WASHINGTON (AP) — En momentos en que decenas de miles de refugiados afganos llegan a Estados Unidos, algunos exfuncionarios del gobierno de Donald Trump tratan de convencer a los republicanos de que se opongan a su arribo.
Estos exfuncionarios escriben artículos, se presentan en programas de televisión conservadores y mantienen reuniones privadas con legisladores republicanos en un esfuerzo por aprovechar el colapso del gobierno afgano para promover políticas restrictivas hacia la inmigración.
“Es una colaboración basada en convicciones mutuas”, expresó Stephen Miller, el artífice de las políticas inmigratorias más conservadoras que hubo bajo el gobierno de Trump. “Estoy hablando con miembros del Congreso para alentar la oposición a las políticas del gobierno de Joe Biden hacia los refugiados”.
No todos los líderes republicanos apoyan estas iniciativas. Algunos las describen como perversas y contrarias a las enseñanzas cristianas que son tan importantes para los evangélicos de raza blanca, uno de los principales sostenes del Partido Republicano. La estrategia responde a tácticas usadas bajo el gobierno de Trump, que espantaron a muchos votantes, incluidos comentarios racistas y afirmaciones falsas que buscaban infundir temor.
Estos sectores parecen prestar poca atención al drama humano que vive Afganistán, donde las personas que colaboraron con Estados Unidos durante la ocupación y muchas otras tratan desesperadamente de salir del país por temor a ser asesinadas por el nuevo régimen talibán.
Los republicanos que promueven políticas de mano dura hacia la inmigración creen que pueden abrir un nuevo frente en la guerra cultural que libran desde la elección del presidente Joe Biden, combinando la oposición a la inmigración, que ayudó a Trump a llegar a la Casa Blanca en el 2016, con el malestar generalizado por la forma en que se dio el retiro de Afganistán. Esperan que esto los ayude a recuperar el control de las dos cámaras legislativas en los comicios del 2022.
“Para mucha gente, los temas culturales son los más importantes”, sostuvo Russ Vought, presidente del Center for Renewing America (Centro para la Renovación de América, una organización sin fines de lucro contraria a la reubicación de afganos en Estados Unidos) y quien manejase el presupuesto bajo el gobierno de Trump.
Agregó que el objetivo es contrarrestar “esta unanimidad que hay” en torno al a idea de que el retiro de Afganistán fue caótico, pero que los refugiados afganos merecen venir a Estados Unidos.
Las autoridades aseguran que todo afgano admitido en el país es investigado a fondo para garantizar que no representa un peligro.
Pero Trump y sus aliados, que desde el gobierno se esforzaron por reducir la cantidad de refugiados admitidos por Estados Unidos, insisten en que los refugiados representan una amenaza.
“¿Quiénes es toda esta gente que viene a nuestro país?”, preguntó Trump en un reciente comunicado. “¿Cuántos terroristas hay entre ellos?”.
No está claro si la inmigración será un tema prominente en las elecciones del año que viene. En todo caso, un 68% de la población dice estar a favor de que Estados Unidos reciba a los afganos que escapan de su país tras ser investigados debidamente, según una encuesta del Washington Post/ABC News de fines de agosto y principios de septiembre. Incluso un 56% de los republicanos opinan así.
Decenas de legisladores republicanos trabajan incansablemente para traer refugiados afganos al país y el senador republicano Thom Tillis criticó a sus correligionarios que dicen que estos refugiados representan una amenaza.
El Departamento de Estado dice que más de 23.800 afganos llegaron a Estados Unidos entre el 17 y el 31 de agosto y que miles más están alojados en bases estadounidenses, a la espera de recibir el visto bueno.
Ken Cuccinelli, quien fue subsecretario interino del Departamento de Seguridad Nacional bajo el gobierno de Trump y ahora es un senior fellow en el Centro para la Renovación de América, cree que los refugiados no están siendo investigados como corresponde.
“Es imposible” hacerlo, afirmó.
Cuccinelli y Miller opinan que las personas que solicitan visas especiales por haber hecho de intérpretes o colaborado de algún modo con los estadounidenses deben ser admitidos, pero otros que correrían peligro y que no colaboraron con los estadounidenses deberían ser reubicados en países de la región.
“La importación masiva de potencialmente cientos de miles de personas que no comparten las tendencias culturales, políticas o ideológicas de Estados Unidos plantean serios riesgos a la seguridad nacional y a la cohesión social”, expresó Cuccinelli en un reciente artículo publicado por el portal de su organización.
Esa actitud no es compartida por todos.
“Alguna gente que siempre tuvo una línea dura hacia la inmigración ven esto, equivocadamente, como una oportunidad de generar temor, tipo ‘no quiero a esta gente en mi país’, con miras a las elecciones de mitad de término”, manifestó Alyssa Farah, exsecretaria de prensa del Pentágono que fue directora de comunicaciones de la Casa Blanca bajo el gobierno de Trump.
Farah cree que muchos veteranos de guerra republicanos fueron ayudados por los afganos y promueven su admisión en Estados Unidos, lo mismo que cristianos evangélicos que históricamente siempre les abrieron los brazos a los refugiados.
“Se equivocan feo”, quienes piensan que los republicanos no quieren reubicar a los refugiados afganos, expresó Farah.
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Hannah Fingerhut (Washington), Julie Watson (San Diego) y Ellen Knickmeyer (Oklahoma City) colaboraron en este despacho.