Enemigos ideológicos y políticos, Al Qaida e Irán han decidido unir fuerzas contra el enemigo común, según el gobierno saliente de Estados Unidos, que asegura que la red yihadista instaló su base en el país chiita.
Es una idea recurrente desde hace tres décadas: ante la presión internacional, la red yihadista decidió aceptar la hospitalidad iraní, hasta armar, según el aún secretario de Estado Mike Pompeo, su "nueva base" en ese país, una situación "peor" que la que existía en Afganistán antes de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Irán protestó inmediatamente, pero los analistas contactados por la AFP coinciden: las relaciones entre Teherán y la jerarquía de Al Qaida, actualmente muy debilitada, no son nuevas. Pero tampoco son como las que unían a la organización entonces liderada por Osama Bin Laden con los talibanes de Afganistán.
"Existe una cooperación. Irán es un santuario, pero también es una relación problemática y desconfiada", resume Daniel Byman, especialista del terrorismo de la universidad estadounidense de Georgetown, en Washington.
- "Entre hostilidad y ajustes" -
Bryce Loidolt, investigador de la National Defense University, también en Washington, describe igualmente un vínculo que está sometido a los vaivenes de dos entidades en las antípodas: un Estado fuerte de origen persa y creencia chiita, la otra una red descentralizada árabe y sunita radical.
Sus relaciones "alternaron entre periodos de hostilidad y ajustes prudentes", resume este experto, a partir de años de inteligencia estadounidense, pero también de los documentos obtenidos en 2011 en el ataque que acabó con Bin Laden en Abbottabad (Pakistán).
En 2017, la prestigiosa revista CTC Sentinel de la academia militar West Point le consagró un artículo a la cuestión. Su autor, Assaf Moghadam, describía los vínculos desde principios de los años 1990 entre Teherán y Ayman Al Zawahiri, fundador del Yihad Islámico egipcio (JIE), actualmente jefe de Al Qaida.
Según el informe de la comisión de investigación estadounidense sobre el 11 de septiembre, un acuerdo informal abrió incluso un período de cooperación más o menos intenso en las "acciones conducidas principalmente contra Israel y Estados Unidos", como los atentados contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania en 1998 o contra el destructor "USS Cole" en Yemen en el 2000.
- "Amenaza recíproca" -
Tras el 11-S, muchos "afganos" de Al Qaida se refugiaron oportunamente en Irán, aprovechándose de una frontera larga y porosa. Pero "la voluntad iraní de tolerar la presencia de miembros de Al Qaida no fue incondicional", apunta Bryce Loidolt. Debían ser discretos.
Poco a poco, agrega el investigador en un artículo para la revista Studies in Conflict and Terrorism, la relación se tensó hasta una oleada de arrestados organizada por Teherán en 2002 y 2003.
Irán retomó a continuación una mejor disposición hacia Al Qaida, pero esta última endureció entonces su discurso. En 2009, Al Zawahiri acusó a Irán de estar dispuesto a "vender a los musulmanes a los invasores cruzados" para obtener beneficios.
De hecho, pese a las palabras de Pompeo, ambos se consideran sobre todo enemigos. Entre una hostilidad controlada y una prudente cooperación, su relación "no se basa en la confianza, sino en la amenaza recíproca y en la capacidad de cada uno de golpear al otro si se sale del marco preestablecido", asegura Barak Mendelsohn, profesor de la universidad Haverford de Pensilvania (Estados Unidos).
La comparación con Afganistán del jefe de la diplomacia de Estados Unidos se detiene así en ese punto, ya que los vínculos entre Al Qaida y los talibanes se alimentan de convergencias ideológicas y de sangre derramada.
"Había muchas afinidades entre ambos grupos" que lucharon contra la coalición internacional, recuerda Mendelsohn.
Al contrario, los lazos entre Teherán y el grupo yihadista casi acaban en un enfrentamiento directo. En 2009, Al Qaida secuestró a un agregado comercial iraní en Peshawar (Pakistán) para reclamar la liberación de altos mandos del grupo y miembros de la familia de Bin Laden.
En 2013, se produjo el rapto de un diplomático iraní en Yemen que condujo, según el Departamento de Estado norteamericano, a la liberación de mandos de Al Qaida en 2015.
"Esto no es una señal de cooperación basada en opiniones convergentes. Es una cuestión de quién tiene un medio para ejercer presión en un momento dado", dice Barak Mendelsohn.
- Un jefe de Al Qaida abatido en Teherán -
En 2018, un informe de Naciones Unidas apuntaba a una actividad "más eficaz que antes" de los mandos del grupo basados en Irán y que actuaban sobre todo en el conflicto en Siria.
A día de hoy todavía, independientemente de sus diferencias ideológicas y las aparentes contradicciones sobre sus relaciones, Teherán y Al Qaida tienen enemigos comunes: Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita.
"Ambos saben ser pragmáticos", señala Daniel Byman. A Teherán, a su juicio, le interesa guardarse un as en la manga para negociar con Estados Unidos. "Le encantaría traicionar a Al Qaida, pero únicamente a un buen precio", agrega, recordando que esto se planteó, pero sin concretarse, tras el 11 de septiembre, cuando las relaciones entre Teherán y Washington se suavizaron.
Por su parte, Al Qaida también sabría cambiar de chaqueta en el momento oportuno. Pero, según Assaf Moghadam, "lo que Irán ofrece en cuanto a la capacidad de recaudar fondos, atravesar el territorio y permitir una planificación logística tiene demasiado valor para renunciar a ello".
Las declaraciones de Pompeo se producen tras la muerte, en agosto de 2020, en Teherán del número dos de Al Qaida, Abu Mohamed al Masri. El New York Times afirmó que agentes israelíes lo mataron en una misión encargada por Estados Unidos. Irán lo desmintió. Ningún elemento apunta a que Irán habría "dejado caer" a Al Masri, ni que hubiera obtenido nada a cambio.
Pero esta tumultuosa relación podría conocer un nuevo giro con la llegada al poder de la administración del demócrata Joe Biden, quien desea retomar el diálogo con Teherán.
dla/fz/cac/jz-tjc/pc