Él encarna lo mejor y lo peor de Sudáfrica: el expresidente Jacob Zuma, quien fue preso político por su lucha contra el apartheid, se entregó este miércoles a la policía tras una condena por negarse a declarar ante una comisión anticorrupción.
Obligado a renunciar a la presidencia en 2018 tras una serie de escándalos, el antiguo "combatiente de la libertad" de 79 años que nunca fue a la escuela, goza de un ferviente apoyo popular y conserva una gran influencia en la maquinaria política de su país.
Estuvo cerca de impedir la toma de poder de su sucesor, Cyril Ramaphosa, al desatar una guerra de facciones al interior del gobernante Congreso Nacional Africano (CNA).
Aunque ha dicho que "no le temo a la justicia", la semana pasada la Corte Constitucional, más alto tribunal del país, lo condenó a 15 meses de prisión por desacato a la justicia.
Los tribunales y una comisión anticorrupción han estado atrás de él durante años por denuncias de desvío de recursos públicos durante sus nueve años en el poder (2009-2018).
Pero fue finalmente condenado por montar en cólera contra las instituciones y reírse en la cara de quienes lo investigaban.
Tras una semana de recursos en la justicia, el astuto y carismático político se entregó a las autoridades poco antes de vencerse el plazo que le dio el tribunal antes de que le detuviera la policía.
Salió de su residencia en Nkandla (este) y poco después se entregó en un centro correccional de la región, anunció su fundación.
- "El que ríe" -
Los últimos meses, Zuma desafió a las autoridades desde su residencia en la campiña zulú, donde hizo renovaciones por un valor de 20 millones de euros (24 millones de dólares) durante su presidencia, bajo el pretexto de que eran "trabajos de seguridad".
El exmandatario cuyo segundo nombre, Gedleyihlekisa, significa en lengua zulú "el que ríe de sus enemigos", apareció recientemente jovial en su cuenta de TikTok bailando con sus hijas pequeñas.
Cuando la CNA estaba proscrito bajo el apartheid, "JZ" era el temido jefe de inteligencia, duro contra los traidores y los informantes del régimen. También pasó 10 años en la prisión de Robben Island, al lado de Nelson Mandela.
En 2018, antes del fin de su segundo mandato, se vio envuelto en una espiral de escándalos y abusos de poder, aunque mantuvo una sólida red de apoyo entre legisladores y autoridades políticas.
Algunos lo reconocen como un guardián de las tradiciones que a veces viste el traje de los guerreros zulú, de piel de leopardo, para participar en danzas tribales.
Zuma tiene cuatro esposas y al menos 20 hijos.
El expresidente es un viejo conocido de los tribunales. En 2006 fue absuelto de cargos de violar a la hija de uno de sus excompañeros de lucha.
En esa ocasión escandalizó al país al afirmar que "tomé una ducha" después de una relación sin protección para evitar el contagio de VIH, dado que la joven es seropositiva.
Zuma también enfrenta cargos por un caso de soborno de hace más de 20 años, en el que habría recibido cuatro millones de rands (235 euros, 282.000 dólares al cambio actual) de Thales, una de las empresas adjudicatarias de un contrato de compra de armas.
El expresidente se declaró no culpable en ese caso, y ha presentado numerosos recursos de defensa. La próxima audiencia está programada para el 19 de julio.
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