Durante varios minutos se escucha un gemido prolongado desde una esquina del recinto. Fatu, un rinoceronte blanco del norte de 1,8 toneladas, recibe una anestesia total. La hembra, que está rodeada de veterinarios alemanes y kenianos, cae al suelo. Los especialistas comprueban los niveles de oxígeno y el pulso del animal. Nada debe salir mal, porque Fatu y su madre Najin son los últimos ejemplares de su subespecie. Ambas viven desde 2009 en el santuario de Ol Pejeta, a los pies del monte Kenia, y están vigiladas por guardas armados. "Fatu es una gigante amable", señala el veterinario Stephen Ngulu, que cuida a los animales desde hace seis años. El rinoceronte es confiado y a menudo se le acerca trotando y gruñendo para que lo abrace. El barro en el gigantesco vientre de Fatu se ha secado y su piel gris se siente áspera. Esta subespecie se caracteriza por tener una boca ancha con la que fácilmente pueden tomar la hierba del suelo. Najin y un rinoceronte blanco del sur le hacen compañía. Desde hace algún tiempo, Fatu es fuente de esperanza. Bajo la dirección de Thomas Hildebrandt, del Instituto Leibniz de Investigación de Zoología y Vida Silvestre, en Alemania, un consorcio internacional intenta evitar la extinción del rinoceronte blanco del norte. "Si salvamos al rinoceronte blanco del norte, salvamos directa e indirectamente a cientos de otras especies estrechamente relacionadas con este animal", afirma Hildebrandt. El rinoceronte blanco del norte cumple varias funciones en el ecosistema, por ejemplo como distribuidor de semillas para muchas plantas. Con varios meses de intervalo, el equipo de investigadores extrae los óvulos de Fatu, que se fecundan en un laboratorio de Italia con el esperma de machos fallecidos. De este modo, se han producido hasta ahora doce embriones de rinoceronte blanco del norte, todos los ovocitos procedentes de Fatu. La toma de óvulos de su madre Najin fue menos exitosa. Los embriones se implantarán en una "madre de alquiler" de la subespecie de rinoceronte blanco del sur. La propia Fatu tiene quistes en el útero y su madre tiene cáncer. La extracción de los óvulos es un trabajo de precisión. El equipo suele viajar desde Berlín con 500 kilos de equipaje, que incluye una gigantesca sonda de ultrasonido especialmente desarrollada para el procedimiento. "No es un arma, es equipo científico", se lee en la maleta negra. Apenas el animal está anestesiado, su colega Robert Hermes se arrodilla detrás del animal y vacía el intestino de Fatu con agua caliente. Luego introduce la sonda con la que Hildebrandt realiza una punción en los ovarios. Su colega Susanne Holtze maneja una bomba manual con la que impulsa en una botella un líquido rojo en el que nadan los valiosos óvulos. Estos se llevan inmediatamente a un contenedor y se enfrían. El rinoceronte apenas se mueve, de vez en cuando se le oye resoplar y sus fosas nasales se contraen y se dilatan. Frank Göritz es el responsable de la anestesia. En el fondo, se oyen los dispositivos que controlan las funciones vitales de Fatu. Todo el procedimiento está supervisado por el Servicio de Vida Silvestre de Kenia, responsable del bienestar de la fauna del país desde 2009. El rinoceronte blanco del norte nunca fue nativo de Kenia. Los antepasados de Fatu y Najin vivían en zonas más húmedas de África, como Uganda, Sudán, Chad, la República Centroafricana o la República Democrática del Congo. Allí fueron cazados en algunas ocasiones, en otras, quedaron atrapados entre los frentes de la guerra civil o fueron vendidos a zoológicos extranjeros, como el de Dvur Kralove, en la República Checa, donde nacieron Najin y Fatu. Si se pudiera criar una manada, algunos expertos querrían liberarlos en su hogar original. Pero aún falta mucho para eso. La transferencia de embriones prevista se probará primero con embriones de rinoceronte blanco del sur antes de implantar los preciados embriones de rinoceronte blanco del norte. Actualmente, el Servicio de Vida Silvestre de Kenia está evaluando si se puede permitir el procedimiento en los rinocerontes que viven en Kenia. Los científicos esperan tener más éxito con los animales de Kenia, cuya fertilidad suele ser mejor que la de sus congéneres en los zoológicos europeos. Göritz advierte que el tiempo apremia y aduce que contar con una cría viva es importante para el desarrollo de una nueva población. Agrega que es también más fácil convencer a los escépticos del proyecto si la subespecie aún no está completamente extinguida. Además, según explica Holtze, una cría recién nacida debe tener la oportunidad de convivir con los últimos ejemplares de su especie y aprender el comportamiento específico de la misma. Esto incluye el comportamiento social y su propio lenguaje, que distingue al rinoceronte blanco del norte del rinoceronte blanco del sur. Una vez finalizada la extracción de los óvulos, casi al final de la anestesia, se acorta el cuerno de Fatu con una sierra eléctrica. Esto es para evitar que los cazadores furtivos hieran o incluso maten al animal para conseguir el cuerno del último rinoceronte blanco del norte. El olor a pelo quemado, a queratina, flota en el aire. Lentamente Fatu logra levantarse, aunque todavía se tambalea un poco. Algo aturdida trota por el recinto mientras es vigilada por los veterinarios y cuidadores durante varias horas. Poco tiempo después, mientras Fatu se recupera de la operación, su madre Najin y un rinoceronte blanco del sur se unen a ella. dpa