Los restauradores de Dublín temen que el Brexit provoque a final de año un cese en la importación de patatas británicas, imprescindibles para confeccionar una papa frita crujiente por fuera y tierna por dentro como les gustan a los irlandeses.
En la fritería más antigua de la capital, Leo Burdock, inaugurada en 1913, un empleado sumerge una montaña de patatas británicas en una cuba de aceite hirviendo.
Aunque tienen sus propios cultivos, los irlandeses prefieren utilizar los tubérculos del país vecino para preparar uno de sus platos favoritos, a menudo acompañado de pescado empanado en el tradicional "fish and chips".
Pero la semana pasada el gobierno irlandés advirtió a los restauradores que cuando el 31 de diciembre termine el período de transición de posbrexit, se pueden prohibir las importaciones de patatas procedentes del Reino Unido.
Hasta entonces, los británicos, que salieron oficialmente la Unión Europea el 31 de enero, siguen aplicando las regulaciones europeas y accediendo a su mercado único. Pero después, es probable que cesen las importaciones, que ascienden a entre 80.000 y 100.000 toneladas de patatas británicas cada año.
"Es un problema porque el suministro para enero es incierto", dice a la AFP Derek Duggan, gerente de Leo Burdock.
Tanto más porque en Irlanda, país europeo históricamente pobre donde la patata siempre ha sido un alimento básico, la amenaza de escasez tiene una importancia altamente simbólica: recuerda la infame "hambruna de la papa" de 1845-1849, que mató a un millón de personas y provocó que otros dos millones tuvieran que emigrar.
- Apetito insaciable -
Londres y Bruselas siguen aún enzarzados en difíciles negociaciones en busca de un acuerdo comercial posbrexit, pero se les está agotando el tiempo.
Sin un acuerdo que rija sus relaciones a partir del 1 de enero, tendrán que comerciar bajo las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), lo que significa aranceles y grandes perturbaciones en la frontera entre el Reino Unido e Irlanda.
La semana pasada, el ministro de Agricultura irlandés advirtió a los restauradores de que, independientemente del resultado de estas negociaciones, las importaciones de patatas británicas se prohibirán a finales de diciembre.
Todavía existe una posibilidad de que Londres obtenga el permiso para exportar a la UE, pero eso implica un largo proceso legislativo que "sólo comenzará tras las negociaciones comerciales" posbrexit, subrayó.
En el Leo Burdock del centro de Dublín, donde dos empleados preparan "fish and chips" rociando delicadamente patatas y pescado frito con la cantidad adecuada de sal y vinagre, se respira inquietud.
"El mercado irlandés produce buenas patatas", reconoce Duggan, pero teme que los agricultores locales no estén produciendo el tipo adecuado o suficiente de este alimento para satisfacer el apetito insaciable de Irlanda por las papas fritas.
- ¿También el pescado? -
Duggan asegura que para un conocedor hay una diferencia muy marcada entre las patatas británicas y las irlandesas, debido a la diferencia en los suelos y las técnicas de cultivo.
"Si quieren compararlo con el vino, es un poco como tener un Sauvignon Blanc de Nueva Zelanda en lugar de uno de Francia", bromea.
Además de las patatas, las interminables discusiones entre Londres y Bruselas sobre el acceso de los pescadores comunitarios a los ricos caladeros británicos tras el Brexit -un importante escollo en las negociaciones- hacen temer a los irlandeses verse también privados de pescado.
Si no hay acuerdo, se podría negar totalmente a sus pescadores el acceso a las aguas británicas, donde en la actualidad faenan de forma intensiva.
Esto pondría en peligro la pervivencia de la famosa pareja del "fish and chips".
"Nos adaptaremos y haremos frente a lo que llegue", afirma Dugan con tono fatalista, "pero esperamos que la gente, especialmente los políticos británicos, entren en razón".
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