El movimiento para retirar monumentos confederados en diversas partes de Estados Unidos luego de la muerte de George Floyd se ha extendido a estatuas de comerciantes de esclavos, imperialistas, conquistadores y exploradores en todo el mundo, incluidas las de Cristóbal Colón, Cecil Rhodes y el rey Leopoldo II de Bélgica.
Protestas y algunos actos de vandalismo han ocurrido en ciudades como Boston, Nueva York, París, Bruselas y Oxford, Inglaterra, en una intensa reevaluación de las injusticias raciales a lo largo de los siglos. Los académicos están divididos sobre si la campaña se dirige a borrar la historia o a actualizarla.
En la Universidad de Oxford, los manifestantes han intensificado la presión que han hecho desde hace tiempo para quitar una estatua de Rhodes, un imperialista que fungió como primer ministro de la Colonia del Cabo en el sur de África. Hizo una fortuna con oro y diamantes a expensas de los mineros que trabajaban en condiciones brutales.
Durante una entrevista con la cadena BBC, la vicecanciller de Oxford, Louise Richardson, se opuso a la idea.
“Necesitamos enfrentar nuestro pasado”, señaló. “Mi opinión sobre esto es que esconder nuestra historia no es la ruta para el entendimiento”.
Cerca de Santa Fe, en Nuevo México, los activistas pidieron que se retire una estatua de Don Juan de Oñate, un conquistador español del siglo XVI venerado como padre fundador hispánico y repudiado por su brutalidad contra los nativos norteamericanos, como una orden para cortar los pies de una veintena de personas. Unos vándalos cortaron el pie derecho de la estatua en la década de 1990.
En Bristol, Inglaterra, los manifestantes derribaron el fin de semana una estatua del comerciante de esclavos del siglo XVII Edward Colston y la lanzaron al mar. Las autoridades de la ciudad dijeron que sería colocada en un museo.
A lo largo y ancho de Bélgica, estatuas del rey Leopoldo II han sido pintarrajeadas en media docena de ciudades por el brutal gobierno que ejerció el rey en el Congo, donde hace más de un siglo obligó a multitudes a ser esclavos para extraer caucho, marfil y otros recursos para su propio beneficio. Los expertos dicen que dejó hasta 10 millones de muertos.
“Los alemanes no pensarían en erigir estatuas de Hitler y adorarlas”, dijo Mireille-Tsheusi Robert, activista del Congo que quiere que se retiren las estatuas de Leopoldo en las ciudades belgas. “Para nosotros, Leopoldo ha cometido un genocidio”, aseveró.
En Estados Unidos, la muerte de Floyd ocurrida el 25 de mayo mientras estaba bajo custodia de la policía ha dado pie a una campaña para retirar los símbolos de la Confederación y la esclavitud.
La Marina, la Infantería de Marina y la NASCAR han prohibido la exhibición de banderas confederadas, y las estatuas de héroes rebeldes a lo largo del sur del país han sido vandalizadas o retiradas, ya sea por manifestantes o por las autoridades.
El miércoles por la noche, unos manifestantes tiraron la estatua de un siglo de antigüedad del presidente confederado Jefferson Davis en Richmond, Virginia, la antigua capital de la Confederación. Las autoridades de la ciudad ya habían discutido retirar la figura de 2,4 metros (8 pies) de altura, pero la multitud tomó cartas en el asunto. No se realizaron arrestos de forma inmediata.
La estatua estaba a unas cuantas cuadras de distancia de la impotente figura de 18 metros (61 pies) de altura del general Robert E. Lee, el más venerado de todos los líderes confederados. El gobernador Ralph Northam ordenó la semana pasada su retiro, pero un juez bloqueó dicha acción por ahora.
B. Frank Earnest, portavoz de la división de Virginia de los Hijos de los Veteranos Confederados, condenó el derribo de “obras de arte públicas” y comparó perder las estatuas confederadas con perder a un familiar.
El alcalde de Richmond, Levar Stoney, quien propuso desmantelar todas las estatuas confederadas de la ciudad, pidió a los manifestantes no tomar cartas en el asunto por su propia seguridad. Pero señaló que la estatua de Davis se ha ido para siempre.
“Nunca mereció estar en ese pedestal”, dijo Stoney, y llamó a Davis un “racista y traidor”.
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Crary informó en Nueva York. Periodistas de The Associated Press en Estados Unidos y Europa contribuyeron a este despacho.