En un invernadero sofocante, Brooke Bridges inspecciona las hileras de tomates y se regocija por la abundancia. Una vez recolectados, el fruto será empaquetado para ser entregado principalmente a familias negras y de otras minorías desfavorecidas en el área de Albany, capital del estado de Nueva York.
"Una buena canasta de productos frescos puede desencadenar algo en ellos que les recuerde quiénes son como estadounidenses negros", dice Bridges, de 29 años, quien dejó su carrera como actriz en California para mudarse al campo neoyorquino.
Esta joven es una de los siete empleados que viven en la Soul Fire Farm, definida como "una comunidad agrícola centrada en personas negras, indígenas y de color".
Fundada en 2011 por la activista afroestadounidense Leah Penniman y su esposo Jonah Vitale-Wolff, la finca de alrededor de 30 hectáreas, que cultiva plantas medicinales (menta, melisa dorada, hierba de San Juan, caléndula) y vegetales, tiene como objetivo combatir las injusticias raciales desde la raíz del sistema alimentario.
Su misión es parte de la lucha contra la discriminación, que se ha convertido en uno de los temas centrales de la campaña presidencial estadounidense desde la muerte, a fines de mayo, de George Floyd, un ciudadano negro asfixiado por un policía blanco que se arrodilló en su cuello.
- Rodilla simbólica -
En un momento en que el movimiento Black Lives Matter ha llevado el tema de la violencia policial a un primer plano en las principales ciudades estadounidenses, las desigualdades raciales persistentes en el mundo agrícola son menos conocidas.
"Se manifiestan, sin embargo, en la muy baja representación de los productores agrícolas negros o afroestadounidenses, que apenas superan los 45.000 o el 1,3% de la población campesina de Estados Unidos", según el último censo agrícola, aunque constituyen poco más del 13% de la población del país.
Hace un siglo, casi el 15% de los agricultores estadounidenses eran negros: las familias liberadas habían podido acceder a la propiedad gracias a las reformas agrarias decretadas para abolir la esclavitud.
Pero durante el siglo XX, la segregación racial establecida por las leyes Jim Crow y las múltiples barreras impuestas a las minorías para obtener tierras agrícolas obligaron a muchos negros a abandonar las zonas rurales del sur de Estados Unidos.
Una de las prácticas discriminatorias más comunes fue la llamada "línea roja", consistente en denegar crédito a poblaciones desfavorecidas que vivían en una zona limitada. Incluso actualmente, muchos afroamericanos luchan por obtener los préstamos bancarios necesarios para desarrollar una granja.
"Todos sabemos que aunque no tenemos una rodilla física en nuestros cuellos, los agricultores negros han tenido una rodilla económica en el cuello desde el fin de la esclavitud", dijo Dewayne Goldmon, director ejecutivo del National Black Growers Council, un grupo de defensa de agricultores de la comunidad negra del país.
"Lo que empeora las cosas en el campo estadounidense y ciertamente en la comunidad agrícola es que esa rodilla que estaba en el cuello de mi abuelo todavía me afecta hoy", añadió.
- Reconectar con la herencia -
Además de estas desigualdades económicas, existen prejuicios. Justin Butts, responsable de ganado en la Soul Fire Farm, se enfrentó al escepticismo de sus compañeros blancos cuando quiso convertirse en agricultor en Pensilvania.
"A menudo, cuando estaba en Pensilvania, otros granjeros no creían que yo fuera granjero y que fuera legítimo. O me decían que los negros no cultivan cuando yo era un joven que recién comenzaba la granja. Muy insultante", recuerda el exoficial de marina.
Las propuestas políticas para combatir estas injusticias son escasas, incluso cuando el candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, ha prometido apoyar los derechos de los agricultores indígenas y negros.
Para desarrollar una relación más saludable con la tierra, los miembros de Soul Fire Farm, por ejemplo, utilizan tradiciones utilizadas por sus antepasados, como técnicas agrícolas simplificadas (TCS), cultivos asociados o mantillo.
La granja también organiza talleres educativos e históricos que atraen a miles cada año.
"Es una forma de recordarnos nuestro lugar inherente en la tierra y nuestra relación con ella", dice Bridges. "No es algo que hayamos llegado a experimentar en siglos debido a cómo nuestros antepasados fueron traídos aquí, cómo fueron arrancados de su tierra", señala.
"Fue extremadamente traumático, pero nuestros antepasados lo lograron. Sus vidas negras realmente importaban".
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