El presidente sirio Bashar al Asad, que será reelegido para un cuarto mandato el miércoles, es un autócrata frío y endurecido por un conflicto que desgarra a su país desde hace más de 10 años y es ya el más letal de este principio de siglo.
En reuniones oficiales, conversaciones o visitas al frente este hombre de 55 años con frecuencia habla en un tono calmo pero firme, salpicado de pausas y esbozos de sonrisas.
Inclusive en el momento cúlmine de la guerra civil, se mantuvo imperturbable, convencido de su capacidad para abatir a una rebelión que denunció como "terrorista" y fruto de "un complot" para derrocarlo urdido por países enemigos.
Su segura victoria en las presidenciales será un duro golpe más para la oposición que ansía su caída.
Con su campaña bajo el lema "La esperanza mediante el trabajo", Asad busca erigirse en el único artífice de la reconstrucción que su país necesita desesperadamente.
"Bashar al Asad es una personalidad única y compleja. Cada vez que lo encontré, se mostraba tranquilo, inclusive en los momentos más críticos y difíciles de la guerra", afirma un periodista bajo cubierta del anonimato.
"Son exactamente las características que tenía su padre", Hafez al Asad, quien gobernó Siria con mano de hierro durante 30 años, añade.
Bashar al-Assad "ha logrado volverse indispensable. En política, es importante saber barajar las cartas y supo controlar el juego", prosigue.
- Sin concesiones -
Oftalmólogo formado en el Reino Unido, Bashar al Asad vio su destino cambiar con la muerte en un accidente de tránsito en Damasco, en 1994, del "delfín" Basel, su hermano mayor.
Entonces se vio obligado a abandonar Londres, donde conoció a su esposa Asma, una sirio-británica que trabajaba en la 'City' para JP Morgan.
Hizo un curso militar antes de iniciatse en asuntos políticos junto a su padre.
Tras la muerte de Hafez al Asad, en 2000, lo sucedió tras un referéndum y sería reelegido en 2007.
Entonces, con apenas 34 años, encarna una figura reformadora, ágil para iniciar la liberalización económica y una relativa apertura política del país.
Comienza inyectando una tímida dosis de libertad, pero la "Primavera de Damasco" será de corta duración. Los opositores serán rápidamente silenciados y encarcelados.
En cuanto a una apertura económica, ve emerger una guardia próxima que acapara la riqueza y, por lo tanto, se profundizan las desigualdades sociales.
Cuando, en el marco de la Primavera Árabe, la revuelta explota en su país en marzo de 2011, la reprime sin piedad, provocando una militarización del levantamiento que se transforma en conflicto armado.
En más de diez años de guerra con un saldo provisional de más de 388.000 muertos, no hace concesiones para compartir el poder, lo que confirma su áspero carácter.
- Ternos bien cortados -
Sin embargo, físicamente, Bashar al Asad no corresponde con la imagen tradicional del dictador.
Muy raras veces con uniforme militar, prefiere los trajes bien cortados, las corbatas sobrias y parece más un alto ejecutivo.
Padre de dos varones y una niña, no cambió mucho sus hábitos cotidianos durante la guerra, de acuerdo a sus allegados.
"A veces él mismo sigue las lecciones de sus hijos, e insiste en mantener una relación directa con ellos", afirma el periodista que ha estado varias veces con él.
Gracias al apoyo de sus padrinos iraníes y rusos, logró recuperar dos tercios del territorio de su país.
A nivel interno, merced a su "perseverancia y rigor", ha logrado "monopolizar los poderes de decisión y garantizar el apoyo absoluto del ejército", explica un investigador en Damasco.
Actualmente, su equipo electoral intenta transmitir la imagen de un estadista moderno, trabajador y proyectado hacia el futuro.
Las fotos lo muestran trabajando en su oficina, o participando en una campaña de reforestación, así como visitando una fábrica o posando junto a soldados en el frente.
"Asad está a punto de convertirse en ex y próximo presidente de Siria", resume Nicholas Heras, del Newlines Institute de Washington. Está haciendo todo, al igual que sus socios, "para imponer esta realidad".
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