¿Conseguirá Sudáfrica juzgar a Jacob Zuma, el expresidente intocable?

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El incombustible Jacob Zuma, expresidente sudafricano obligado a dimitir en 2018 a raíz de una serie de escándalos de corrupción, ¿llegará a ser juzgado algún día? El zulú (etnia mayoritaria de Sudáfrica) de 79 años, astuto y carismático, ha hecho de todo para atrasarlo.

El lunes está citado en el tribunal de Pietermaritzburgo (este) para responder de 16 acusaciones de fraude, tráfico de influencias y extorsión en la compra de aviones de combate, patrulleras y equipo militar al grupo francés Thales cuando era vicepresidente.

Pero un mes justo antes de este proceso sobre sobornos, que se remontan a 1999, todos sus abogados, como un solo hombre, renunciaron a finales de abril a representarle. Sin la menor explicación.

¿Enésima maniobra? No se ha filtrado nada sobre las razones pero el antiguo presidente(2009-2018) podría solicitar un nuevo aplazamiento mientras reorganiza su defensa.

"Es prácticamente seguro que él -o su nuevo equipo de abogados si los tiene- solicitará un aplazamiento y que este aplazamiento será concedido", asegura el abogado James Grant, interrogado por la AFP sobre los diferentes escenarios judiciales posibles.

En los últimos meses, Zuma desafió a las autoridades desde su residencia de Nkandla en la campiña zulú, reformada con el dinero del contribuyente por 24 millones de dólares durante su presidencia con el pretexto de realizar trabajos de "seguridad".

El jovial Zuma, que se mostró la semana pasada en TikTok bailando con sus nietas, parece encantado de reírse de los opositores, haciendo honor a su segundo nombre, Gedleyihlekisa, que significa en zulú "el que ríe aplastando a sus enemigos".

- Impasse y aplazamientos -

Pese a las múltiples acusaciones de corrupción, este combatiente anti-apartheid autodidacta, pastor de ganado que escaló los peldaños del poder sin pasar por el colegio, sigue contando con apoyos entusiastas y conserva su influencia.

"La mayoría de los sudafricanos comprenden lo que significa ser un outsider, no tener las relaciones que hay que tener", dice Sithembile Mbete, de la Universidad de Pretoria, para ilustrar la faceta indiscutible de su popularidad.

En tiempos del ANC (Congreso Nacional Africano) en el exilio bajo el apartheid, "JZ" fue el temido jefe de inteligencia, ocupándose de los traidores y de los informantes. Pasó 10 años en Robben Island, donde estuvo Mandela, como prisionero político.

En 2018, antes del final de su segundo mandato como presidente, cayó en desgracia arrastrado por una terrible espiral de escándalos, doble juego y abuso de poder. Pero construyó una red de fieles, entre los parlamentarios y los responsables políticos.

"Tiene cantidad de secretos que ha amenazado con divulgar", dice la politóloga Asanda Ngoasheng.

Desde entonces, juega al gato y al ratón con la comisión anticorrupción, que estableció a principios de 2018 poco antes de su caída, para tratar de convencer de que no tenía nada que esconder.

La tensión creciente debida a los rechazos repetidos de Zuma a declarar ha llevado a un callejón sin salida, pese a que ha sido citado directa o indirectamente por una treintena de testigos en esta comisión consultiva, cuyas conclusiones podrán ser enviadas a la fiscalía.

Zuma está acostumbrado a los tribunales. En 2006, fue absuelto de la violación de la hija seropositiva de uno de sus antiguos compañeros de lucha. Escandalizó a todo el país al asegurar que se había "duchado" tras una relación no protegida pensando que así podía evitar cualquier contagio del VIH.

En el juicio de sobornos que se abre el lunes, está acusado de haberse embolsado más de 4 millones de rands (unos 235.000 euros actuales) de Thales una de las ganadoras de un jugoso contrato de un valor de 2.800 millones de euros (3.400 millones de dólares).

Desde su acusación, el expresidente ha multiplicado los recursos para tratar de anular las acusaciones, donde Thales también está inculpada por corrupción, extorsión y blanqueo de dinero.

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