Bogotá, 9 abr (EFE).- "¿Qué tenemos que hacer? Tú, ganarle a (Gustavo) Petro y yo a (Sergio) Fajardo", decía este lunes Ángela María Robledo, que busca ser candidata presidencial en 2022 en Colombia, recogiendo una consigna que resuena desde hace tiempo: las mujeres están listas para presidir el país y se cansaron de estar a la sombra de los hombres.
El mensaje se lo lanzaba en la Convención Nacional Feminista celebrada esta semana, con más de 200 asistentes y miles siguiéndolo desde la distancia, a la activista Francia Márquez, que también ha dado un paso adelante y quiere convertirse no solo en la primera presidenta de Colombia sino en la primera persona negra en el poder.
"Nosotras estamos diciendo que queremos estar en primera línea", comenta a Efe Robledo, quien insiste, "no le estoy haciendo la tarea a nadie". Es el mismo mensaje que repite Márquez, situada en un espectro político más a la izquierda, en platós, radios y sus redes sociales: "no le cargaría la maleta a nadie".
"Es de remarcar el hecho que dos mujeres con un liderazgo importante expresen su intención electoral, básicamente porque en las mujeres expresar las ambiciones en ocasiones está mal visto", subraya en una entrevista con Efe Angélica Bernal, profesora de Ciencia Política de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Pero pensar que las mujeres son nuevas en política "es desconocer una historia en donde las mujeres siempre han hecho parte de lo público", señala Bernal.
"Lo que habría que hacer es normalizar el hecho de que tengan aspiraciones electorales que son totalmente legítimas y que se ajustan a las reglas del juego democrático en cualquier país del mundo".
POLÍTICA TRADICIONAL VS. FEMINISTA
Decir de forma tan explícita que se le quiere arrebatar el liderazgo a dos figuras tan fuertes como Fajardo, en el centro, y Petro, en la izquierda colombiana, ha levantado suspicacias, pero no es más que la misma declaración de intenciones que hace cualquier hombre.
Sin embargo, juegan en un tablero dominado por una presencia marcadamente masculina.
Los partidos políticos, de todo espectro ideológico, "históricamente han establecido obstáculos para la inclusión de las mujeres", afirma Bernal.
Robledo fue compañera de fórmula de Petro en las elecciones de 2018 y disputaron la segunda vuelta con el actual presidente, Iván Duque, pero en enero dejó la coalición Colombia Humana porque se quedó "sin espacio político" y quería "buscar nuevos caminos para continuar feminizando la política".
Sin embargo, Robledo considera que es posible hacerse ese hueco, que pretende disputar ahora en la Coalición de la Esperanza que va a lanzar junto a Fajardo para unir al centro y al Partido Verde en 2022, sin que le hagan "ningún favor": "No queremos un ajuste de programa, nosotras queremos un programa que incorpore la mirada feminista y la mirada de las mujeres en Colombia", alega.
LEGADO DE VIOLENCIA
La Convención Nacional Feminista fue un momento de ilusión para muchas mujeres y políticas que consideran que las elecciones del próximo año pueden ser el espacio definitivo.
Surge del "mal gobierno actual", dice Robledo, y de "ojalá un marchitamiento del uribismo en Colombia que lleva 20 años de una u otra manera gobernando y rompiendo reglas fundamentales de la democracia".
Quieren una concepción diferente de la política, en la que, en el caso de Robledo, se ponga "el cuidado en el centro de la agenda" y se desarrolle el Estado social que la militarización del país no permite para que "los derechos no sean mercancía".
"Despatriarcalizar la política es el gran desafío y significa arrancar el racismo de la humanidad", afirmó por su lado Márquez, en una entrevista con el medio digital 070.
"Quiero romper con las ganancias que se obtienen en política en nombre de la miseria, del hambre, sembrando miedo para luego ofrecer seguridad", asevera la activista, que aún no ha decidido si se sumará al Pacto Histórico, la plataforma de izquierdas lanzada para las elecciones por formaciones como Colombia Humana, el Polo Democrático o Unión Patriótica.
Sin embargo, Bernal considera que el debate actual sobre el papel de la mujer en la política se debe más a la coyuntura, al momento feminista que viene del Día de la Mujer y de esta Convención, pero "luego, cuando las cosas se decantan, todo vuelve a su curso normal y eso pasa a ser un tema secundario, que no está en la agenda de nadie y que todo el mundo lo pasa por encima".
Además, estas dos mujeres, sobre todo Márquez -negra, de orígenes campesinos, procedente del convulso departamento del Cauca-, representan un feminismo que crea mucho rechazo en gran parte de la población.
LIDERAZGO MÁS HEGEMÓNICO
En el otro lado del tablero electoral está la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, que aún no ha decidido si se presentará a las elecciones, pero que tras ser dos veces candidata presidencial cuenta con sobrada experiencia.
Ramírez tiene un largo currículum en la administración pública y una experiencia mayor incluso que la del presidente Duque, y a pesar de los techos de cristal que ha roto, representa un feminismo que cuenta con el visto bueno de empresas y sectores más conservadores.
"Ese es un feminismo que molesta menos porque simplemente quiere integrarse a lo que ya está, jugar con las reglas establecidas", alega Bernal.
Un feminismo que busca igualdad de oportunidades en el mercado laboral y muy centrado en lo económico, pero que rechaza las disidencias sexuales o cuestiones como el aborto.
Y que en ocasiones niega la vara con la que se mide a las mujeres en puestos de poder y decisión, donde cada error es observado con lupa y hay más prejuicios que con los hombres.
La campaña se presenta compleja, no solo por lograr las candidaturas sino porque ser política y líder en Colombia es también peligroso, y bien lo sabe Márquez, que fue atacada con granadas en 2019, mientras estaba reunida con otros líderes del Cauca.
"La tarea que nosotras tenemos es bien difícil, pero a mí me gustan las tareas difíciles", asegura Robledo, "creo que uno se hace fuerte en la dificultad. Y mi vida ha sido eso, nada me lo han dado, nada me lo han regalado", promete.