París, 8 abr (EFE).- Poeta "maldito" por excelencia, el francés Charles Baudelaire, que nació el 9 de abril de 1821, cumple su bicentenario sin que el país -que ya en su época censuró y se escandalizó ante sus escritos- le dedique un homenaje a la altura de su obra.
El autor de "Las flores del mal", cuyos versos rompieron con la poesía tradicional y abrieron la vía a la moderna, fue tan perfeccionista como incomprendido e hizo de sus paradojas y falta de sintonía con sus coetáneos su bandera.
"Tenía una gran conciencia de sí mismo y de su poesía. Era crítico y autocrítico. Pensaba que la falta de éxito era el testimonio del valor de su poesía", explica a EFE el especialista Andrea Schellino, corresponsable del Grupo Baudelaire en la Escuela Normal Superior de París.
El también poeta Arthur Rimbaud diría de él que fue "el verdadero Dios", el escritor André Breton lo consideró "el primer surrealista" y Paul Valéry lo ensalzaría como "el poeta más importante", pero su temática libertina le valió en vida más reproches que reconocimientos.
La primera edición de "Las flores del mal" se publicó en 1857 y fue mutilada por la censura después de que su autor fuera acusado de "ultraje a la moral pública" y sancionado con una multa y con el veto a seis de esos poemas.
"Fue un verdadero escándalo, sobre todo en París, porque en ese momento la cultura literaria en Francia era particularmente parisina, pero no hay que olvidar que la tirada original del 57 se limitó a unos 1.100 ejemplares", recuerda Schellino.
OBRA MAGNA
Ese poemario, del que se han nutrido multitud de autores posteriores, desde Julio Cortázar a Serge Gainsbourg, fue su consagración y el lugar en el que exploró las pulsiones humanas más oscuras, mostrándose como heredero de la tradición y renovador de la misma.
Tenía 36 años y no era un escritor novel. Le precedía también su trabajo como periodista y crítico de arte y literario, pero con "Las flores del mal", según diría Paul Valéry, consiguió que "la poesía francesa saliera por fin de las fronteras de la nación".
"Por su pensamiento, su forma, estructura, simbolismo y percepción de las cosas, marcó la historia", añade a EFE el presidente de la Sociedad Internacional de Amigos de Charles Baudelaire, Binod Khakurel.
Baudelaire perdió a su padre a los seis años de edad y nunca llegó a encajar con el general Jacques Aupick, con quien su madre se casó un año después del fallecimiento del patriarca y a quien no le perdonó la educación recibida.
De adulto, París y su Barrio Latino fueron el escenario de una vida tumultuosa. Contrajo la sífilis a los 20 años, una enfermedad cuyas consecuencias le provocarían la muerte a los 46, y no escondió su experimentación con las drogas, de la que escribió en "Los paraísos artificiales".
"Aunque hay que revisar un poco el mito del 'poeta maldito'. Era en realidad un consumidor muy moderado de opiáceos. Los tomaba, como muchos jóvenes escritores, también por razones médicas, pero no era algo excesivo, como fue el caso de ciertos escritores del siglo XX", precisa Schellino.
BICENTENARIO DESAPERCIBIDO
Ahora, dos siglos después de su nacimiento, la conmemoración de esa fecha ha llegado de forma casi desapercibida, frente a los fastos por el 150 aniversario de la revolución de La Comuna de París o los previstos para el bicentenario de la muerte de Napoleón Bonaparte, el próximo 5 de mayo.
Una nueva edición de "Las flores del mal" que toma como base la lanzada en diciembre de 1868, en cuya revisión ya no participó el también autor de "El Spleen de París", algunos coloquios y una exposición en otoño en la Biblioteca Nacional son sus actos más destacados.
"Francia, que sabe homenajear tan bien a sus personalidades históricas, no ha rendido todavía el homenaje que merece su mayor poeta", lamenta Khakurel, que prevé escribir al presidente del país, Emmanuel Macron, y a la alcaldesa parisina, Anne Hidalgo, para corregirlo.
La pandemia, la falta de una organización estructurada en torno al literato o que muriera sin descendientes que hagan presión contribuyen, a su juicio, al reducido eco de la efeméride de una figura cuya visión, afirma Schellino, sigue siendo necesaria.
"Ninguna manifestación puede hacer justicia a su poesía. No se le puede reducir a una ideología o pensamiento. Puede ir en contra de lo que pensamos y no creo que eso pueda ser objeto de grandes celebraciones como con otros escritores que no son ciertamente inferiores pero transmiten valores tal vez más reductibles. Lo importante -concluye- es seguir leyéndolo".
Por Marta Garde