AMIENS, Francia (AP) — Mientras Francia lucha contra un nuevo brote de coronavirus que muchos creen que era evitable, la enfermera de cuidados intensivos Stephanie Sannier gestiona su estrés y su tristeza subiéndose a su auto, tras un turno de 12 horas, y poniendo música para cantar lo más alto que puede.
“Me permite respirar, y llorar", dice.
Pacientes con COVID-19 ocupan todas las camas en su unidad de cuidados intensivos en el hospital de la localidad natal del presidente, Emmanuel Macron, Amiens, una ciudad medieval del norte del país. Tres personas han muerto en los últimos tres días. El vasto complejo medico está rechazando a enfermos críticos de localidades próximas más pequeñas por falta de espacio.
Con Francia convertida en el último epicentro de la pandemia en Europa, Macron ordenó el miércoles el cierre temporal de las escuelas en todo el país y nuevas restricciones de viaje. Pero se resiste a los llamados para decretar una cuarentena estricta, aferrándose a su estrategia, una “tercera vía” entre la libertad y el confinamiento que busca mantener bajo control tanto las infecciones como a una población inquieta hasta que no se complete la vacunación masiva.
El gobierno se niega a reconocer el fracaso y culpa a la demora en la entrega de las vacunas y a la desobediencia de los ciudadanos del repunte de los contagios y la saturación de los hospitales. Los críticos del presidente responsabilizan a su arrogancia extrema y señalan que los líderes han ignorado las señales de advertencia y primaron los cálculos políticos y económicos por encima de la salud — y las vidas — de la población.
“Sentimos que esta ola viene con mucha fuerza", dijo Romain Beal, un especialista en oxigenación de la sangre del hospital Amiens-Picardie. “Tuvimos familias en las que la madre y su hijo murieron al mismo tiempo en dos salas distintas de cuidados intensivos. Es insoportable".
Los médicos del hospital vieron como la variante que asolaba Gran Bretaña cruzó el Canal de la Mancha y avanzó hacia el sur por el país. Como ocurrió allí, la nueva variante está llenando las urgencias y UCIs con pacientes más jóvenes y sanos. Los médicos de Amiens hicieron todo lo posible para prepararse, incorporando refuerzos y habilitando una unidad de cuidados intensivos temporal en un ala de pediatría.
Luego de que las muertes batiesen récords en Gran Bretaña en enero y de que las nuevas variantes barriesen el continente desde República Checa a Portugal, Francia seguía elogiando su “tercera vía”.
Las proyecciones de los científicos franceses — incluyendo las del propio organismo que asesora al ejecutivo en la pandemia — avanzaron los problemas. Los gráficos del instituto nacional de investigación Inserm de enero y febrero contemplaban un aumento de la tasa de hospitalización por el virus en marzo o abril. Los preocupados doctores pidieron medidas preventivas más allá de las que estaban en vigor — un toque de queda a partir de las 18:00 horas en todo el país y el cierre de todos los restaurantes y muchos otros negocios.
Semana tras semana, el gobierno se negó a imponer un nuevo confinamiento, citando la estabilidad de las tasas de contagio y hospitalización, y esperando que se mantuviesen así. Los ministros destacaron la importancia de mantener la economía en marcha y de proteger la salud mental de una población agotada tras un año de incertidumbre. Los aliviados ciudadanos impulsaron la popularidad de Macron en las encuestas.
Pero el virus siguió su curso. La tasa nacional de contagios se ha multiplicado por dos en las tres últimas semanas y los hospitales de la capital, París, se preparan para la que podría ser su peor batalla hasta la fecha, cuando según las previsiones, la ocupación de las UCIs podría superar a la de la primera ola de hace un año.
Reconociendo los desafíos, Macron anunció el miércoles el cierre de las escuelas del país las tres próximas semanas, la prohibición de viajar por el país durante un mes y la creación de miles de camas de UCIs. Además prometió contratar personal de refuerzo.
Mientras que otros países decretaron su tercer confinamiento en los últimos meses, Macron dijo que al no hacerlo “hemos ganado unos preciados días de liberad y semanas de escolarización para nuestros hijos, y hemos permitido que cientos de miles de trabajadores se mantengan a flote”.
Al mismo tiempo, Francia ha pedido otras 30.000 vidas en lo que va de año a causa del coronavirus. Además, reporta más contagios que ningún otro país en Europa y es una de las naciones con más fallecidos desde el inicio de la pandemia, 95.640.