(Bloomberg) -- Puede que Donald Trump haya perdido las elecciones estadounidenses, pero un escuadrón de líderes populistas y autoritarios que encontraron inspiración en su beligerancia aún lo respalda. Quizás ninguno de ellos es tan entusiasta como el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien hasta el lunes por la mañana aún no se había unido a los líderes mundiales para felicitar al presidente electo Joe Biden.
Desde su visita debut a la Casa Blanca a principios de 2019 (“te amo”, dijo efusivamente) hasta su devocional transmisión en directo por Facebook en la que se filmó viendo a Trump pronunciar un discurso, Bolsonaro nunca titubeó.
El sentimiento nunca fue del todo recíproco; a diferencia de todos los presidentes estadounidenses desde Harry Truman, Trump nunca visitó Brasil. Pero para Bolsonaro, la ilusión era lo que contaba. Las fotografías y los ocasionales tuits de Trump fueron suficiente para asegurarle a Bolsonaro que contaba con la bendición de Washington. “La esperanza es la última en morir”, dijo Bolsonaro a sus preocupados partidarios en Brasilia, incluso cuando las perspectivas de reelección del titular estadounidense se desvanecían.
¿Y ahora qué? Los expertos en política exterior de Brasil habían advertido durante mucho tiempo sobre el sinsentido que era dejarlo todo por Estados Unidos, o por cualquier otro aliado internacional, para el caso. Bolsonaro no prestó atención, sino que permitió que su adulador ministro de Relaciones Exteriores, para quien Trump era el “salvador de Occidente”, enviara a los principales diplomáticos del país a respaldar sus publicaciones.
En su intento por copiar al caudillo de la Casa Blanca, prometió renunciar al Acuerdo de París sobre el cambio climático y ridiculizó el multilateralismo. ¿Todos esos gruñones en Europa preocupados por la selva tropical más grande del mundo? Solo envidian la Amazonía, bromeó, y luego rechazó el multimillonario fondo para la selva amazónica de Noruega, afirmando que Brasil no se podía comprar.
Tan fiel fue Bolsonaro al guión prestado, que regularmente criticaba a China, el socio comercial más importante de Brasil, y reprendió a su ministro de Salud por anunciar una orden de vacunas fabricadas en China. Su hijo menor, Eduardo Bolsonaro, miembro de la Cámara Baja de Brasil que hace alarde de su gorra de MAGA en las redes sociales, pasó la semana replicando las confabulaciones trumpistas sobre el fraude electoral en Estados Unidos e incluso acusó al eficiente sistema de votación electrónica de Brasil, que dio a Bolsonaro victoria indiscutible en 2018, de también ser corruptible.
Este fue el poder blando de EE.UU. que se enrareció. “Trump ayudó a normalizar a Bolsonaro”, dijo Oliver Stuenkel, profesor de relaciones internacionales de la Fundación Getulio Vargas en Sao Paulo. “Fue la idea de que, si pueden hacerlo en Estados Unidos, también puede suceder en Brasil”. De 2018 a 2020, el porcentaje de derechistas brasileños que confiaban en Trump aumentó en más de 60%.
¿Puede revertirse esa tendencia? Bolsonaro es ahora el huérfano más prominente de Trump en América, y su política puede parecer vacía en ausencia del provocador alfa del hemisferio. “No soy la persona más importante en Brasil, al igual que Trump no es la persona más importante del mundo”, dijo el viernes pasado a los cadetes que se graduaban de policías, tocando una nota de humildad irreconocible. “Nadie es más importante que Dios”.
Quizás esto sea un llamado a la mortalidad política. Si Trump no cumplió con las expectativas de Bolsonaro de una relación especial, Biden se ha dado cuenta. Se refirió a Brasil como un malhechor ambiental durante la campaña presidencial, emitiendo una advertencia inequívoca: o Brasil acepta la ayuda estadounidense para contener la destrucción en la selva del Amazonas o enfrenta sanciones por no hacerlo. “Brasil ha llegado a ser visto en el extranjero como Filipinas”, dijo Carlos Gustavo Poggio, profesor de relaciones internacionales de la Fundación Armando Alvares Penteado en Sao Paulo, en alusión al brutal liderazgo autoritario de Rodrigo Duterte. “La imagen es la de una nación que no respeta su selva ni sus derechos humanos. Los brasileños comunes ya reciben miradas recelosas en el extranjero”.
La derrota de Trump es una señal para que Bolsonaro vuelva a unirse al diálogo global y sea pragmático, al igual como lo han hecho por décadas los líderes nacionales y como lo han venido aconsejado los mejores diplomáticos durante mucho tiempo.
De hecho, Brasil tiene poco que rescatar de las peleas que Trump sostuvo con aliados y competidores internacionales. Mientras que los productores de soja obtuvieron una participación adicional en el mercado chino cuando Washington luchaba por el comercio con Pekín, los ataques retóricos de Trump a instituciones multilaterales como la Organización Mundial del Comercio amenazan los instrumentos en los que siempre se han basado la diplomacia y el comercio brasileños. “Es una locura pensar que la implosión del sistema basado en normas que Brasil ayudó a dar forma, como la OMC, las Naciones Unidas, el G-20 y el Acuerdo de París ayudará”, dijo Marcos Jank, profesor de agronegocios globales en Insper, una escuela de negocios de Sao Paulo.
Brasil tiene mucho que ganar con Biden, comenzando con la oportunidad de cambiar la narrativa sobre el medio ambiente. En lugar de guardar resentimiento por las demandas internacionales para proteger la selva tropical, Brasil se haría un favor al acogerlas.
Mientras que los consumidores globales insisten en tener productos más ecológicos, abundan las oportunidades. Los agronegocios brasileños saben qué es lo que está en juego. Marfrig Global Foods SA, uno de los mayores empacadores de carne de Brasil, ha lanzado una etiqueta de “carbono neutral”, comprometiéndose a evitar el comercio de ganado criado en tierras deforestadas y a plantar árboles para compensar el metano del pastoreo. Impulsadas por el aumento de la deforestación de los ganaderos y los agricultores de corta y quema, las emisiones carbono se han disparado en Brasil, incluso a medida que caen a nivel mundial debido a las crisis económicas inducidas por la pandemia.
Otras grandes marcas del sector de los agronegocios deben fortalecerse en áreas donde las autoridades han vacilado o han cometido errores, o de lo contrario se enfrentan al rechazo global. “Olvidamos que la agricultura también es víctima del cambio climático disruptivo. Si no lo podemos contener, veremos más incendios, más sequías y un clima más extremo, con un gran impacto en la producción”, dijo Jank. “Uno de los sectores más dinámicos de Brasil corre el riesgo de convertirse en una de las mayores víctimas de la falta de acción ambiental”.
Brasil también cuenta con iniciativas ambientales ejemplares que un equipo menos tendencioso de políticos podría promocionar. El país cuenta con uno de los sistemas de monitoreo satelital de selvas más sofisticados del mundo, calibrado para detectar incluso cambios ínfimos en la tala. Los agricultores eficientes aumentaron más de seis veces la producción de granos entre 1975 y 2017, mientras que solo duplicaron la superficie de cultivo, una ventaja ambiental. Sin embargo, el Gobierno de Bolsonaro ha alentado la deforestación al reducir los presupuestos para los guardabosques, allanando el camino al contrabando forestal y a la minería ilegal. De hecho, Bolsonaro despidió al director del servicio de monitoreo forestal.
Una presidencia de Biden inevitablemente elevará el escrutinio sobre Brasil, pero también es probable que aumente el diálogo e intensifique el compromiso diplomático. Una diplomacia más pragmática y moderada en Brasilia puede aprovechar ese interés para la ventaja nacional. De acuerdo, Bolsonaro no practica la moderación. Pero incluso él debería reconocer que es hora de pasar la página de una relación especial que nunca fue mucho más que una mirada de Trump.
Nota Original:Brazil’s Bolsonaro Is Trump’s Biggest Orphan: Mac Margolis (Correct)
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