Nueva Caledonia, un estratégico territorio francés en el Océano Pacífico, vota este domingo si quiere independizarse de Francia, en su segundo referéndum de autodeterminación en dos años.
Circundada por deslumbrantes playas de arena blanca y aguas turquesas, Nueva Caledonia es una de las pocas islas francesas diseminadas por todo el mundo -un legado de la construcción del imperio del siglo XIX- que tienen una importancia estratégica.
Los 270.000 habitantes de este archipiélago, anexado por Francia en 1853, votaron en contra de la independencia de Francia en un primero referéndum el 4 de noviembre de 2018 (56,7% de votos en contra).
Pero la diferencia de votos, más corta de lo que predecían los sondeos, causó sorpresa y dio alas a los independentistas, mientras que los favorables a permanecer en Francia se quedaron con un sabor a derrota.
Décadas de resentimiento, sobre todo por las miles de hectáreas de tierra arrebatadas a los pueblos indígenas por los colonizadores, culminaron en enfrentamientos mortales en 1988.
La violencia, que se cobró más de 70 vidas, condujo al Acuerdo de Numea de 1998, que allanó el camino hacia un proceso de descolonización negociado y progresivo, inédito en la historia francesa.
Este archipiélago alberga una cuarta parte de los suministros del mundo de níquel, un componente vital en la fabricación de productos electrónicos, y es uno de los últimos bastiones de soberanía europea en la zona tras el Brexit.
- 'Una sorpresa que gane el sí' -
No se realizó ninguna encuesta de opinión para este referéndum. Los analistas estiman no obstante que es poco probable que gane el "sí" aunque estiman que la brecha entre los dos campos va a achicarse.
"Para mí sería una sorpresa que gane el sí", estimó el doctor en geopolítica Pierre-Christophe Pantz.
El referéndum no se verá perturbado por la pandemia de covid-19 ya que este territorio es uno de los pocos del mundo que han escapado a la epidemia y sus habitantes llevan una vida casi normal.
Hasta la fecha solo se han detectado 27 casos de coronavirus, todos ellos importados.
Pero aunque la atmósfera sanitaria es positiva, los observadores notan que el tono político entre los dos campos se ha endurecido.
"Hace dos años había un consenso sobre todos los temas, hoy el ambiente político es venenoso, ya no hay diálogo", deploró el diputado no independentista Philippe Dunoyer.
"El clima político se ha endurecido. Podemos ver que hay una forma de radicalización entre los dos campos, el diálogo se ha roto", apuntó Pierre-Christophe Pantz.
Si el "sí" gana, el archipiélago se convertirá en un Estado soberano al que Francia transferirá, al final de un período de transición, poderes soberanos (seguridad, justicia, moneda, etc.), y que podrá tener su propia nacionalidad.
Las transferencias financieras del Estado francés (1.500 millones de euros al año) serán "nulas y sin efecto".
Sin embargo, los independentistas lo aseguran: el "sí" a la independencia "no es un voto contra Francia".
"El país es lo suficientemente maduro para asumir la plena responsabilidad de sí mismo", estimó Charles Washetine, portavoz del partido independentista Palika.
Por otro lado, el frente anti-independista, que agrupa a seis partidos, más bien etiquetados a la derecha, hace hincapié en la protección de Francia y su apoyo financiero.
"No podemos vivir sin el dinero de Francia", dijo Gil Brial, director de campaña de la coalición en la televisión local.
Una tercera y última votación podría celebrarse de aquí a 2022 si el no gana el 4 de octubre.
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