La investigación abierta en el Vaticano sobre la compra de un costoso edificio de lujo en Londres reveló las fallas en el control financiero, las prácticas ilícitas de varios prelados y el apetito que despierta el dinero de la Iglesia.
La instrucción, de la que la agencia oficial Vatican News publicó extractos el sábado, sacó a la palestra un caso de una increíble complejidad con comisiones descomunales, pagos en efectivo e inversiones especulativas que le habrían costado una fortuna al pequeño Estado.
- El cardenal, su "dama" y los financieros -
Diez personas físicas y cuatro empresas comparecerán ante el tribunal de la Santa Sede a partir del 27 de julio para responder de cargos como malversación de fondos, abuso de poder, extorsión, corrupción, soborno de testigos, blanqueo y fraude.
Entre los acusados se encuentran religiosos, empleados laicos del Vaticano y personas ajenas a la Santa Sede.
El eclesiástico de mayor rango implicado en el caso es Angelo Becciu, de 73 años, primer cardenal procesado por la justicia civil del Vaticano.
Becciu ocupaba un puesto clave en la Secretaría de Estado (el gobierno del Vaticano) cuando empezó el proceso de compra de un prestigioso inmueble del barrio londinense de Chelsea. El Vaticano afirma que él aprobó esa inversión con conocimiento de causa. El papa lo destituyó en septiembre de 2020.
Otra personalidad investigada es Cecilia Marogna, apodada "La dama del cardenal" o "Lady Vatican". La consultora, de 40 años, es sospechosa de haberse embolsado al menos medio millón de euros (593.000 dólares) por sus supuestos servicios de mediadora, destinados a ayudar a liberar curas y monjas secuestrados en África y en Asia. Pero el dinero que le pagaba el cardenal se utilizó, sobre todo, para comprar artículos de lujo.
- Especuladores y complicidades internas -
Entre junio de 2013 y febrero de 2014, la Secretaría de Estado tomó prestados 200 millones de dólares (170 millones de euros) al banco Crédit Suisse para invertir en el fondo del empresario italiano Raffaele Mincione, Athena Capital Global Opportunities.
El 30 de septiembre de 2018, las acciones habían perdido más de 18 millones de euros (21 millones de dólares) de su valor y "la pérdida global se estima en un monto mucho más importante", indicó Vatican News.
Mincione empleó el dinero en "operaciones imprudentes" y en intentar comprar bancos en crisis. El Vaticano quiso abandonar el fondo, recuperar el control en la toma de decisiones y comprar el edificio. Con este fin, recurrió a otro intermediario financiero, Gianluigi Torzi, para comprar las acciones de Raffaele Mincione. Eso, sin saber que ambos estaban compinchados y contaban con cómplices en la Santa Sede: Enrico Crasso, gestor del patrimonio reservado de la secretaría de Estado, y Fabrizio Tirabassi, funcionario financiero de la Secretaría. A juicio de los investigadores, estos últimos cobraron comisiones.
Gianluigi Torzi hizo que el Vaticano comprara 30.000 acciones sin derecho a voto, mientras que él mismo compró 1.000 con derecho a voto exclusivo.
- Perjuicio desconocido -
El Vaticano no ha aportado ninguna estimación de a cuánto ascienden los daños.
La operación "generó pérdidas sustanciales para las finanzas del Vaticano, y bebió incluso de los recursos destinados a las acciones caritativas personales del Santo Padre", indicaba el comunicado oficial publicado el sábado para anunciar el proceso.
Los 170 millones de euros inicialmente invertidos (201 millones de dólares) solo valían 138 millones (163 millones de dólares) a fecha de 30 de septiembre de 2018. También se deben tener en cuenta las comisiones pagadas a los dos intermediarios por la gestión y el corretaje o la compra de acciones, equivalentes a millones de euros adicionales.
En noviembre de 2020, monseñor Nunzio Galantino, presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), evaluaba las pérdidas vinculadas al edificio de Londres en entre 66 y 150 millones de libras (77-175 millones de euros, 91-207 millones de dólares).
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