Desde la brutal conquista de los talibanes del valle del Panshir, en la carretera principal que cruza esta provincia afgana solo se ven pueblos fantasma, con mercados cerrados donde apenas algunos ancianos y animales deambulan entre el polvo.
Sentado debajo del toldo en la entrada de su casa, Abdul Ghafoor, un granjero de 50 años, contempla el pueblo de Peshjrur completamente desierto.
Antes de la llegada de los talibanes a finales de agosto "unas 100 familias vivían" en este flanco de una colina rocosa, recuerda. "Ahora solo quedan tres. Todo el mundo se fue, la mayoría de ellos a Kabul".
"Algunas familias se quedaron, pero unas noventa se fueron", confirma Khol Mohammad, de 67 años, que vive en medio de un prado, con un asno, en el pueblo de Malaspa, al lado del río Panshir.
La situación resulta prácticamente idéntica en los tres distritos visitados el miércoles por la AFP, en una región del Panshir que cuenta con siete distritos.
En aquellas zonas interiores del valle, la presencia de talibanes es menos importante y no huyeron tantas familias, según fuentes locales.
- "Ya no queda nadie" -
A lo largo del río Panshir, algunas pocas tiendas de panaderos siguen abiertas, pero la mayoría de comercios cerraron. La presencia de ovejas, caballos o patos es una de las pocas señales de vida.
"Ya no queda nadie, a parte de aquellas personas mayores o pobres que no tienen los medios para irse", afirma Abdul Wajid, 30 años, que prefirió quedarse para vigilar su domicilio familiar.
Los talibanes instalaron puntos de control y controlan la zona a través de todoterrenos o camionetas requisadas al ejército afgano.
Esta situación supone una pesadilla para los habitantes del valle del Panshir, conocido por su carácter rebelde y la dificultad de las fuerzas extranjeras para ocuparlo.
Sus habitantes presumían hasta ahora de no haberse dejado conquistar y aún menos por los talibanes, sus archienemigos desde el periodo del comandante Ahmad Shá Masud.
Liderados por Ahmad Masud, hijo del célebre comandante, y otros dirigentes afganos, grupos locales intentaron resistir a los talibanes.
La presencia de vehículos destrozados por disparos de misiles y otras armas al lado de la carretera ilustran los combates que se produjeron en las últimas semanas.
Los talibanes, más numerosos y mejor armados, se impusieron con facilidad y anunciaron a principios de septiembre que controlan la zona.
Oficialmente, la resistencia en el Panshir continúa, pero se desconoce su implantación e incluso si sus líderes siguen en Afganistán o huyeron del país.
- Aldeanos asesinados -
El éxodo de los habitantes del Panshir empezó antes del verano, cuando los talibanes ya habían iniciado su ofensiva relámpago.
Sin embargo, a finales de agosto, tras la toma de Kabul, la llegada de miles de combatientes insurrectos islámicos sembró verdadero pánico en la zona.
"La gente tenía mucho miedo de que los talibanes los detuvieran, dieran una paliza o mataran", recuerda Khair Mohammad, 60 años, habitante de Peshjrur.
Estos temores se confirmaron con la brutalidad aplicada por los talibanes en su llegada a la zona.
Los insurrectos "pidieron a algunas familias abandonar sus casas para instalarse al lado de sus puntos de control. En nuestro pueblo, entraron en todas las casas, rompieron las ventanas y armarios", explica Kabir Khan, que vive cerca de la capital regional Bazarak.
Según todos los habitantes entrevistados por la AFP, los insurrectos mataron a civiles desde su llegada.
Cerca de Khenj, "abatieron a un conductor dentro de su coche y a un padre de familia que había ido a buscar comida para su hijo", afirma un habitante de esta localidad, que dice haber visto los cuerpos de los fallecidos.
Los habitantes de Khenj y Bazarak aseguran que hubo al menos 19 víctimas civiles.
Resulta, sin embargo, imposible de establecer un balance verídico del número de fallecidos.
Los talibanes defienden que no hubo ninguna víctima civil, más allá de los combates con grupos de resistentes.
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