episcopal Francesa estimó que las pérdidas para la Iglesia católica en el país ascendieron a unos 90 millones de euros (106 millones de dólares). dpa