Venecia (Italia), 8 sep (EFE).- Con tan solo 25 años, la cineasta argentina Sol Berruezo Pichon-Rivière ha presentado en el Festival de Venecia su segundo largometraje, "Nuestros días más felices", una profunda y meticulosa reflexión sobre la vida, la vejez, la familia y la muerte rodada gracias al programa de financiación de la Bienal.
Berruezo Pichon-Rivière (Buenos Aires, 1996) llega a este prestigioso certamen italiano tras obtener una mención especial del Jurado de la Berlinale el pasado año por su ópera prima, "Mamá, mamá, mamá", estrenada en la sección Generation K Plus del concurso.
Un carrera prolífica para esta joven talento argentina: "Ha sido un proceso muy rápido, me gusta esa rapidez, me parece que es un poco el encanto, tener la idea y salir a filmar", explica en una entrevista con Efe, junto a Laura Mara Tablón, productora y guionista.
"Nuestros días más felices" es la relación simbiótica de una madre anciana y un hijo, atados el uno al otro de una forma casi dañina. Ella, Agatha (Lide Uranga), nunca volvió a enamorarse y él, Leónidas (Cristián Jensen), es incapaz de labrarse una vida tras los muros de una casa frente al mar, empapada en unos ecos de felicidad ya extintos.
La vida cambia cuando esta madre controladora y severa amanece convertida en una niña de 7 años (Matilde Creimer Chiabrando). La única solución será llamar a su otra hija (Antonella Saldicco), que al contrario de su hermano, escapó hace tiempo de la casa.
Esto hará que cambien las tornas y los dos hijos deberán hacerse cargo de su madre-niña, ahondando en las heridas y desavenencias del pasado, en un proceso de redención que arrojará luz a sus vidas y les hará plantearse las elecciones tomadas.
"Trata algo naturalista como la muerte. Cuando la gente empieza a envejecer, cuando los padres envejecen, empiezan a cambiar los vínculos dentro de la familia: los padres comienzan a ser los hijos y los hijos a hacer de padres", subraya la realizadora.
Porque, como bien apunta, "hay una niñez que está en la vejez y una vejez que está en la infancia".
Berruezo Pichon-Rivière, licenciada en la Universidad del Cine de Buenos Aires, ya retrató a los niños en su primera cinta y ahora ha propuesto esta "metáfora de la muerte", rodada en la playa de la capital argentina y en La Plata desde principios de este año.
"Me interesan los momentos de la vida en los que estamos más desprotegidos y desamparados, la vejez y la infancia, y la vejez y el adiós me parecen lo más poético para contar", confiesa esta apasionada de Islandia que además "ama" hablar con los ancianos.
Pero la cinta, como su nombre indica, también incluye una sesuda reflexión sobre la felicidad, sobre los caminos vitales que conducen a ella o que desvían su consecución, y que en los tiempos que corren es anunciada, se diría que vendida, como un souvenir por gurús de toda índole.
"Me parece que la felicidad está sobrevalorada. Siento que hay algo en la tristeza y en lo melancólico muy digno (...) Siendo que es una emoción que trasciende, mientras que la felicidad es algo momentáneo y pasajero, que es bello también, pero siento también que no hay una sin la otra", alega la directora.
Por eso, sus personajes, la madre y sus hijos, se cuestionan en todo momento sobre sus acciones pasadas, sobre si encontraron "la famosa libertad", cuando en realidad son seres frustrados en una casa sin escapatoria, ante el mar, símbolo total de libertad.
La directora, aún contenta por los aplausos que recibió en el estreno oficial, pudo grabar la película al ser una de las tres seleccionadas en todo el mundo por el programa de financiación de jóvenes talentos de Venecia, conocido como Biennale College.
Ahora, tras este nuevo éxito en su precoz carrera, Berruezo Pichon-Rivière, que se lanzó al cine con 17 años al entrar por vez primera en un estudio de grabación, prepara ya su tercera cinta al tiempo que escribe una novela para la que ya tiene título "Dios te salve María".
Por Gonzalo Sánchez