SANTIAGO (AP) — El exsacerdote Fernando Karadima, quien estuvo en el centro de los escándalos de abusos sexuales por parte de la iglesia chilena, de la que terminó siendo expulsado, falleció en Santiago el domingo a los 90 años de bronconeumonía e insuficiencia renal, según el certificado de muerte al que The Associated Press tuvo acceso el lunes.
Karadima falleció en el hogar de ancianos de un barrio de la capital de Chile, donde se encontraba desde hace años. Además de los padecimientos ya mencionados padecía diabetes e hipertensión arterial.
Había sido ingresado hace unos meses por COVID-19 a un hospital de Santiago.
Los primeros en pronunciarse fueron las tres víctimas que denunciaron públicamente al sacerdote, iniciando un camino de visibilidad de un caso que sacudió a la sociedad chilena y que en sus inicios fue acogido con descrédito, puesto que Karadima utilizó su fuerte influencia social para tratar de silenciarlos.
Ha muerto el “exsacerdote católico que abusó sexual y espiritualmente de muchas personas, entre ellos nosotros”, firmaron en un escueto comunicado Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo. Todo lo que teníamos que decir de él “está dicho”, continuaron, señalando que era “un eslabón más en esta cultura de perversión y encubrimiento en la iglesia”.
Las tres caras más conocidas del abuso sexual en Chile reafirmaron también su motivación: que esto no vuelva a ocurrir y que seguirán trabajando para que exista la justicia en los casos aún pendientes de la misma.
Karadima fue expulsado de la iglesia católica en septiembre de 2018. Tras declinar hacer comentarios por no ser un miembro de sus filas, el Arzobispo de Santiago envió durante la tarde un comunicado. “Acompañamos de cerca a las víctimas sobrevivientes y a sus familias, pidiéndole a Dios misericordioso que pueda sanar el dolor causado a todos quienes han sufrido”, señala el documento y agrega que se seguirá “trabajando en la promoción de ambientes sanos y seguros al interior de la Iglesia”.
“Murió Karadima. Otro más que se fue sin responder a la justicia en serio. Ojala Chile haya cambiado lo suficiente como para que Karadima deje de ser o la norma de la impunidad o la excepción de un cura que pisa tribunales”, señalaron a su vez desde la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos, una organización que agrupa a algunos de los centenares de víctimas de abusos pederastas en Chile por parte de la iglesia.
La figura de Karadima, condenado desde 2011 a una vida de penitencia y oración en un juicio canónico y expulsado de la Iglesia por el papa Francisco en septiembre de 2018, se convirtió en la del cura pedófilo más emblemático de Chile. También en el símbolo del encubrimiento y de las jerarquías cerradas que permitieron que Karadima no fuera una excepción, sino un ejemplo de un abuso sistemático y generalizado en el seno de la Iglesia.
Cruz, Hamilton y Murillo recibieron una compensación económica histórica en Chile en un juicio civil para resarcirlos por los daños físicos y morales, incuantificables, sufridos por los abusos y por las consecuencias de sacarlos a la luz.
La fiscalía chilena comenzó a investigar los abusos en el seno de la iglesia en 2007.
En 2018 la visita del papa Francisco a Chile causó mucha polémica cuando el pontífice defendió a uno de los sacerdotes acusados de encubrir los abusos sexuales, el obispo de Osorno, Juan Barros. A partir de ahí, el papa trató de abordar el tema enviando al sacerdote de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y monseñor Charles Scicluna, considerado el mejor investigador de abusos sexuales del Vaticano, para indagar abusos sexuales contra menores cometidos por clérigos o religiosos.
Scicluna elaboró tras su visita un informe de 2.300 páginas tras recoger 64 testimonios de agresiones sexuales, lo que llevó al papa Francisco a afirmar que en la Iglesia chilena hay “una cultura del abuso y del encubrimiento”.
Para el profesor de religión de la Universidad de Chile, Luis Bahamondes, su caso “dio cuenta de la compleja red de protección y vínculos con la clase política, empresarial y eclesiástica”, analizó para AP.
Para el experto en iglesia católica y doctor en Historia, Marcial Sánchez, “ha muerto un demonio, ha muerto un depredador. Ha muerto un personaje nefasto, no sólo para la Iglesia Católica, sino también para la sociedad en su conjunto. Es la antítesis de lo que significa ser un religioso", un hombre que se aprovechó de su poder para poder abusar de su entorno, señaló a la televisión local.
La fiscalía chilena llegó a investigar más de 150 causas por abusos de la iglesia en 2019, que involucraron a más de 200 investigados y casi 250 víctimas, más de 120 de ellas menores de edad cuando ocurrieron los hechos.
Muchos de esos casos no han sido resueltos tras la destitución del fiscal que estaba a cargo de las mismas, Emiliano Arias, por causas internas que aún se investigan en juicios aún pendientes de resolución.