El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa asistió este domingo a tareas de limpieza tras los terribles hechos de violencia registrados en los últimos días en el país, mientras su gobierno advirtió contra los justicieros responsables de instigar las tensiones raciales.
Los apoyos del antiguo jefe del Estado, Jacob Zuma, recientemente detenido, fueron acusados de haber instigado el caos de estos últimos días, que Ramaphosa calificó de tentativa orquestada de desestabilizar el país.
El presidente de 68 años, con chaqueta de cuero con los colores negro, verde y amarillo del CNA (Congreso Nacional Africano, el partido en el poder) y tapabocas negro, visitó un centro comercial saqueado en Soweto, el inmenso suburbio cerca de Johannesburgo, para constatar los destrozos y apoyar a unos comerciantes que, en muchos casos, lo perdieron todo.
"Reconocemos que hubo fallos... nos reuniremos y haremos un estudio ajustado", de los recientes eventos, afirmó.
Este domingo, Sudáfrica celebra el Mandela Day en honor del primer presidente del país en democracia, la ocasión de arremangarse y dedicar tiempo a las acciones comunitarias.
El país vivió hundido en el caos durante una semana que dejó cerca de 212 muertos. Durante esos días, los saqueadores desvalijaban centros comerciales y grupos no identificados incendiaron fábricas y almacenes y bloquearon carreteras estratégicas para los intercambios comerciales.
Estas violencias, las peores que conoció Sudáfrica desde los tiempos del apartheid, estallaron después de la encarcelación del expresidente Jacob Zuma, de 79 años, condenado a 15 meses de prisión por haberse negado a testificar ante una comisión anticorrupción.
Bajo este ambiente de tensión, el lunes se retomará la vista contra Zuma por otro asunto de corrupción, en un claro caso de soborno de hace veinte años
- "Insurrección" -
El presidente Ramaphosa se encuentra también bajo una gran presión, ya que solo se pudo detener a uno de los supuestos cerebros de lo que las autoridades denominaron como una tentativa de "insurrección", que causó daños estimados en mil millones de euros (casi 1.200 millones de dólares US).
Preocupa el acceso a bienes de primera necesidad, sobre todo comida, en las provincias más afectadas como la de KwaZulu-Natal (este), porque muchas tiendas están destruidas y otras permanecen cerradas.
Asociaciones y simples ciudadanos se movilizaron para dar alimentos a los más pobres. En una iglesia de Durban, el gran puerto sudafricano en el océano Índico, los voluntarios apilaban en caballetes hortalizas frescas y pan para distribuirlo, según constató un equipo de la AFP el domingo por la mañana.
El ministro de Policía, Bheki Cele, alertó contra los "actos de autodefensa" después de que habitantes de Phoenix, suburbio próximo a Durban donde viven sobre todo sudafricanos de origen indio, fueran acusados de agredir a sus compatriotas negros.
Un equipo especial de diez policías será el encargado de investigar la sospechosa muerte esta semana de veinte hombres en Phoenix.
- "Seguimos teniendo miedo" -
La posible contaminación provocada por el derrame de un producto químico de un fábrica incendiada llevó a que las autoridades cerrasen varias playas alrededor de Durban.
El mundo de los negocios, sobre todo el turismo, que representaba el 7% del PIB del país antes del covid-19, teme que las imágenes de estos días hundan aún más la reputación de Sudáfrica y frenen las inversiones.
En Durban, por ejemplo, las empresas desean que las autoridades les den garantías de seguridad. "Lo peor parece que ya pasó pero seguimos teniendo miedo", confesaba a la AFP Zanele Khomo, de la Cámara de Comercio y de Industria de Durban.
"El mundo nos mira sin duda con severidad, pero hay que recordar que Sudáfrica cuenta con personas de bien y con historias maravillosas que contar", explicó Siyanda Nxumalo, director de escuela, mientras limpiaba los escombros de un centro comercial arrasado cerca de Durban.
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