Migrantes cruzan Guatemala pese a amenazas, pocos retornan

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RÍO DULCE, Guatemala (AP) — La advertencia del presidente de Guatemala de que deportará a todos los migrantes que hayan ingresado ilegalmente al país, y la dureza de caminar kilómetros y kilómetros hizo que docenas de hondureños optaran por regresar, aunque centenares continúan su camino hacia la frontera con México por diversas rutas con la esperanza de llegar a Estados Unidos.

Las autoridades guatemaltecas indicaron que los migrantes se habían dividido en grupos: uno de unas 700 personas a bordo de camiones y minibuses iba en dirección norte a través de la selva del Petén; otro más pequeño, de unas 400, se dirigía en autobuses o caminando hacia Ciudad de Guatemala. Un tercer grupo, de unos 800 migrantes, todavía caminaba el viernes hasta el lugar donde la ruta se bifurca.

Fernando Sabión, un hondureño de 20 años era uno de los que no se detuvieron. El viernes caminaba bajo el sol, sin camisa y con Ángel en brazos, un bebé de 4 meses. El niño no es suyo, pero estaba echando la mano a la madre del pequeño, otra hondureña, Mádelin.

“Me voy porque quiero conocer a mi papá, él está en Estados Unidos y no lo conozco, se fue cuando yo era bebé”, comentó el joven. “Quiero llegar y encontrar un trabajo en construcción”.

Mádelin, quien no quiso dar su apellido, intentaba animarse como podía porque ya que se lanzó, no quiere regresar. “Aunque vayan empollados los pies, uno lo hace por el bien de sus hijos”, dijo. “Sabíamos que era cansado pero vamos a llegar”.

Algunos como Wilmer Chávez consiguieron que vehículos que pasaban por la carretera les llevaran durante algunos kilómetros. En su caso, un camión paró y Chávez, de 35 años, se acomodó con su silla de ruedas en la zona de carga con la ayuda de otros migrantes.

Sin embargo, más adelante en la carretera que se extiende por el norte de Guatemala, unos 1.000 migrantes se toparon el viernes con un retén que les impidió seguir avanzando.

Unos 100 soldados armados con fusiles y varas de madera, y unos 20 policías, cerraron el paso a los migrantes, la mayoría de los cuales se tendieron o sentaron en la carretera para descansar al cabo de un día de marcha. Algunos migrantes intentaron dialogar con las fuerzas de seguridad.

“Es que no nos pueden negar el derecho de seguir", dijo uno de los migrantes a un policía. "Díganles a sus jefes que nos den una oportunidad”. El agente respondió que los migrantes habían ingresado ilegalmente en el país y que tenían la orden de regresarlos a Honduras, o al menos no permitirles avanzar hacia la frontera con México.

Atrás de ellos, otros 300 migrantes caminaban para alcanzar al grupo más grande, después de que un cerco militar previo se hiciera a un lado para permitirles avanzar.

Mientras tanto, en México, el presidente Andrés Manuel López Obrador manifestó sus dudas sobre la nueva caravana de unas 2.000 personas que salió de San Pedro Sula, en el norte de Honduras, en plena campaña electoral estadounidense.

“Nos parece muy raro, es muy extraño", dijo el viernes por la mañana. “Creo tiene que ver con la elección en Estados Unidos, no tengo todos los elementos, pero hay indicios de que esto se armó con ese propósito, no sé en beneficio de quién, pero no nos estamos chupando el dedo, falta un mes”.

La caravana ha traído a la memoria la que fue organizada en octubre de 2018, también justo antes de unas elecciones estadounidenses y se volvió tema de campaña, avivando la retórica contra la inmigración, algo que este año el presidente mexicano quiere evitar a toda costa.

Pero el que todo este flujo tenga lugar en medio de la pandemia da otra dimensión al fenómeno y añade el argumento de la salud pública a las declaraciones de las autoridades.

“No permitiremos que alguien extranjero que está utilizando métodos ilegales para ingresar a este país crea que tenga el derecho de venir a contaminarnos y ponernos en grave riesgo”, dijo el presidente guatemalteco Alejandro Giammattei el jueves por la noche. “Se ha dado la orden de que sean detenidas en el territorio guatemalteco todas aquellas personas que hayan entrado ilegalmente y sean retornadas a la frontera de su país”.

Giammattei emitió una orden que suspendería algunos derechos constitucionales en las provincias por las que se prevé que pase el contingente, aparentemente con el objetivo de facilitar su detención.

El viernes por la mañana parecía que todos los que regresaban lo hacían por propia voluntad.

“El sueño se acabó por el momento”, dijo Edwin Pineda mientras esperaba un autobús que lo regresara a Honduras después de dos jornadas de viaje junto a su esposa, su suegro y su hijo de 4 años, y sin una moneda en los bolsillos. “Quizás la próxima vez lo haga solo”, agregó el joven de 25 años.

En algunos casos, aceptaban ser trasladados hasta la frontera por patrullas o en camiones del ejército. En un punto cerca de Morales, en Guatemala, un soldado con un megáfono alertaba a los migrantes de los peligros de continuar la ruta y convencía a algunos de que se subieran a sus vehículos para regresar.

La agencia de migración guatemalteca indicó el viernes que 108 migrantes habían aceptado el retorno voluntario y que 25 menores no acompañados habían sido puestos bajo la tutela de los servicios sociales.

Guatemala reabrió sus fronteras en septiembre después de meses de cierre como medida para evitar la transmisión del coronavirus, y el jueves vio cómo unas 2.000 personas cruzaron en avalancha, aunque sin violencia, desde Honduras.

Los migrantes, como en anteriores ocasiones, dijeron haber visto la convocatoria de la caravana en las redes sociales y los motivos que los animaron a unirse -la pobreza y la violencia, sobre todo- son los mismos de los últimos años. Sin embargo, la pandemia ha complicado los ya de por sí graves problemas económicos de muchas familias, las oportunidades de empleo se han reducido aún más y la necesidad de buscar opciones para salir adelante ha animado a muchos a emigrar.

Las caravanas de migrantes centroamericanos han cobrado cierta popularidad en los últimos años porque consideran que el viaje hacia el norte en grupos grandes es mucho más seguro, y muchos no tienen dinero para pagar un coyote.

Pero aunque al principio contaron con la generosidad y solidaridad de los pobladores de las ciudades que atravesaban, sobre todo en el sur de México, la situación se complicó el año pasado cuando el presidente estadounidense Donald Trump amenazó a México con imponer sanciones a todas sus exportaciones si no cortaba esos flujos.

En respuesta, el gobierno mexicano bloqueó el paso a las nuevas caravanas con miles de efectivos de la Guardia Nacional. El último intento de los migrantes, en enero de este año, fue duramente contenido, ya que después de cruzar el río fronterizo con Guatemala, fueron interceptados en las carreteras aledañas y deportados.

Esta semana, las autoridades migratorias mexicanas advirtieron de nuevo que harán cumplir sus leyes migratorias y que quienes pongan en riesgo la salud pública se enfrentarán con la justicia.

Pero incluso si pudieran atravesar México, donde muchos albergues cerraron sus puertas para evitar contagios, entrar a Estados Unidos de manera legal es prácticamente imposible en este momento debido a la pandemia, e ingresar de manera ilegal es tan difícil o más que siempre.

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El periodista de AP Christopher Sherman contribuyó a este despacho desde Ciudad de México.

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