La noche anterior a la Navidad ortodoxa, a inicios de enero, el sacerdote etíope Girmay Getahun, con su bata blanca y la biblia en la mano, llegó a su iglesia por una camino de tierra para preparar las ceremonias del día siguiente.
Hacia medianoche, hombres armados invadieron su pueblo del oeste de Etiopía, en la región de Benishangul-Gumuz, obligándolo a huir y a esconderse en el bosque durante dos días.
A su regreso, una visión de espanto lo esperaba: los ocho trabajadores temporales que alojaba fueron asesinados, últimas víctimas hasta la fecha de una serie inexplicada de masacres que han causado centenares de víctimas y desplazado a decenas de miles de personas.
La violencia interétnica que afecta el oeste de Etiopía, especialmente la zona de Metekel, comenzó antes del lanzamiento, a inicios de noviembre, de una vasta operación militar del gobierno contra las autoridades disidentes de la región del Tigré (norte).
Se intensificaron durante la operación, lo que muestra las tensiones sangrientas que fracturan al segundo país más poblado de África(unos 110 millones de habitantes) desde la llegada al poder en 2018 del primer ministro Abiy Ahmed, premio Nobel de la Paz 2019.
A mediados de noviembre, 34 habitantes fueron asesinados en Metekel en el ataque de un bus. A fines de diciembre, el día anterior a un viaje de Abiy por la zona, más de 200 personas murieron en una masacre nocturna, algunos quemados cuando dormían. En enero, un ataque causó 80 muertos.
Aunque los observadores se preguntan aún qué hay detrás de esos ataques, el temor de que nuevos actos de violencia empeoren es bien tangible.
El gobierno reveló recientemente su intención de formar una milicia compuesta de desplazados de los anteriores ataques para regresar a Metekel y "proteger" a quienes se quedaron.
En un campamento de desplazados de la ciudad de Chagni, al este de Metekel, el sacerdote Girmay hace parte de los numerosos residentes que apoyan esta iniciativa.
"No apoyo totalmente la idea de formar una milicia, pues desde mi punto de vista es como decir 'mátense entre todos'. Pero si hay otra posibilidad y (los atacantes) no están desarmados, tendremos que entrenar reclutas de aquí", explicó a la AFP.
- Explicaciones diversas -
Por ahora Abiy ha fracasado en suministrar explicaciones de las matanzas de Metekel.
Ante los diputados, dijo en octubre que los autores recibían entrenamiento en el vecino Sudán, y en diciembre aseguró que los ataques tenían como objetivo sacar a las tropas de la operación en Tigré. Pero no suministró ninguna prueba para ampliar esas acusaciones.
En el campamento de Chagni, situado en la región Amhara, dominan las teorías sobre antiguos diferendos de propiedad.
La mayoría de los 20.000 habitantes del campamento son de la etnia Amhara, segunda más importante del país, y muchos de ellos hablan de un "genocidio Amhara" que se está llevando a cabo en esta parte del país y perpetrado por milicianos locales Gumuz.
Según ellos, los ataques buscan sacar a los cultivadores Amhara de las tierras que los Gumuz trabajaron durante mucho tiempo.
Dirigentes Amhara retomaron esta explicación para reclamar que las fuerzas de seguridad Amhara sean desplegadas en masa al lado del ejército federal para restaurar el orden.
"Debemos defendernos. No nos dejan vivir", dijo en diciembre en Twitter un responsable Amhara, Asemahagn Aseres, quien abogó sin ambigüedad por realizar acciones violentas contra los atacantes.
Pero la realidad es más compleja, pues los Amhara no son las únicas víctimas de las matanzas.
En recientes ataques,fueron Agew, Shinasa y Oromo, la etnia más numerosa de Etiopía, los que fueron asesinados y desplazados.
Unos 34.000 Gumuz también habrían huido de la violencia y se refugiaron en los bosques por temor, según un responsable de seguridad local citado la semana pasada por un medio estatal.
Temesgen Gemechu, abogado Oromo de Metekel que documentó las violencias, mostró a la AFP una lista de 262 Gumuz muertos en ataques desde 2019.
Según él, su suerte pasa inadvertida pues los Gumuz forman un pequeño grupo sin poder político.
"Cuando los Oromo mueren, todo el mundo habla. Y para los Amhara, es la misma cosa. Pero nada pasa cuando mueren los Gumuz. ¿Quién se preocupa de ellos?", se lamenta el abogado.
- "Proteger a mi pueblo" -
La violencia afectó fuertemente a los desplazados de Chagni, según un psiquiatra del Ministerio de Salud.
"Toda la gente aquí está de una u otra forma traumatizada", señala.
"Muchos de ellos sufren un síndrome postraumático, ansiedad aguda y son muy agresivos pues vieron gente hacerse masacrar."
Las condiciones de vida en el "miserable" campamento no ayudan a la situación, según confesión de Tilahun Anbelu, uno de los Amhara encargados del sitio.
En una reciente visita de un equipo de de la AFP, mujeres vendían café en el exterior de las tiendas de campaña que el viento tiró al suelo, mientras un empleado de la Unicef amenazaba con multar a cualquier desplazado que haga sus necesidades en los matorrales alrededor del campamento en vez de hacerlo en las letrinas recién instaladas.
No lejos, Dawud Kibret, granjero de 38 años, explica que se enroló en una nueva milicia formada por el gobierno: "Quiero dejar mi trabajo para proteger a mi pueblo".
Su deseo podría ser cumplido en breve: un alto militar encargado de la seguridad en Metekel indicó recientemente que 10.000 voluntarios fueron identificados y su entrenamiento comenzará "pronto".
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