TOKIO (AP) — En los momentos en que comenzaban los Juegos Olímpicos empeoraba la pandemia en Japón, y la mayoría de la población se oponía a la realización de las justas deportivas.
El emperador Naruhito retiró incluso la palabra “celebración” de su declaración de bienvenida, que pronunció en la ceremonia inaugural.
Pero una vez que los Juegos se pusieron en marcha y que la prensa local se enfocó en cubrir la lucha de los deportistas japoneses por las medallas, muchos habitantes de la nación asiática se dejaron seducir por los Olímpicos.
Miraron la televisión para alentar a sus compatriotas en los Juegos que terminaron el domingo, con un récord de 58 medallas para esta nación anfitriona, incluidas 27 de oro.
Hay todavía preocupaciones acerca de que Japón pague un precio muy elevado por albergar los Juegos Olímpicos. Y en los días recientes, los casos de coronavirus han alcanzado niveles récord.
Pero por ahora, hay en muchos japoneses un sentimiento de orgullo y buena voluntad.
“Realizar los Juegos en medio de la pandemia no parecía una buena idea, y me pregunté si debían cancelarse”, comentó Keisuke Uchisawa, un oficinista de 27 años. “Pero la obtención de las medallas fue muy emocionante y estimulante. Una vez que comenzaron los Juegos, naturalmente apoyamos a los deportistas y simplemente disfrutamos viéndolos”.
Su esposa Yuki, trabajadora médica, estaba particularmente preocupada por la pandemia. Sin embargo, comenzó a entusiasmarse cuando notó que los pacientes en su hospital disfrutaban ver los Juegos.
“Vi el poder del deporte, y pensé que era maravilloso”, indicó. “Los deportistas tuvieron actuaciones extraordinarias, y queríamos apoyarlos”.
La pareja compraba recientemente algunos artículos alusivos a los Olímpicos, incluyendo camisetas y mascarillas, en una tienda oficial del centro de Tokio. El establecimiento, vacío antes de los Juegos, estaba repleto en un día laborable reciente, hacia el final de los Olímpicos.
Muchos consumidores eran aparentemente trabajadores que aprovechaban su hora del almuerzo para hacer compras.
Antes, muchos japoneses mostraron su reticencia u oposición a realizar los Juegos en medio de una pandemia que a todas luces empeoraba.
Una serie de renuncias de dirigentes vinculados con los Olímpicos, por comentarios sexistas, antecedentes de maltrato a compañeros de escuela y bromas sobre el Holocausto dañaron también la imagen de los Juegos, de cara a la inauguración del 23 de julio.
Hubo protestas en las calles de Tokio y en las redes sociales.
Tras la clausura, muchos que antes se oponían aplaudieron la celebración deportiva.
Más de la mitad de la población japonesa sintonizó el evento, de acuerdo con Video Research, una empresa medidora de audiencias televisivas. Fue el mayor rating para una inauguración olímpica desde el 61% observado para Tokio 1964, una época en que mucho menos gente tenía televisores.
Frente al Estadio Nacional, donde decenas de manifestantes solían protestar contra la realización de los Olímpicos, muchos espectadores formaron fila. Su objetivo era fotografiarse junto a los aros olímpicos.
Fue lo más cerca que pudieron estar de estos Juegos sin público en el graderío.
La oposición a los Juegos declinó con el paso de las semanas. Una encuesta realizada por el diario Asahi justo antes de los Olímpicos mostró que el rechazo cayó a 55%, en comparación con el 70% observado a comienzos del año.
Un 56% de los entrevistados manifestó su deseo de ver los partidos por la TV. Y sondeos distintos hechos por el diario Yomiuri y la televisora TBS al final de los Juegos mostraron que el 60% de la gente consideró bueno haber albergado las justas.
Quienes se sintieron intimidados por la animosidad contra los Juegos al comienzo comenzaron a sentirse más aliviados con el paso de los días.
"Daba un poco de miedo subirse a un tren vistiendo un uniforme de voluntaria al comienzo, cuando la gente se oponía más a los Juegos", relató Asuka Takahashi, estudiante de 21 años, quien ayudó en la sede del voleibol de playa.
La joven sintió menos tensión después de que los Juegos se inauguraron. Opinó que el interés mostrado al final por parte de la gente rebasó sus propias expectativas.
Y recientemente, cuando Takahashi visitó las tiendas olímpicas, vio que muchos artículos estaban agotados.
“Muchos japoneses disfrutaron los Juegos al final”, comentó.
El primer ministro Yoshihide Suga, criticado por insistir en la realización de los Juegos pese al COVID-19, esperaba tal vez esta evolución en el ánimo. Ha tratado de revertir la caída en los índices de aprobación de su gobierno, de cara a las elecciones generales esperadas para el último trimestre.
“Los logros sobresalientes de los olímpicos japoneses nos darán fuerza también”, resaltó Tateo Kawamura, experimentado legislador del partido de Suga.
Suga llamó para felicitar a la judoka Nohisa Takato, quien ganó el primer oro para Japón. Luego, publicó en Twitter mensajes similares para otros medallistas.
El jefe del gobierno ha insistido en que no hay evidencias que vinculen el aumento en los casos de coronavirus con los Juegos. De hecho, poco más de 400 casos positivos se reportaron dentro de la “burbuja” olímpica desde comienzos de julio hasta la ceremonia de clausura.
Pero está por verse si los Juegos levantan la moral nacional de una forma perdurable. Mucho dependerá de cómo evolucione la situación del coronavirus.
“El gobierno ha forzado la realización de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos a fin de recuperar la popularidad... pero es una apuesta riesgosa”, dijo Sergio Hirowatari, profesor emérito de derecho de la Universidad de Tokio durante un evento reciente en línea.
Algunos expertos médicos han llamado la atención sobre el crecimiento acelerado de las infecciones en Tokio. Los casos diarios alcanzaron sus niveles máximos durante los Juegos.
El 5 de agosto, Tokio reportó 5.042 casos, un máximo histórico desde que sobrevino la pandemia. Los expertos consideran que las infecciones actuales, generadas por la variante delta, más contagiosa, podrían elevar el número de casos diarios a más de 10.000 en un par de semanas.
A nivel nacional, los casos totales superaron el millón, con más de 15.300 decesos.