PLANO, Texas, EE.UU. (AP) — Demócratas y republicanos están peleando furiosamente entre sí por un asunto que rara vez influye en las elecciones: la mecánica del voto.
Las falsedades de Donald Trump, de que perdió la reelección por un fraude electoral masivo, han impulsado leyes respaldadas por los republicanos que restringen el acceso al voto en más de una decena de estados. Los demócratas intentan contrarrestarlas con un amplio proyecto de ley electoral federal, pero en Texas, uno de los epicentros de la lucha por el voto, los propios ciudadanos no parecen estar preocupados por la batalla.
En general, los partidarios del presidente Joe Biden reprueban los esfuerzos del Partido Republicano para restringir el voto y los partidarios de Trump se sienten alentados por ellos, pero la mayoría de los votantes tienen otros asuntos urgentes en sus mentes.
Brenda Martínez, estudiante de un colegio comunitario, de 19 años, cree que el gobierno debería ayudar más a los estudiantes inmigrantes.
Donald Huffman está preocupado porque la próxima semana cumplirá 50 años y no hay trabajo disponible porque el gobierno federal está retrasando los oleoductos que generalmente ayuda a construir.
Binod Neupane, quien se acaba de mudar a Texas para investigar combustibles alternativos, quiere acciones sobre el cambio climático.
Los tres ciudadanos de Texas tienen poco en común políticamente más que una cosa: a ninguno le preocupan las leyes del voto ni la reforma electoral, temas que han dominado el debate partidista este año, una prioridad absoluta.
Mientras políticos de todo el país, desde Austin, Texas, a Washington, D.C., luchan por los aspectos prácticos de cómo llevar a cabo las elecciones, chocando por detalles como el horario de las urnas y el número de urnas electorales por condado, muchos ciudadanos no parecen estar preocupados por la batalla.
Una base apasionada de votantes y activistas de ambos lados puede estar intensamente concentrada en el asunto, pero una gran mayoría en medio está desconectada y desconcertada por esa atención.
“Desempleo, cambio climático: estas cosas deberían estar en la cabeza de la lista, no el asunto de la votación”, opinó Neupane, de 34 años.
Esa desconexión es el desafío que enfrentan ahora los demócratas, quienes tratan de conseguir apoyo público para una iniciativa de legislación federal que frustraría una serie de nuevas leyes estatales que restringen los procedimientos electorales.
Con mítines, anuncios, eventos en la Casa Blanca y una votación segura en el Senado la próxima semana, los demócratas tienen como objetivo animar a sus votantes en torno al tema, esperando que esas pasiones se mantengan durante las elecciones intermedias del año próximo.
Los republicanos enfrentan sus propias presiones. Las falsas afirmaciones de Donald Trump de fraude masivo en las elecciones de 2020 han erosionado tanto la confianza de algunos votantes republicanos que dicen que no volverán a votar. Mientras tanto, la presión del partido por conseguir restricciones adicionales corre el riesgo de alejar a los votantes moderados.
Ese debate es turbulento todavía en Texas, donde la Legislatura debe regresar a una sesión especial para sopesar la iniciativa de ley sobre el voto. Eso ocurre después de que los republicanos de Texas, siguiendo el ejemplo de las legislaturas controladas por los republicanos en más de una decena de estados, intentaron aprobar un proyecto de ley electoral radical que aumentó el poder de los observadores electorales partidistas, limitó el poder de los funcionarios electorales locales e impidió la votación los domingos por la mañana, justo cuando los feligreses negros suelen acudir en masa a las urnas.
Los demócratas de la Cámara de Representantes de Texas boicotearon el proceso al retirarse en las últimas horas de la sesión legislativa, privando al Partido Republicano del quórum necesario para aprobar el proyecto de ley.
Desde entonces, varias organizaciones de base han intensificado sus campañas y divulgación. El excongresista y candidato presidencial Beto O’Rourke se ha ocupado del tema, realizando mítines y tocando puertas para hablar del tema de la votación, mientras sopesa lanzar una campaña como candidato para gobernador. El miércoles, la vicepresidenta Kamala Harris, la persona clave del gobierno del presidente Joe Biden en el debate de la votación, recibió a los demócratas de Texas en la Casa Blanca.
Pero muchos en los suburbios políticamente mixtos al norte de Dallas, un potencial campo de batalla en las elecciones de mitad de período del año próximo, no parecen muy interesados ni unificados. La franja de vecindarios estuvo una vez dominada por el Partido Republicano, pero ahora está políticamente dividida.
Varios votantes estaban confundidos acerca de por qué los legisladores están dedicando tanto tiempo a los asuntos electorales.
“Poner obstáculos para hacer que sea difícil que la gente vote es simplemente ridículo”, opinó Marcin Mazurek, un albañil de 50 años que recién se mostró interesado en la política durante la era Trump porque estaba muy indignado por el ahora expresidente.
De más de una decena de votantes entrevistados, sólo uno sacó a relucir el tema de forma espontánea: Nathan Nowasky, un contador público jubilado, nativo de Texas y republicano de toda la vida a quien Trump expulsó del partido. Citó el proyecto de ley de votación estatal como una de las razones por las que él y su esposa estaban “pensando en mudarse a otro lugar, porque Texas es un remanso político”.
Los principales partidos políticos han luchado furiosamente durante años en los tribunales por la mecánica de las elecciones, pero rara vez la lucha se ha vuelto una parte central del discurso de los partidos a los votantes. Eso cambió cuando comenzó la pandemia de COVID-19, pues muchos estados liberalizaron sus leyes de votación para que fuera más seguro votar y Trump aprovechó los cambios para alegar que se trataba de una fuente de fraudes, lo que provocó nuevas leyes estatales que a menudo se anuncian como “difíciles” para quienes intenten un fraude electoral.
Kevin Bivens, un hombre negro, es uno de esos votantes que está prestando atención al tema. Considera que la campaña republicana es la más reciente de una larga lista de injusticias raciales.
“Como afroestadounidenses, no es nada nuevo para nosotros”, dijo Bivens, quien dijo tener 50 años y que ha vivido en Texas durante décadas. Él es muy consciente de que pertenece a una minoría tanto política como racial. “Sabemos que no tenemos poder sobre lo que está sucediendo, excepto mediante nuestros votos, y si nos quitan eso...”, dijo, sin continuar.