EEUU: armas militares se pierden; algunas se usan en delitos

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El joven sacó una pistola de su cintura y giró a su escudo humano hacia la policía.

“No lo hagas”, le rogó el oficial que lo perseguía. El joven lo escuchó. Soltó a su rehén y arrojó el arma, deslizándose por la calle hasta las manos del policía.

Pronto se enteraron que la Beretta 9 mm estaba relacionada con algunos delitos. Los casquillos de bala estaban ligados a cuatro tiroteos, todos en Albany, Nueva York.

Y había algo más: la pistola era propiedad del Ejército de los Estados Unidos, un arma destinada a ser utilizada contra los enemigos de ese país, no en sus calles.

El Ejército no pudo decir cómo su Beretta M9 llegó a la capital del estado de Nueva York. Hasta la persecución policial de junio de 2018, ni siquiera se había dado cuenta de que alguien había robado el arma. Los registros de inventario que los investigadores revisaron decían que la M9 estaba segura en Fort Bragg, Carolina del Norte, a más de 960 km (600 millas) de distancia.

“Es muy preocupante”, dijo David Soares, fiscal de distrito de Albany. “Surge la otra pregunta sobre qué más está entrando a una comunidad y que podría representar un peligro claro e inminente”.

Las fuerzas armadas y el Pentágono no parecen dispuestos a que el público conozca las respuestas.

En la primera investigación en su tipo en décadas, The Associated Press ha descubierto que al menos 1.900 armas militares estadounidenses se perdieron o fueron robadas a lo largo de la década de 2010, y algunas resurgieron en crímenes violentos. Debido a que las fuerzas armadas no han dado información básica, el número al que llegó la AP es sin duda un cálculo menor.

Esas armas de guerra desaparecieron debido a que las puertas estaban sin llave, las tropas se durmieron, las cámaras de vigilancia no grabaron, robos tras entradas forzadas y otras fallas de seguridad que, hasta ahora, no habían sido reveladas públicamente.

Si bien el enfoque de la investigación de la AP fueron las armas de fuego, también se perdieron o fueron robados explosivos militares, incluidas granadas antiblindaje que terminaron en un patio trasero de Atlanta.

El robo o pérdida de armas se extendió a todas las fuerzas armadas, incluyendo instalaciones a lo largo y ancho del país, así como bases en el extranjero. En Afganistán, alguien cortó el candado de un contenedor del Ejército y robó 65 Berettas M9, el mismo tipo de la que se recuperó en Albania. El robo pasó desapercibido durante al menos dos semanas, cuando fueron descubiertas cajas vacías de pistolas en el complejo. Las armas nunca fueron recuperadas.

Las unidades de élite tampoco son inmunes. Un exmiembro de una unidad de operaciones especiales del Cuerpo de Infantería de Marina fue arrestado con dos armas robadas. Un miembro de la unidad de elite Navy SEAL perdió su pistola durante una pelea en un restaurante en Líbano.

El Pentágono solía compartir actualizaciones anuales sobre las armas robadas con el Congreso, pero ese requisito terminó y la rendición pública de cuentas ha sido limitada. El Ejército y la Fuerza Aérea, por ejemplo, no pudieron informar a la AP cuántas armas están perdidas o fueron robadas desde 2010 y durante 2019. Así que la AP construyó su propia base de datos usando solicitudes bajo la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública (FOIA, por sus siglas en inglés) para revisar cientos de expedientes de casos penales militares o informes de pérdidas.

A veces las armas desaparecen sin dejar rastro. Los investigadores militares con regularidad cierran casos sin recuperar las armas o encontrar a la persona responsable porque los registros mal hechos conducen a callejones sin salida.

Algunas personas responsables de asegurar las armas pueden ser el problema. Con frecuencia de los rangos más bajos, saben cómo explotar los puntos débiles de las armerías o las gigantescas cadenas de suministro de los militares para hacer dinero fácil.

“Se trata del dinero, ¿cierto?”, dijo en una entrevista el general de brigada Duane Miller, quien como jefe general suplente de la División de Investigaciones Criminales militares es el oficial número 2 en la aplicación de la ley dentro del Ejército.

El robo o la pérdida ocurren más de lo que el Ejército ha reconocido públicamente. En una primera entrevista con la AP, Miller minimizó la desaparición de armas, citando registros que reportan que faltan solo unos cuantos cientos de rifles y pistolas. Pero un análisis interno del Ejército realizado por la Oficina de la División de Investigaciones Criminales del Ejército (Provost Marshal General) y obtenido por la AP registró 1.303 armas de fuego.

En una segunda entrevista, Miller dijo que no había visto los memorandos con anterioridad, los cuales fueron distribuidos por todo el Ejército. “Si tuviera la información frente a mí, la compartiría con ustedes”, dijo Miller. Otros oficiales militares dijeron que los análisis internos podrían exagerar algunas pérdidas.

La AP inició esta investigación hace una década. Desde el inicio, el Ejército ha dado respuestas contradictorias sobre un tema con el potencial de avergonzarlo —y eso, cuando ha dado alguna información. Una persona con conocimiento de la situación describió cómo los oficiales del Ejército se resistieron a revelar detalles de armas faltantes cuando la AP preguntó por primera vez, y, en efecto, esa información nunca fue proporcionada.

Altos oficiales dentro del Ejército, el Cuerpo de Infantería de Marina y la oficina del Secretario de Defensa dijeron que la rendición de cuentas sobre las armas es una alta prioridad, y que cuando el ejército sabe que falta una, eso provoca de hecho una respuesta a gran escala para recuperarla. Los oficiales también dijeron que las armas faltantes no son un problema generalizado y señalaron que las cifras son una fracción diminuta de las reservas militares.

“Tenemos un inventario muy grande de varios millones de estas armas”, dijo en una entrevista John Kirby, vocero del Pentágono. “Nos tomamos esto muy en serio y creemos que hacemos un muy buen trabajo. Eso no significa que no haya pérdidas. No significa que no se hayan cometido errores”.

Kirby dijo que, no obstante, esos errores son pocos y el año pasado los militares pudieron dar cuentas del 99.999% de sus armas de fuego. “Aunque las cifras son pequeñas, una es demasiado”, dijo Kirby.

En ausencia de un requisito de información regular, el Pentágono es responsable de informar al Congreso de cualquier incidente “significativo”. Eso no ha pasado desde al menos 2017. Mientras que un misil portátil faltante, como un Stinger, calificaría para notificar a los legisladores, una ametralladora robada no lo haría, de acuerdo con un alto oficial del Departamento de Defensa, a quien el Pentágono permitió entrevistar con la condición de que no fuera identificado.

Si bien el análisis de la AP cubrió de 2010 a 2019, los incidentes persisten.

En mayo, un recluta del Ejército huyó de Fort Jackson en Carolina del Sur con un rifle M4 y secuestró un autobús escolar lleno de niños, mientras apuntaba su arma de asalto descargada hacia el conductor antes de dejar que todos se fueran.

En octubre pasado, a la policía de San Diego le sorprendió encontrar un lanzagranadas militar en el asiento delantero de un automóvil que detuvo por tener placas vencidas. El conductor y su pasajero eran hombres de edad mediana con antecedentes penales.

Después de dar a conocer el arresto, la policía recibió una llamada de una base del Cuerpo de Infantería de Marina en la costa del Pacífico. Los Marines querían saber si el lanzagranadas era uno de los que estaban buscando. Les leyeron el número de serie. No concordó.

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ARMAS CRIMINALES

Las armas militares robadas han sido vendidas a pandillas callejeras, recuperadas por la policía y utilizadas en crímenes violentos.

La AP identificó ocho casos en los que cinco diferentes armas de fuego militares robadas fueron usadas en un tiroteo civil o en otro crimen violento, y otras en las que delincuentes fueron sorprendidos en posesión de armas. Para ubicar estos casos, la AP revisó diversas investigaciones y registros judiciales. Las restricciones federales para compartir información sobre armas de fuego públicamente significan que estos cálculos seguramente son inferiores.

El Pentágono no sigue de cerca estos casos y el portavoz Kirby dijo que su oficina no tenía conocimiento de que algún arma militar robada haya sido utilizada en delitos civiles. El recuento independiente más cercano que la AP pudo encontrar fue realizado por el FBI, cuyos Servicios de Información de Justicia Criminal señaló que 22 armas de las fuerzas armadas de los Estados Unidos fueron usadas en un delito en la década de 2010. Ese total puede incluir excedentes de armas que el ejército vende al público o presta a la policía civil.

Esos informes del FBI también parecen ser un cálculo inferior: dicen que no se usó ningún arma militar en un delito grave en 2018, pero al menos sí ocurrió con una.

En junio de 2018, la policía de Albany buscaba a Alvin Damon, de 21 años. Lo ubicaron en un tiroteo que involucró la Beretta M9, un arma de batalla para los militares que es similar al modelo que Beretta produce para el mercado civil.

El video de vigilancia que la AP obtuvo mostró a otro hombre disparando el arma cuatro veces hacia un grupo de personas fuera de cámara, cubriéndose detrás de un edificio entre los disparos. Dos hombres que caminaban con él se dispersaron; uno dejó caer su sombrero en medio de la calle. Nadie resultó herido.

Dos meses después, el detective Daniel Seeber vio a Damon en una escalera cerca de la tienda de la esquina Prince Deli. Damon echó a correr, y no mucho después en la persecución, agarró a un hombre que acababa de salir de la tienda con un jugo y una bolsa de papas fritas.

Después de que Seeber controló la situación, los oficiales recogieron la pistola. La policía del estado de Nueva York concluyó que estaba involucrada en cuatro tiroteos en Albany, incluido uno apenas el día anterior en el que alguien disparó hacia la sala de una casa y otro en el que alguien recibió un disparo en el tobillo.

A petición de la policía de Albany, la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de los Estados Unidos (ATF) también rastreó la historia del arma. La ATF contactó al Comando de Investigación Criminal del Ejército, y una revisión de los sistemas de inventario del Ejército mostró que la M9 había sido catalogada como “en tránsito” entre dos unidades de Fort Bragg durante dos años, antes de que la policía la recuperara.

Y el Ejército aún no sabe quién la robó, ni cuándo.

El caso no fue el primero en el que la policía recupera una pistola de servicio robada antes de que las tropas de Fort Bragg se dieran cuenta de que faltaba. La AP encontró un segundo caso que involucra una pistola que estaba entre las 21 M9 que alguien robó de una sala de armas.

La policía militar no supo del robo hasta 2010. Para entonces, una de las M9 estaba en la sala de evidencias del Departamento del Sheriff del Condado de Hoke —recogida en un patio trasero de Carolina del Norte no lejos de Bragg. Otra fue incautada en Durham, después de que fuera usada en un tiroteo en un estacionamiento.

Otra fuente constante de armas de Carolina del Norte ha sido la Marine Corps Base Camp Lejeune, donde las autoridades con frecuencia tienen una investigación abierta sobre un caso de armas faltantes. Detectives en Baltimore que vigilaban las ventas de cocaína arrestaron a cuatro personas y encontraron una Beretta M9 robada de una armería en Lejeune. El Servicio de Investigación Criminal Naval (NCIS, por sus siglas en inglés) encontró en el caso de 2011 que rara vez se cumplieron los procedimientos de inventario y de seguridad. Tres armas fueron robadas; nadie fue acusado.

Oficiales de Carolina del Sur fueron llamados en 2017 después de que un hombre comenzó a disparar al aire una pistola M9 durante una discusión con su novia. El novio, un delincuente convicto, después comenzó a disparar hacia la casa de un vecino. La pistola provenía de una armería de la Guardia Nacional a la que un ladrón entró por una puerta sin llave y de donde se llevó seis armas totalmente automáticas, un lanzagranadas y cinco M9.

Las autoridades en el centro de California todavía encuentran rifles AK-74 totalmente automáticos que son parte de los 26 robados de Fort Irwin hace una década. Oficiales de la policía militar robaron las armas de la base del Ejército y vendieron algunas a la pandilla callejera Fresno Bulldogs.

Al menos nueve de los AK todavía no son recuperados.

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RIESGO INTERNO

Las personas con el acceso más fácil a las armas son aquellas que las manejan y aseguran.

En el Ejército, suelen ser soldados jóvenes asignados a las armerías o las salas de armas, según el coronel Kenneth Williams, director de suministros de la rama de Logística G-4 del Ejército.

“Es un chico o chica joven”, dijo Williams. “Es una persona que normalmente está en su primer periodo de servicio. Así que puede ver que le asignamos una responsabilidad enorme a nuestros soldados inmediatamente después de que llegan”.

Los armeros tienen acceso tanto a las armas de fuego como a las piezas de repuesto para reparar rifles y pistolas, incluidos los receptores superiores, los receptores inferiores y los conjuntos de gatillo.

“Hemos visto problemas como ese en el pasado, en el que un armero podría construir un M16”, un rifle de asalto totalmente automático a partir de piezas de repuesto militares, dijo Mark Ridley, exsubdirector del Servicio de Investigación Criminal Naval. “Hay que estar muy preocupado por ciertos armeros y cómo fabrican armas pequeñas y armamento pequeño”.

En 2014, NCIS comenzó a investigar el robo de partes de armas del Special Boat Team Twelve, una unidad de la Marina de Guerra con base en Coronado, California. Un oficial de armas no pudo encontrar cuatro conjuntos de gatillo que podrían convertir un AR-15 civil en un arma totalmente automática. Investigadores determinaron que un gerente de inventario de la armería manipulaba registros electrónicos y movía artículos o aseguraba que habían sido transferidos. Las piezas nunca fueron recuperadas y el caso fue cerrado después de que los fiscales federales lo rechazaran.

Se supone que los armeros deben revisar las armas cuando la abren cada día, y en términos más generales, la responsabilidad por las armas es parte de la rutina militar. Los conteos visuales, que incluyen el total a la vista de las armas disponibles, son recalcados en las tropas, ya sea que estén en el campo, de patrullaje o en la sala de armas.

Cuando son robadas, las armas llegan al público de tres maneras principales: por venta directa de los ladrones a los compradores, a través de casas de empeño y tiendas de excedentes, y en línea.

Los investigadores han encontrada armas o piezas militares sensibles y restringidas en sitios como eBay, que aseguró en un comunicado que tiene “cero tolerancia” hacia el equipo militar robado en su sitio.

En Fort Campbell, Kentucky, los soldados se involucraron en un plan para robar piezas de ametralladoras y otros artículos que terminaron con compradores en Rusia, China, México y otros países. El líder civil, quien fue encontrado con un almacén de artículos robados, fue condenado. Las autoridades dijeron que ganó cientos de miles de dólares.

A menudo, sin embargo, recuperar un arma puede resultar difícil.

Cuando no se pudo localizar un lanzagranadas M203 durante un inventario de 2019 en una base de suministros en Albany, Georgia, los investigadores buscaron imágenes de cámaras de vigilancia. No existían: el gerente del almacén dijo que el sistema no podía ser reproducido en ese momento.

Un análisis de 45 investigaciones exclusivas de armas en la Marina de Guerra y el Cuerpo de Infantería de Marina encontró que en el 55% de los casos no se pudo encontrar ningún sospechoso y que las armas aún faltaban. En esos casos sin resolver, los investigadores encontraron que los registros fueron destruidos o falsificados, que los inventarios de las armerías no fueron realizados durante semanas o meses, y que las salas de armas carecían de seguridad básica.

En la jerga de la Marina de Guerra, “gun-decking” significa falsificar reportes y registros. En el caso del USS-Comstock, el “gun-decking” provocó la desaparición de tres pistolas.

Los investigadores encontraron innumerables fallas de seguridad en el caso de 2012, incluido un marinero que fue visto dormido en la armería. Las pistolas faltantes no fueron registradas correctamente en el inventario del buque cuando fueron recibidas varios días antes. Los investigadores no pudieron precisar qué día desaparecieron las pistolas porque los marineros hicieron “gun-decking” con los reportes de inventario de armas al no realizar recuentos reales.

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MARGEN PARA LA DISCREPANCIA

Los oficiales militares se abstuvieron de discutir cuántas armas tienen y, mucho menos, cuántas faltan.

La AP recibió información de que el Ejército, el mayor de los servicios armados, es responsable de alrededor de 3,1 millones de armas pequeñas. Entre las cuatro ramas, las fuerzas armadas de los Estados Unidos tienen un estimado de 4,5 millones de armas de fuego, según Small Arms Survey, una organización sin fines de lucro.

La AP buscó registros de armas faltantes de los cuatro servicios, incluidos archivos de casos penales, formularios de pérdida de bienes y datos de los registros de armas pequeñas. En sus cuentas, siempre que fue posible, la AP eliminó casos en los que las armas de fuego se perdieron en combate, durante accidentes como choques de aeronaves y otros incidentes similares.

A diferencia del Ejército y la Fuerza Aérea, que no pudieron responder preguntas básicas sobre armas desaparecidas, el Cuerpo de Infantería de Marina y la Marina de Guerra pudieron dar datos básicos de la década de 2010.

La información de la Marina de Guerra muestra que 211 armas de fuego fueron reportadas perdidas o robadas. Además, 63 armas de fuego que anteriormente se consideraban faltantes fueron recuperadas.

Un análisis de los datos del Cuerpo de Infantería de Marina que hizo la AP, estableció que 204 armas de fuego se perdieron o fueron robadas, 14 de las cuales fueron recuperadas posteriormente.

Para dar cuenta de las armas faltantes, el Pentágono confía en los informes de incidentes de los servicios, los cuales conserva solo tres años.

Oficiales del Pentágono dijeron que alrededor de 100 armas de fuego se perdieron tanto en 2019 como en 2018, y que la mayoría era atribuible a accidentes o pérdidas en combate. El total de la AP, que excluyó esos tipos de incidentes de su recuento, fue de todos modos más alto que los datos del Pentágono.

Los oficiales dijeron que sólo podían discutir sobre cuántas armas se perdieron en 2018. ¿La razón? No están obligados a mantener registros anteriores. Sin proveer documentación, el Pentágono aseguró que el número armas perdidas se redujo significativamente en 2020, debido a que la pandemia del coronavirus redujo muchas operaciones militares.

La Fuerza Aérea fue la única rama de servicio que no divulgó ningún dato. Primero respondió a varias solicitudes hechas mediante la ley de transparencia (FOIA) y dijo que no existían registros. Representantes de la Fuerza Aérea dijeron después que no proporcionarían detalles hasta que se procesara por completo otra solicitud más presentada hace un año y cinco meses.

El Ejército trató de suprimir información sobre armas faltantes y dio cifras engañosas que contradicen memorandos internos.

La AP comenzó a pedirle al Ejército detalles sobre armas faltantes en 2011, y presentó una solicitud un año después de los informes de armas registradas como faltantes, extraviadas, robadas o recuperadas en el Registro de Armas Pequeñas y Armamento Ligero del Departamento de Defensa (Department of Defense Small Arms and Light Weapons Registry). Charles Royal, el exempleado del Ejército que estaba a cargo del registro, dijo que él preparó informes para ser entregados que los altos mandos eventualmente bloquearon en 2013.

“Se trata de millones de armas”, dijo Royal en una entrevista reciente. “Pero se supone que tengamos un reconocimiento del cien por ciento, ¿cierto? Ok, no se nos permite una discrepancia en eso. Pero hay mucho margen para discrepancias”.

El portavoz del Ejército, el teniente coronel Brandon Kelley, dijo que los sistemas de inventario de propiedades no rastrean fácilmente cuántas armas se han perdido o han sido robadas. Oficiales del Ejército dijeron que el conteo más preciso podía encontrarse en los informes de investigaciones criminales que proporcionaron a la AP bajo otra solicitud de registros federales.

La lectura de la AP de estos registros de investigación mostró 230 rifles o pistolas perdidos o robados entre 2010 y 2019 —un cálculo claramente menor. Los documentos internos muestran hasta qué punto los oficiales del Ejército le restaban importancia al problema.

La AP obtuvo dos memorandos que abarcan desde 2013 hasta 2019 donde el Ejército contabilizó 1,303 rifles y pistolas perdidos o robados, con el robo como la causa principal de las desapariciones. Esa cifra, que los oficiales del Ejército dijeron que podía incluir algunas pérdidas en combate, se basaban en investigaciones criminales e informes de incidentes.

Durante el mismo período, los registros de investigación que Kelley citó mostraron 62 rifles o pistolas perdidos o robados. Algunos de ellos, como la Beretta M9 utilizada en cuatro tiroteos en Albany, Nueva York, ya fueron recuperados.

“Un arma causa una tonelada de devastación”, dijo Soares, el fiscal de distrito de Albany. “Y después responsabiliza a los funcionarios locales y a las fuerzas del orden locales para que trabajen más duro y traten de eliminar esas armas de la comunidad”.

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Hall reportó desde Nashville, Tennessee; LaPorta desde Boca Raón, Florida; Pritchard desde Los Ángeles; Myers desde Chicago. Contribuyeron con este reporte Jeannie Ohm, en Arlington, Virginia; Brian Barrett, Randy Herschaft y Jennier Farrar en Nueva York; Michael Hill, en Albany, Nueva York, y Pia Deshpande en Chicago.

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Puede contactar por correo electrónico al Equipo de Investigaciones Globales de la AP en: investigative@ap.org.

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