(Bloomberg) -- A las vacas de Nueva Zelanda les están sirviendo un cóctel generalmente asociado con los hípsters de Nueva York o Londres.
Con un producto llamado Kowbucha, un guiño a la popular bebida fermentada kombucha, uno de los productores de lácteos más grandes del mundo, Fonterra Cooperative Group Ltd., está realizando pruebas para ver si logra reducir la cantidad de metano expulsado por los 4,9 millones de vacas que hay en el país.
El suplemento es el último esfuerzo de los agricultores para resolver un problema cada vez más preocupante, a medida que el país se compromete a alcanzar su meta de emisiones cero. A diferencia de la mayoría de las economías desarrolladas, Nueva Zelanda depende en gran medida de la agricultura, especialmente de vacas y ovejas, por lo que mientras otros se centran en reducir el dióxido de carbono, el país tiene un problema mucho mayor con los gases que se producen en el estómago de los animales.
Desde 1920, Fonterra ha fabricado quesos y yogures, y ahora está probando cuáles de estos nuevos productos pueden reducir la cantidad de metano que las vacas eructan cuando digieren el pasto con el que se alimentan.
“Las fermentaciones producidas por esos cultivos pueden tener efectos bastante dramáticos en la digestión, no solo en humanos sino también en animales”, dice Jeremy Hill, científico jefe de la cooperativa. Kowbucha es uno de los posibles candidatos para la cooperativa lechera, que también está considerando otras opciones, incluidas alguna algas marinas.
La tecnología de este producto aún se encuentra en una etapa temprana de investigación y, al igual que otras posibles soluciones al problema bovino, se enfrenta a preguntas sobre cómo implementarla en los pastizales donde las vacas pasan la mayor parte de sus días, además de si los agricultores podrían pagarla. Sin embargo, es fundamental para Nueva Zelanda si el país quiere cumplir su meta ambientalista.
El metano, hecho de carbono e hidrógeno, es hasta 56 veces más potente que el CO2 contra el calentamiento global. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático respaldado por las Naciones Unidas estima que se necesitará una reducción global de este gas de entre 40% y 45% para 2030 para limitar el calentamiento a 1,5 ° C. Además, debido a que el metano permanece en la atmósfera durante solo una década, reducir su producción podría representar una ganancia relativamente rápida en comparación con el dióxido de carbono, que perdura durante siglos.
“Si no nos ocupamos de la agricultura, nunca llegaremos a los objetivos de bajo calentamiento”, dijo Drew Shindell, autor principal de un futuro artículo de investigación de las Naciones Unidas sobre el metano.
Pero la ciencia detrás de la reducción de los gases digestivos de las vacas es mucho más difícil que frenar otras emisiones de metano, como la quema en los campos de petróleo y gas o las fugas de los vertederos. Las vacas y otros rumiantes utilizan microbios en el estómago para descomponer las fibras resistentes que los humanos no pueden digerir. Como resultado, frenar el metano que producen podría requerir ajustar la biología y fisiología de los animales.
Nota Original:Cow Cocktails and Vaccines Join the Battle to Reach Net Zero
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