PRAGA (AP) — El gobierno de República Checa había asegurado que no volvería a ocurrir, pero los checos están entrando en un segundo encierro nacional para evitar el colapso del sistema de salud, en medio de un récord de contagios de coronavirus.
Chequia aplicaba el jueves exactamente las mismas restricciones masivas que ya impuso en primavera a los ciudadanos. El primer ministro, Andrej Babis, había reiterado que esas medidas no volverían.
“No tenemos tiempo que perder”, dijo Babis el miércoles. “La oleada es enorme”.
El mandatario se disculpó por el enorme impacto que tendrán las restricciones sobre la vida cotidiana, pero dijo que si no se tomaban, “nuestro sistema sanitario colapsaría entre el 7 y el 11 de noviembre”.
“Me disculpo incluso por el hecho de que descarté esta opción en el pasado porque no podía imaginar que pudiera ocurrir”, añadió. “Por desgracia, ha ocurrido y ahora, por encima de todo, tenemos que proteger las vidas de nuestros ciudadanos”.
Las medidas incluyen límites sobre la libertad de movimiento y el cierre de muchos comercios, centros comerciales y hoteles. Se mantendrán al menos hasta el 3 de noviembre.
En un principio, Chequia fue un modelo a seguir con su eficaz y rápida respuesta a la primera oleada de la pandemia, pero no aprendió de las experiencias posteriores de otros países, y ahora afronta las consecuencias.
La pandemia llegó al país un poco más tarde que a Europa occidental, de modo que las autoridades checas tuvieron algo de margen de maniobra. Lo utilizaron para imponer amplias restricciones en marzo y, a diferencia de la mayoría de países europeos, hacer obligatorio el uso de mascarillas en todos los espacios públicos.
En abril, el país fue el primero, junto con Austria, en empezar a levantar restricciones. Y de nuevo, a diferencia de la mayoría del continente, casi las había eliminado para el verano.
Miles de personas declararon su victoria sobre el virus en junio con una gran fiesta en el Puente Carlos de Praga. Babis, considerado como un líder populista, estaba encantado, y en agosto dijo a una conferencia internacional que su país era “el mejor en COVID” pese a los crecientes contagios.
El ambiente en la conferencia de prensa del miércoles, cuando se anunciaron las nuevas medidas, era más solemne.
“Lo que pasó se esperaba en cierto modo, pero nadie esperaba esta escala”, dijo Babis.
Algunos expertos habían pedido restricciones mucho antes.
“Ayer (habría sido) tarde, hay un peligro tras cada esquina”, dijo a la televisión pública checa Jaroslav Flegr, profesor de biología evolucionaria que predijo el repunte hace tiempo.
Muchos aún recuerdan cuando el entonces ministro de Salud, Adam Vojtech, y su equipo propusieron en agosto que se reanudara el uso obligatorio de mascarillas e escuelas. babis rechazó la idea y despidió al ministro unas semanas después, cuando las cifras de nuevos casos empezaron a crecer con rapidez en septiembre.
Siguen subiendo.
Los casos confirmados alcanzaron un récord de casi 12.000 personas el martes, casi 900 más que el récord anterior, fijado el viernes.
Desde el inicio de la pandemia, Chequia ha confirmado 193.000 infecciones, en torno a un tercio de ellos en los últimos siete días y 1.619 personas han muerto, con un récord de 97 muertes registradas el lunes.
La media de siete días de casos diarios ha crecido en las últimas dos semanas, de 29,6 por 100.000 personas el 6 de octubre a 85,6 por cada 100.000 personas el martes.