Por Simon Evans
LONDRES, 9 jul (Reuters) - A pesar de todas las diferencias de estilo y estrategia, hay una notable simetría en los caminos recorridos por Inglaterra e Italia hacia la final de la Eurocopa 2020 del domingo.
Ambas selecciones nacionales se encontraron en puntos históricamente bajos, con aficionados desesperados por su declive, y llegó un momento en que descubrieron a hombres que podían traer el cambio y llevarlos rápidamente a la senda del éxito.
Para Inglaterra, ese momento bajo fue la eliminación de la Eurocopa 2016 en los octavos de final a manos de Islandia, mientras que la desesperación de Italia llegó dos años después, cuando los tetracampeones del mundo ni siquiera se clasificaron para el Mundial de Rusia.
Gareth Southgate no fue el hombre elegido para liderar el resurgimiento de Inglaterra. La FA había seleccionado a Sam Allardyce para dicho papel, pero su reinado se vio truncado por unos comentarios poco acertados a una cámara oculta, por lo que se le dio el puesto al entonces seleccionador de la sub-21.
Southgate fue capaz de aprovechar una interesante generación de jóvenes talentos surgidos de la selección sub-21 y de las canteras de los clubes de la Premier League, pero su decisión más significativa fue la de cambiar la cultura en torno a la selección inglesa.
Fue capaz de convertir la convocatoria de Inglaterra en algo que los jugadores esperaban con impaciencia y no, como ocurría con demasiada frecuencia en el pasado, en una tarea que había que temer o evitar.
Southgate restableció la relación, a menudo adversa, con los medios de comunicación, y también encontró un tono en sus propias comunicaciones que halló el punto perfecto entre la positividad y el realismo.
Sin presión, Inglaterra llegó a las semifinales en el Mundial de 2018 y luego, con más talento integrado en la plantilla, avanzó metódicamente en la Eurocopa 2020, prestando poca atención a los constantes recordatorios de los fracasos del pasado.
Aun así, los jugadores de la plantilla que vivieron la amargura del fracaso y sus secuelas saben de dónde vienen.
"Si pienso en la última Eurocopa, cuando fuimos eliminados por Islandia, es algo que todavía me atormenta y diría que es el momento más bajo de mi carrera con diferencia", dijo el lateral derecho Kyle Walker.
"Pero ahora somos mucho más maduros. Muchos de nosotros hemos jugado más partidos importantes, hemos ganado más y podemos gestionar mejor los partidos", añadió.
HISTORIA DIFERENTE
Roberto Mancini tuvo que enfrentarse a una historia diferente, después de que la pésima campaña de clasificación de Italia para Rusia bajo el mando de Gian Piero Ventura terminara con la humillación de una derrota en la repesca ante Suecia.
Al igual que Southgate, Mancini recurrió a la juventud, pero su mayor impacto se ha producido en el estilo de fútbol de la "Azzurra".
Italia utiliza una formación de 4-3-3, con dos creadores de juego en el centro del campo, normalmente Jorginho y Marco Verratti, que apoyan a dos extremos a los que les gusta cortar hacia dentro y a unos laterales que tiran hacia delante para ofrecer amplitud.
Se ha puesto un mayor énfasis en la presión agresiva y el resultado ha sido uno de los equipos italianos más agradables de ver en años.
Sin embargo, la revolución de Mancini no ha socavado los fundamentos, y ha tenido el acierto de mantener la experiencia de Giorgio Chiellini y Leonardo Bonucci en la zaga, que mantienen la tradicional fortaleza defensiva de Italia.
Mientras que Inglaterra solo ha llegado una vez a la final de un gran torneo, también en casa, en 1966, esta será la décima final de un gran torneo para Italia, y fue Mancini quien inculcó a su equipo la fe en que podrían volver rápidamente a la cima.
"Al principio, cuando nos dijo que tuviéramos en la cabeza la idea de ganar la Eurocopa, pensamos que estaba loco", dice Chiellini.
"Sin embargo, durante estos años ha creado un equipo que ahora está a punto de hacerlo. Y como nos ha repetido después de cada partido, 'un centímetro cada vez', y ahora sólo queda el último centímetro".
(Reporte de Simon Evans; Edición de Ken Ferris; Traducido por Tomás Cobos)