CIUDAD DE GUATEMALA (AP) — La detención por parte del gobierno guatemalteco de más de 3.000 migrantes hondureños que habían partido hacia Estados Unidos en medio de la pandemia ha demostrado que la presión estadounidense sobre la inmigración continúa extendiéndose hacia el sur.
Anteriormente, Guatemala hizo poco para detener los grandes movimientos de migrantes que cruzaban su territorio, pero el presidente Alejandro Giammattei amenazó la semana pasada con enviar al último grupo de regreso, asegurando que representaban un riesgo para la salud debido al coronavirus. Durante el fin de semana, Guatemala transportó a 3.300 migrantes de regreso a la frontera con Honduras.
“La frontera definitivamente se ha movido”, dijo Úrsula Roldán, experta en inmigración de la Universidad Rafael Landívar. “Ya sabíamos que la pandemia sería un pretexto para que los estados se enfocaran en los migrantes como una cuestión de seguridad y salud”.
Guatemala aplicó la misma estrategia que México en 2019: poca oposición a la entrada en masas, permitir el avance y que los migrantes caminaran cientos de kilómetros para luego colocar barreras de soldados y policías con el fin de detenerlos. Los migrantes sin opciones decidieron retornar a su país.
México disolvió caravanas en octubre pasado y en enero de este año en su frontera sur, desplegó a la Guardia Nacional frenando la inmigración después de que el presidente estadounidense Donald Trump amenazara con aplicar aranceles a todas las importaciones mexicanas si las caravanas no se detenían.
Michael Kozak, subsecretario interino de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de Estados Unidos agradeció en Twitter a Guatemala “por los esfuerzos sostenidos para mitigar la propagación de # Covid19 y detener la migración irregular”.
Con Estados Unidos suspendiendo efectivamente su sistema de asilo en la frontera y el cruce legal reducido a tráfico esencial, los migrantes ya enfrentaban grandes probabilidades de ingresar, pero la posición más asertiva de Guatemala erige otro conjunto de obstáculos en un momento en que los factores que empujan a los migrantes a dirigirse al norte, como la falta de oportunidades laborales en el país, han empeorado durante la pandemia.
El surgimiento de esta caravana y otra en 2018, ambas poco antes de importantes elecciones en Estados Unidos, ha generado dudas sobre si las fuerzas políticas podrían jugar un papel en su formación. En 2018, los movimientos de la caravana de migrantes propiciaron la retórica antiinmigrante antes de las elecciones al Congreso de Estados Unidos.
La desesperación de los migrantes es real y se inició poco después de que Guatemala reabriera fronteras que habían estado cerradas por la pandemia durante meses, pero algunos expresan sospechas de que los actores externos podrían intentar aprovechar la desesperación por agendas políticas.
“Los estudio desde noviembre de 2018 y estoy convencido de que hay un elemento organizado y externo”, dijo Guadalupe Correa-Cabrera, profesora asociada de la Universidad George Mason. “No son movilizaciones puramente orgánicas”.
Correa-Cabrera dijo que no había tenido la oportunidad de analizar esta última caravana, pero en otras identificó actores comunes fuera de los propios migrantes que facilitaron los movimientos de masas. Sin embargo, no descartó los factores de empuje, como las economías pobres y los delitos violentos, que impulsan a las personas a migrar.
La caravana de migrantes hondureños se formó con varias semanas de antelación y fue difundida a través de redes sociales como Facebook y WhatsApp, llamando a hondureños a incluirse, como en 2018, en medio de la campaña política de Estados Unidos para las elecciones presidenciales de noviembre de este año.
Varios migrantes que participaron en otras caravanas y que no han logrado su objetivo estaban en el grupo de la nueva caravana.
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador dijo el lunes que su país va a mantener el despliegue de cientos de agentes de migración, guardia nacional y militares en esa zona, aunque aseguró que sólo quedan “muy grupos pequeños”.
“Ya no hay el numero de personas que se pensaba iban a entrara al país”, dijo el presidente mexicano.
López Obrador insiste en que había intenciones políticas atrás de la caravana.
Mexico parecía actuar en consonancia con Guatemala en prevenir el paso de la caravana. El embajador de Guatemala acompañaba a los oficiales mexicanos para revisar el despliegue de fuerzas en el Río Suchiate.
Hasta la frontera entre México y Guatemala alcanzaron a llegar pequeños grupos de migrantes que iban en la caravana, pero el gobierno mexicano ya tiene preparada su estrategia.
Janeth Rivera, una migrante hondureña que viajó con la última caravana, dijo el fin de semana que ya estaba de regreso en Honduras. Se había cansado durante la caminata hacia el norte y cuando se enfrentó al bloqueo de carreteras de las autoridades decidió regresar.
Mauro Verzeletti, director de la Casa del Migrante en la capital guatemalteca, explicó que “cada vez más los países están endureciendo la salida de personas de sus países. Están volteando sus políticas hacia el racismo, la xenofobia y la discriminación a los migrantes”.
Según el padre Verzeletti, esta vez se habrá frenado la caravana pero no se puede frenar la migración, pues las condiciones de necesidad de la gente no han cambiado.
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Los periodistas de AP Claudio Escalón y Christopher Sherman, contribuyeron con esta nota desde San Pedro Sula y Ciudad de México.
Stevenson reportó desde México.