Las estatuas de Robert E. Lee fueron derribadas en momentos en que Estados Unidos lidia con su pasado racista, pero en una colina que domina la capital federal, la casa del principal general confederado fue totalmente renovada.
En el habitualmente húmedo verano de Washington, la "Arlington House, Robert E. Lee Memorial" volvió a recibir visitantes en junio después de tres años y más de 12 millones de dólares en refacciones.
Sin embargo, los cambios más impactantes no fueron cuestiones de ladrillos y cemento. Más bien, la casa reabrió para proporcionar una interpretación histórica más inclusiva, según sus cuidadores.
Lee es una figura muy controversial. Fue el general confederado más conocido durante la Guerra Civil de 1861 a 1865, que ayudó a liderar a los estados secesionistas del sur contra la Unión, especialmente para preservar la esclavitud.
Caminando por la finca a fines de agosto, Aaron LaRocca, un guardabosques del Servicio de Parques Nacionales, dijo que lo importante es contar "una historia más holística e inclusiva" elevando las voces de los esclavizados.
A diferencia de las frías estatuas de piedra, la mansión y sus terrenos, que forman parte del Servicio de Parques Nacionales y están dentro del Cementerio Nacional de Arlington, reflejan la vida de personas reales.
Contar la historia de los más de 100 esclavos que allí residieron implicó no solo incorporar mejor su relato a a la mansión, sino también realizar nuevas exhibiciones en dos grandes construcciones que antes eran barracas de esclavos. Asimismo, contar historias de personas particulares.
- Descendientes y ancestros -
Steve Hammond desciende de una de las familias esclavizadas y trabajó voluntariamente en la casa durante casi ocho años ayudando a narrar la historia de residentes "que mucha gente no conoce".
Entender Arlington House no sólo significa envolverse en la complicada historia de Lee sino empezar a conocer toda la saga estadounidense.
Al pie de la colina en la que se erige la casa, está la tumba del presidente John F. Kennedy. La icónica Tumba del Soldado Desconocido también está cerca al igual que las de miles de veteranos de guerra.
La casa fue edificada por un nieto adoptivo de George Washington, George Washington Parke Custis, en homenaje al ex presidente. Su hija Mary Anna Custis, se casó con Lee.
Sin embargo, es a través de Maria Carter, hija esclavizada de Parke Custis que éste engendró con una esclava, que Hammond está conectado a Arlington House. Es descendiente de la familia de su marido.
Hoy, los descendientes de quienes vivieron en la casa -tanto de los esclavos como de los Lee- se reúnen habitualmente.
Para muchos de los involucrados en ampliar la narrativa del sitio, el estatus oficial de Arlington House como "Memorial" de Lee sigue siendo un punto de conflicto.
"Que lo reconozcamos como un memorial a Robert E. Lee parece anacrónico, especialmente en términos del lugar en que hoy estamos como país", dijo Hammond, de 65 años, quien también es administrador de la Fundación Arlington House.
El congresista Don Beyer, cuyo distrito incluye Arlington House, dijo que planea volver a presentar una ley para quitarle el título de Memorial a la casa de Lee tras el fracaso de un intento previo. Y el filántropo David Rubenstein, que costeó la renovación, instó a cambiarle la designación.
Durante la Guerra Civil, la Unión enterró soldados en la propiedad de Lee sin duda con la intención de disuadirlo a regresar y eso dio lugar al Cementerio Nacional de Arlington, donde más de 400.000 veteranos y sus dependientes están enterrados.
En 1955 el Congreso reconoció oficialmente al sitio como un monumento a Lee, en honor a sus esfuerzos después de la guerra para reunificar al país, en tanto autorizó su nombre actual en 1972.
"Los memoriales son un problema porque un memorial nunca es sobre historia, un memorial es para la memoria", dijo Denise Meringolo, profesora de historia de la Universidad de Maryland.
La idea de juntar un museo y un memorial "complica lo que se supone que debemos estar haciendo allí".
Históricamente, según Meringolo, quienes visitan museos y casas históricas son personas blancas de clase media. "Escuchaban una historia que sentían como si fuera, entre comillas, su historia".
Para LaRocca, los sitios deben incluir las voces diversas del pasado para así atraer a los diversos visitantes del presente.
El cementerio de Arlington recibe más de tres millones de visitantes por año y Arlington House más de 600.000.
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