Las piedras crujen bajo las zapatillas, en medio de escombros y estatuas quebradas. La luna ilumina las calles desiertas de Mikro Chorio, la antigua capital de la isla griega de Tilos, completamente abandonada por sus habitantes, que al igual que otros pueblos fantasma en Grecia trata de revivir con el turismo.
Cuando cae la noche, el "Pequeño pueblo" ("Mikro Chorio" en griego) se llena de sonidos y luces para un puñado de visitantes llegados a degustar un cóctel en el pequeño bar museo erigido al pie de las ruinas.
"Tratamos de revivirlo", explica a la AFP Giorgos Aliferis, el propietario del bar, que desde hace años va a buscar a sus clientes en camioneta entre las 23H00 y medianoche al puerto de la isla del Dodecaneso, adonde se fueron todos los habitantes de Mikro Chorio tras la II Guerra Mundial.
"No había ni agua ni electricidad, la gente se fue en busca de más comodidades" al puerto de Livadia, dice su compañera Vania Yordanova, que sirve las bebidas en la terraza.
Tras una media hora de ruta por una pista de ripio, la joven conecta el generador eléctrico, y como un decorado de película, el pueblo aislado se ilumina súbitamente a través de sus ventanas vacías, mientras suena en la noche estrellada una música griega melancólica.
En los años 30, la capital de Tilos contaba con 1.200 almas, entre ellas tres sacerdotes, antes de que su población se fuera instalando poco a poco en el puerto donde se realizaban los intercambios comerciales después de 1947, cuando el archipiélago del Dodecaneso se incorporó a Grecia. La escuela con sus 180 alumnos se trasladó allí en los años 60 y sus cafés cerraron, dejando un pueblo desierto.
"Cuando llegué a Mikro Chorio (a principios de los años 80), me dije que era una pena este pueblo abandonado y tuve el sueño loco de devolverle a la vida", cuenta Giorgos Aliferis, que llegó del Peloponeso tras el nombramiento de su hermano como médico en Tilos.
"Los visitantes vienen de todas partes, incluso del extranjero. Algunos descendientes de familias que vivían en el pueblo vuelven y están muy emocionados", dice el propietario del bar, que solo abre tres o cuatro meses al año.
Sin embargo, "es difícil", reconoce este griego que ha hecho y financiado el proyecto solo. "Me ha costado mucho dinero y psicológicamente", agrega el pequeño empresario, cuyo volumen de negocio ha caído 80% por la epidemia.
Pero teme que la construcción de una carretera alquitranada hacia Mikro Chorio "cambie el paisaje y la atmósfera".
Abandonados por razones sanitarias, económicas o políticas en un país con una historia turbulenta, algunos pueblos fantasma tratan de renacer de sus cenizas gracias a iniciativas privadas o públicas.
- Vathia azotada por el viento -
Con su espectacular mar turquesa, Vathia, en la punta del Mani, en el Peloponeso, rezuma desolación por sus torres venidas a menos y sus casas medio derruidas.
El silencio es ensordecedor. Algunos turistas descubren gratuitamente imponentes torres cuadradas del siglo XVIII, típicas del Mani, un lugar floreciente en el siglo XIX víctima del éxodo rural.
El esfuerzo de restauración que emprendió la Organización Griega de Turismo en 1980 fue abandonado, al igual que las posadas construidas en un pueblo azotado por el viento.
No lejos de ahí, Místrá tiene un poco más de suerte, pues desde su clasificación como patrimonio de la Unesco en 1989, se ha convertido en uno de uno de los diez lugares más visitados de Grecia.
Hordas de turistas recorren las calles, contemplan los impresionantes frescos de sus iglesias bizantinas y visitan el monasterio todavía habitado de la ciudad abandonada en 1950.
"La isla de los olvidados", Spinalonga, en Creta, que la hizo célebre la novelista británica Victoria Hislop, atrae también a turistas cautivados por su historia dramática.
En este islote, protegido por su fortaleza veneciana, clasificada sitio arqueológico, eran encerrados a principios del siglo pasado los enfermos de lepra.
Los viajeros en busca de lugares insólitos reviven otros pueblos abandonados aunque sea por unas horas. Para ellos abren las tabernas de pescado en verano en la playa de Peritheia en la isla de Corfú.
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