Fue un día extraordinario, que produjo todo un movimiento en tiempo real, que abarcó distintas razas y géneros, arrastrando un deporte tras otro, hasta dar la impresión de que todos los deportistas profesionales gritaban al unísono.
“¡YA BASTA!”.
Basta de matanzas. Basta de injusticia racial. Basta de ser una unión tan imperfecta.
Nadie sabe cuál terminará siendo el impacto de esas 24 horas, pero una cosa es segura: De hoy en más hay dos eras en el deporte estadounidense: Un antes y un después del 26 de agosto del 2020.
Luego de un nuevo episodio de violencia policial contra un afroestadounidense aparentemente desarmado, aumentó la indignación --“problema del bueno”, diría John Lewis-- en los estadios y los Bucks de Milwaukee se negaron a jugar su partido de los playoffs de la NBA contra los Magic de Orlando.
Estaban dispuestos a darlo por perdido.
Pero no fue necesario. En un gesto loable de un equipo con buenas posibilidades de ganar su primer título en casi medio siglo, Orlando no aceptó el regalo y desistió de jugar también en una muestra de solidaridad.
A la NBA no le quedó otra alternativa que postergar los tres encuentros de ese día en la “burbuja” de Disney World, donde se está disputando la fase final del campeonato como consecuencia de la pandemia del coronavirus.
Los jugadores piden a gritos corregir las injusticias raciales que registra esta nación desde su fundación hace 244 años.
“Vivimos una situación terrible, después de tantos años de esto”, dijo Kyle Kuzman, de los Lakers de Los Ángeles, cuyo encuentro con los Trail Blazers de Portland también fue suspendido. “Es deprimente”.
Pero esto no quedó allí. Otros deportes pronto se plegaron a la protesta ese mismo miércoles. La WNBA, (la NBA de mujeres) también suspendió sus partidos luego de que las jugadoras se negasen a salir a la cancha. Y se postergaron igualmente cinco choques de la MLS de fútbol y tres de las grandes ligas de béisbol.
El jueves hubo más aplazamientos, incluido el duelo entre los Mets de Nueva York y los Marlins de Miami, cuyos jugadores salieron al terreno, hicieron 42 segundos de silencio en homenaje a Jackie Robinson (el pelotero que rompió la barrera del color) y regresaron a los dugouts. En el home plate dejaron una camiseta que decía Black Lives Matter.
Para los deportistas de ascendencia africana, no importa su nivel, la humillación de ser considerados ciudadanos de segunda cuando se sacan sus uniformes había llegado a su límite.
Esto no giraba en torno a Jacob Blake, quien quedó paralizado después de recibir cuatro tiros en la espalda de un policía, ni tenía que ver directamente con otros afroamericanos que perdieron sus vidas aparentemente solo por el color de su piel, como George Floyd, Breonna Taylor, Ahmaud Arbery, por mencionar casos recientes, y otros miles de personas más antes que ellos.
Tenía que ver más bien con Thabo Sefolosha, jugador de la NBA que sufrió la fractura de una pierna al ser detenido por la policía. Con James Blake, tenista hoy retirado que fue maltratado por la policía tras confundirlo con otra persona.
Con todos los deportistas de minorías que se dan cuenta de que, sin importar la riqueza, los privilegios y la adoración que inspiran, no reciben el mismo trato de la policía, del sistema legal y a menudo ni siquiera de muchos aficionados.
“Lo peor de todo es ver que a le gente no le importa”, dijo el jardinero de los Mets Dominic Smith, quien jugó con su equipo el miércoles pero se arrodilló durante el himno y se conmovió después. “El que esto siga sucediendo revela el odio que hay en el corazón de la gente. Es detestable. Ser una persona de raza negra en Estados Unidos no es fácil”.
No solo los deportistas negros se plegaron a la causa. También lo hicieron las mujeres, blancos y negros, hispanos y asiáticos, dejando en claro que no solo están hartos sino que se han dado cuenta de que pueden hacer algo para corregir esta falencia en el carácter nacional.
“Acabar con la brutalidad policial es más importante que el deporte”, dijo Cole Tucker, beisbolista de los Piratas de Pittsbuergh cuyo padre es afroamericano y cuya madre es blanca.
Jeff Larentowicz, futbolista blanco del Atlanta United, habló de la necesidad de que todos los deportes se mantengan unidos.
“Da la sensación de que estamos llegando a un punto de ebullición. Las cosas tienen que cambiar”, manifestó. “Demostramos que estamos juntos, que nos apoyamos entre nosotros, y cuando buscas cambios, si te das vuelta, no es que no vas a ver a nadie. Habrá mucha gente detrás de ti”.
Después de analizar la posibilidad de que se suspenda el campeonato de la NBA, los jugadores decidieron regresar.
Pero es probable que no se quedarán cruzados de brazos y que seguirán presionando en busca de cambios.
La temporada de fútbol americano no empezó todavía, pero varios equipos expresaron su solidaridad suspendiendo sesiones de entrenamiento.
Si deciden plegarse a la campaña, honrarán el legado de Colin Kaepernick, quien fue marginado de la NFL después de empezar a arrodillarse durante el himno hace cuatro años para denunciar los mismos temas de los que se está hablando ahora.
No todos los deportes se sumaron a la protesta.
La liga de hockey sobre hielo, en la que la mayoría de los jugadores son blancos, no interrumpió sus playoffs, y tampoco se suspendió un torneo de golf, otro deporte de mayoría blanca, en las afueras de Chicago, a menos de 160 kilómetros (100 millas) de Kenosha, la ciudad de Wisconsin donde Jacob Blake fue baleado frente a sus hijos.
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Paul Newberry está en https://apnews.com/search/paulnewberry