GIUGLIANO IN CAMPANIA, Italia (AP) — Los pacientes, algunos envueltos en frazadas que parecen recién salidos de su casa, gimen en sus camas. Tubos médicos, gazas y toallas de papel riegan el piso del hospital público San Giuliano, que trata pacientes de coronavirus en una localidad próxima a Nápoles.
En otra escena filmada a escondidas, a 15 kilómetros de Nápoles, un anciano que se sospecha tiene el COVID-19 espera la muerte, respirando dificultosamente, en un baño de la sala de emergencia del Hospital Cardarelli. Su indigno final fue captado por el teléfono de otro paciente y difundido por la internet.
Afuera de la sala de emergencias del Cardarelli, el principal centro de salud de es, personas desesperadas para conseguir oxígeno para sus seres queridos hacen cola con sus autos, a la espera de que las enfermeras traigan tanques de oxígeno para gente que no se anima a ingresar a la atestada sala de emergencias.
La pandemia, que ha matado a más de 46.000 personas en Italia, pone de manifiesto las penurias que enfrentan las personas que tratan de ser atendidas en hospitales públicos del sur de Italia, una región históricamente postergada. Esta situación no es nada nuevo para la gente que depende de esos servicios.
En septiembre, cuando el virus se propagaba por Italia tras retirarse un poco durante el verano, fiscales investigaron a 17 ejecutivos y personal de hospitales de Nápoles tras detectar infecciones de insectos. El Cardarelli, por su parte, fue acusado una vez por la agrupación de defensa del consumidor Codacons de dejar a los pacientes en corredores atestados, como si fuesen “cajas viejas”.
Fiscales de Nápoles investigan la muerte en un baño del Cardarelli. En San Giuliano, funcionarios del hospital declinaron hablar con un periodista de la Associated Press que se presentó allí el sábado y tampoco respondieron a mensajes de la AP el martes.
Muchos en Nápoles están resignados a soportar lo que el diario La Reppublica describe con un infierno “dantesco”: Esperas eternas para recibir tratamiento para el COVID-19. Otros llevan a sus seres queridos en auto al norte, donde los hospitales tienen mejor reputación. Muchos de ellos, sin embargo, no dan abasto.
La región norteña de Lombardía es otra vez el epicentro de un nuevo brote de coronavirus, como cuando llegó el COVID-19 a Europa.
En la primavera se dispuso un estricto confinamiento que evitó que el mal se propagase al sur. Pero ahora el virus se presenta en varias zonas a la vez, igual que en el resto de Europa.
La región de Campania, donde se encuentra Nápoles, es un foco de infecciones y al menos 116 pacientes de la zona buscaron tratamiento en el Lazio, un poco más al norte, en el hospital Dono Svizzero de Formia.
“Los pacientes que vengan encontrarán las puertas abiertas”, declaró Paolo Nucero, jefe de la sala de emergencias del hospital de Formia. “Por ahora estamos bien. Pero si llega mucha gente, la pasaremos mal”.
Es tan normal que la gente de una región busque tratamiento en otra que una fundación que estudia la calidad de los centros de slud del país publica un “índice de fugas”. La Fundación GIMBE comprobó que casi todos lo que le “escapaban” a las clínicas locales enfilaban hacia el norte.
En Italia, cada región maneja su presupuesto. Es un cruel reflejo del dicho de que “los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres”. La región donde vive una persona paga por sus gastos médicos, por más que se haga ver en otra. Esto quiere decir que los que más se benefician son los centros de salud del norte y los que más sufren, los del sur.
En la zona costera de Nápoles, Luigi Orefice sostenía a su hijo Giovanni, de cuatro años, en un muro de la costanera. La niebla impedía ver bien el volcán Vesubio a la distancia. El paisaje de postal encanta a los turistas, pero Orefice, quien entrega bebidas a los hospitales, tenía otras cosas en la cabeza.
Su trabajo lo lleva a los hospitales en medio de la noche y Orefice dice que ve cómo se violan los protocolos, incluso personal caminando descalzo.
“Podemos tener el mejor jefe de personal de un hospital, pero, al final de cuentas, el personal no está bien manejado”, afirmó Orefice.
Afuera del San Giuliano un día reciente, Feliciano Manna, delegado del sindicato de personal de ambulancias, dijo que la Campania perdió unos 15.000 empleados del campo de la salud en los últimos años debido a recortes presupuestarios.
Manna sostuvo que la persona que filmó el video en el San Giuliano “se aprovechó de un momento en el que vio unas gazas en el piso”, pero el video no refleja lo que sucede realmente allí. “El personal hace un trabajo superhumano”, afirmó.
En el estacionamiento del hospital, Giuseppe Sguiglia, de 30 años, y su esposa, de 26, esperaban en su auto para hacerse una prueba de COVID-19.
El año pasado, dijo Sguiglia, tuvo que usar un hospital local. Después de esa experiencia, sabía que si la pandemia llegaba a Nápoles, “sería un desastre”.