Ya sea en la escuela, en las señales o carteles de la vía pública, o bien a través de los omnipresentes altavoces: a los japoneses se les recuerdan constantemente las estrictas normas de etiqueta que se aplican en su país. Los deportistas participantes en los Juegos Olímpicos, que se celebran en Tokio del 23 de julio al 8 de agosto, quizás se sorprendan de algunas peculiaridades culturales. Al fin y al cabo, Japón, famoso por sus estrictas normas de cortesía, es un país que no parece necesitar en absoluto estos recordatorios. Para cada situación existe un protocolo, por ejemplo, en las estaciones de tren. "Atención, el tren está llegando. Por favor, manténgase detrás de la línea amarilla", advierten los altoparlantes en la estación de Hiyoshi. Dentro de las zonas demarcadas, los japoneses forman tres diferentes filas de tres. La línea blanca es para los que toman el próximo tren, la roja para los que esperan el segundo, y la amarilla para aquellos que esperan el que le sigue. Pese a que millones de personas utilizan cada día estaciones japonesas como la de Hiyoshi, el sistema es infalible. Todo funciona a la perfección, sobre todo gracias a un sofisticado conjunto de reglas, incluidas las marcas en el suelo. Cuando se trata de normas y orden, los japoneses son auténticos perfeccionistas. O, como dijo una vez un anciano alemán en una conversación con su nuera japonesa: "Los japoneses son los alemanes mejorados". El amor de Japón por las normas y el protocolo puede adoptar a veces formas extrañas. Las marcas en el suelo para hacer las colas en la estación de Shinagawa, por ejemplo, están organizadas hasta el último detalle, y pensadas de tal forma que no solo los turistas pueden llegar a confundirse. El frenesí de reglas en algunas escuelas públicas también es bastante extravagante, por ejemplo, las que conciernen al color de cabello: quien no tiene el pelo negro natural liso, tiene que demostrarlo. Esto se debe a que el pelo teñido está mal visto, y en los años 70 y 80 este se consideraba incluso una expresión de comportamiento rebelde y un presagio de bajo rendimiento, algo que parece haber quedado enraizado en la mentalidad de algunos profesores. Sin embargo, la mayoría de las mujeres japonesas se tiñe ahora el pelo de color marrón. Algunas escuelas prescriben incluso el color de la ropa interior de los niños. Esta uniformidad cromática, sin embargo, encuentra cada vez más resistencia. En 2017, una estudiante de secundaria de la ciudad de Osaka, de pelo castaño, causó un gran revuelo con una demanda contra su escuela porque había sido obligada por los profesores a teñir su pelo de negro. En las escuelas superiores de la ciudad de Mie, por otra parte, se han suprimido las normas no solo sobre el pelo, sino también sobre el color de la ropa interior, tal y como informó recientemente el periódico japonés Mainichi Shimbun. Podrían pasar décadas antes de que las normas en Japón se adapten a la realidad de la vida. A menudo, los ciudadanos simplemente imitan lo que hace la mayoría. En los trenes de cercanías, que están crónicamente abarrotados en las horas punta, se pide repetidamente por megafonía a los japoneses que se pongan de pie en favor de las personas mayores, especialmente en los asientos designados para ellas. Sin embargo, sorprende el hecho de que a menudo se ve a los pasajeros más jóvenes simplemente permanecer sentados a pesar de los anuncios. Martin Schulz, economista en jefe del gigante japonés de la electrónica Fujitsu, explica que en Japón está bien visto que la gente se atenga a las reglas: "La mayoría de los japoneses lo hacen por comodidad, porque así no tienen necesidad de pensar". Este conocedor de la cultura japonesa añade: "Pero algunas normas son tan complejas que hasta son imposibles de cumplir. Y todo el mundo sabe que son demasiadas, y que es imposible saberlas todas". Schulz explica que las reglas en Japón son más bien directrices aproximadas y que, los que se equivocan, simplemente se disculpan: "Después se espera que la próxima vez funcione mejor". El ejecutivo confía en que los Juegos Olímpicos de Tokio serán también mucho más relajados y flexibles de lo que temen los deportistas extranjeros, especialmente en tiempos de la pandemia de coronavirus. El comité organizador local, por ejemplo, ha anunciado que los periodistas serán vigilados mediante GPS. Según Schulz, esto no significa que todo el mundo vaya a ser rastreado y tenga que temer consecuencias inmediatas si viola la ley, sino que se trata más bien de demostrar al público local que se está haciendo todo lo posible para garantizar la seguridad. dpa