La muerte del líder de Sendero Luminoso despierta memorias del terror en los Andes peruanos

Guardar
Un mural que representa la
Un mural que representa la violencia de la época de Sendero Luminoso, Ayacucho, Perú. 12 septiembre 2021. REUTERS/Alessandro Cinque

Por Marcelo Rochabrun

ÑUÑUNHUAYCCO, Perú, 16 sep (Reuters) - Los residentes de Ñuñunhuaycco, un diminuto pueblo en los Andes peruanos, recuerdan casi todos los días a la hora del atardecer el terror que una vez los acechó.

En la década de 1980, antes de la puesta de sol, solían correr hacia los cerros en caso de que los sangrientos subversivos de Sendero Luminoso se aparecieran como parte de su larga guerra por derrotar al Estado peruano e imponer su corriente Maoísta del comunismo.

"Nosotros teníamos hijos menores y su mamá cargaba una y jalaba otra. Estaba con un poco de embarazo y se iba a dormir a una zanja, llevando su camita", dijo Cirilo Huallanca de 62 años, un campesino de Ñuñunhuaycco.

"Ha habido una tristeza, eso era para llorar", dijo, mientras prorrumpía en llanto.

La muerte de Abimael Guzmán, el profesor universitario que fundó Sendero Luminoso, ha despertado memorias doloras de esa época. Detenido desde 1992, Guzmán murió en prisión el 11 de setiembre mientras cumplía cadena perpetua.

En Ñuñunhuaycco y la región circundante de Ayacucho, donde Guzmán lanzó su lucha armada, muchos dijeron a Reuters que su muerte no sanará las heridas ni el luto que se ha acumulado durante décadas.

Unos 69.000 peruanos murieron -casi la mitad de ellos en Ayacucho- durante las sangrientas batallas entre Sendero Luminoso y las fuerzas del Estado, por la violencia desplegada por ambos lados.

Tantos cuerpos desaparecieron que los cementerios no muestran la magnitud de la violencia y dejan a sus familiares sin un lugar dónde velarlos en público.

"Nosotros no tenemos a dónde llevar nuestro luto," dijo Rodomila Segovia, una asistenta social y activista que dijo que su madre y tío fueron asesinados por Sendero Luminoso, mientras que ella fue abusada sexualmente por los militares.

"No tenemos una tumba, no tenemos a donde llevar ofrendas florales, solamente nos queda prender vela a sus fotos dentro de la casa", dijo Segovia.

Los grupos indígenas quechuahablantes de Ayacucho cargaron con la peor parte del conflicto, según la Comisión de la Verdad y Reconciliación, creada por el gobierno peruano.

Ellos concluyeron que un poco más de la mitad de las víctimas murieron a manos de Sendero Luminoso, mientras que los militares y otros agentes del Estado mataron a otro tercio, y en menor medida los mismos campesinos hicieron lo mismo en defensa propia.

La muerte de Guzmán ha desatado una feroz batalla para decidir qué hacer con su cuerpo. Muchos quieren cremarlo y hacer desaparecer sus cenizas para que no haya un sitio que se vuelva un lugar de peregrinaje para los militantes.

Sebastián Chávez Sifuentes, un abogado que representó a Guzmán y representa a su esposa Elena Iparraguirre, dijo a Reuters que ellos también quieren cremar el cuerpo, pero quedarse con las cenizas.

El ministerio público de Perú dijo que el miércoles que habían rechazado una petición para entregarles el cuerpo.

"NO PODEMOS HABLAR LIBREMENTE"

Guzmán comenzó su brutal insurrección Maoísta en 1980 quemando las ánforas electorales de un pequeño pueblo de Ayacucho. En poco tiempo, Sendero Luminoso se convirtió en uno de los grupos más sanguinarios de América Latina.

El gobierno buscó apoyó en los militares, mandando soldados a sitios como Ayacucho, donde les fue difícil distinguir entre campesinos y subversivos.

La habilidad de Guzmán para eludir la captura en esos años se volvió casi legendaria, mientras Perú se sumía en el caos. Su fin llegó en 1992, cuando Guzmán fue capturado en un barrio de clase media de Lima.

La violencia cesó y Sendero Luminoso ya no es considerado una amenaza para el Estado, pese a que todavía operan algunas facciones. Militantes de una facción disidente mataron a 16 personas en mayo de este año, según el gobierno.

Incluso años después de la caída de Guzmán, víctimas y exmilitantes dicen que es difícil hablar sobre Sendero Luminoso, en parte por una ley que castiga con cárcel la "apología del terrorismo".

"Abiertamente, no podemos hablar", dijo Lurgio Gavilán, quien de adolescente se unió a Sendero Luminoso, luego se convirtió en soldado y ahora es profesor de antropología en la Universidad Nacional de San Cristóbal, en Ayacucho, donde Guzmán una vez enseñó filosofía.

"Alguien habla entonces sacan de contexto y lo tildan de terroristas", dijo Gavilán.

Pese a que han pasado décadas, la palabra "terrorista" se usa mucho en la política peruana. El gabinete del presidente izquierdista Pedro Castillo ha sido blanco de acusaciones de que algunos de sus miembros son simpatizantes de Sendero Luminoso, acusaciones que ellos niegan.

"En nuestros domicilios, cada uno de nosotros lloramos al ver los noticieros, al escuchar cómo hablan, cómo se dirigen la palabra terrorismo", dijo Segovia.

La palabra le recuerda inmediatamente los horrores de Sendero Luminoso, añadió.

"NO PUEDO DORMIR"

En el pueblo de Ñuñunhuaycco, como en casi todo Ayacucho, hay muy pocas señales visibles del trauma que generó Sendero Luminoso.

El pueblo se compone de varias casas de adobe rodeadas de cerros. No hay una estación de policía. Las vacas pasean por las calles de tierra, y el único memorial de la violencia se encuentra en la cima de uno de los cerros.

Pero debajo de la superficie, el trauma se encuentra en todos lados

Porfiria Cuenca, dueña de una tienda, dijo que dio a luz a una de sus hijas mientras se encontraba escondida en los cerros.

"Era una vida de sufrimiento. No podíamos ni comer", dijo Cuenca. "Si recuerdo, ni tengo sueño".

Mientras que todos en Ñuñunhuaycco han sufrido, eso no significa que no hayan habido simpatizantes de Sendero Luminoso en el pueblo.

Jorge Castro, sobrino de Cuenca, dijo que él se unió a Sendero Luminoso a los 13 años, luego de que llegaran a hacer una reunión en el pueblo. Su padre, un profesor, pertenecía a un partido político de centro y en poco tiempo se volvió un blanco de los subversivos.

Pero Castro intercedió y pidió que lo perdonaran, dijo Cuenca. Castro ahora es profesor de inicial en una escuela y maneja un taxi.

Así como Castro, muchos jóvenes de Ayacucho han pasado por las filas de Sendero Luminoso en algún momento, sea voluntariamente o obligados por los militantes.

Eso hace que la historia del conflicto con Sendero Luminoso esté llena de matices, algunos de los cuales están presentes en el memorial que mira sobre Ñuñunhuaycco. Ahí, en mayo de 1983, al menos ocho personas murieron. Sus parientes pusieron una placa conmemorativa en 2012.

El texto dice que todos murieron "durante el período de violencia política", pero no quiénes fueron los asesinos.

"Nosotros fuimos perseguidos tanto por los militares como por Sendero Luminoso", dijo Huallanca.

La última vez que Segovia vio viva a su madre fue cuando ella la mandó a Lima para que estuviera segura. Su búsqueda por su madre eventualmente la llevó a encontrar una serie de huesos pequeños. Un análisis de ADN dijo que eran de ella. El cuerpo aparentemente había sido mutilado, comido por un zorro.

Para ella, la muerte de Guzmán no cierra ningún capítulo.

"Este genocida ha muerto en manos de médicos, atendido por enfermeras, no se lo merecía. Hubiera vivido arrastrándose por el piso", dijo Segovia.

"¿Acaso nosotros los afectados hemos encontrado a los restos de nuestros seres queridos? No hemos encontrado, no tenemos a donde llevar flores, ni siquiera en su cumpleaños".

(Reporte de Marcelo Rochabrun en Ñuñunhuaycco, Perú; Con reporte adicional de Alessandro Cinque y Alfredo Galarza; Editado por Javier López de Lérida)

Guardar