Los Ángeles (EE.UU.), 31 may. (EFE).- Los Ángeles, la ciudad de las estrellas, vive uno de los momentos más tensos que se recuerdan: La ciudad más azotada por el coronavirus en California es ahora escenario de graves disturbios; si sus emblemáticos cines y estudios ya cerraron, ahora el toque de queda ha terminado de cambiar completamente su paisaje.
Cualquier actividad comercial parece clandestina. Los negocios se han blindado ante nuevas oleadas de violencia y las tapias cubren completamente sus fachadas mientras los clientes acceden uno por uno respetando la distancia de seguridad.
Por las calles, un constante sonido de sirenas de policía, helicópteros y la presencia de camiones de la Guardia Nacional hacen que todo parezca una de esas películas que hace meses que dejaron de rodarse.
A las dos de la tarde, filas de clientes con mascarilla esperan en un aparcamiento su turno para entrar en un supermercado tapiado y lleno de pintadas. Enfrente, una docena de policías se organiza en silencio hasta que un cliente que sale del comercio grita "¡que os jodan!" y la atención de todos se altera.
La escena sucede en Fairfax, una animada zona comercial situada entre Beverly Hills y Hollywood que fue el escenario de disturbios, saqueos y barricadas la noche anterior y, en la mañana, trata de volver a una normalidad que no tiene nada de normal con el coronavirus presente.
Tras el fin del toque de queda y con otro previsto para la noche, decenas de personas aguardan en los supermercados para hacer la compra.
"Espero no tener que volver a salir en dos semanas", comenta una mujer en la fila.
UN CONFLICTO SIN PRECEDENTES EN DÉCADAS
Las triple crisis sanitaria, económica y social ha golpeado tan fuerte a la segunda ciudad más poblada de Estados Unidos que parece imposible encontrar el brillo que se asocia con la capital mundial del entretenimiento.
Hay que remontarse hasta 1992 para recordar un momento así, cuando los violentos disturbios por otro caso de brutalidad policial contra un ciudadano afroamericano se saldaron con más de 50 muertos y 2.000 heridos.
De hecho, el alcalde, Eric Garcetti, admitió que la colisión de la ola de protestas con la pandemia representan "el momento más fuerte que ha experimentado como residente de Los Ángeles desde los disturbios de 1992".
En la misma noche, el regidor declaró un toque de queda, convocó el estado de emergencia y pidió que se desplegaran efectivos de la Guardia Nacional, un cuerpo militar de reserva.
ANTES CONFINAMIENTO, AHORA DISTURBIOS Y TOQUE DE QUEDA
Los más de cuatro millones de habitantes de esta metrópolis -10 en el condado- vieron cómo las protestas pacíficas organizadas por la muerte de George Floyd derivaron en una feroz confrontación que suma su tercer día de conflicto.
El viernes por la noche comenzaron los saqueos en el centro, el sábado se extendieron por la ciudad y el domingo se produjeron a plena luz del día. En los teléfonos móviles las alertas ciudadanas han ido adelantando la hora de comienzo del toque de queda hasta las 6 de la tarde, 4 en algunos barrios.
Antes de encerrarse en casa, los vecinos paseaban con escobas y cubos para limpiar las calles y reparar los destrozos.
El centro de Los Ángeles se despertó entre labores de limpieza, reparaciones y blindaje en diferentes negocios de las calles Broadway y Spring, mientras las protestas pacíficas se trasladaron a las zonas jóvenes de Santa Mónica (costa) y Echo Park (interior).
Con carteles de apoyo a "Black Lives Matter", los manifestantes se mezclaron con el ambiente habitual de los parques en un domingo soleado.
"Estaríamos aquí sentados todo el día si tuviera que contarte cuántas personas murieron por brutalidad policial, especialmente negros y gente de otras minorías", resumió a Efe Arisha Mays, una joven afroamericana que participó en la concentración.
Pero al cabo de unas horas, imágenes retransmitidas por televisión mostraban cómo en las calles cercanas a una protesta en la playa, una serie de bandas organizadas iniciaban los saqueos, desplazándose velozmente en coche.
Las peleas entre los grupos violentos, manifestantes que pedían la calma y policías derivaron en un caos resulto a base de golpes y gases lacrimógenos.
Tras adelantarse el toque de queda, la gran mayoría abandonó los puntos de protesta mientras algunos resistían al grito de "toda la noche".
De camino a casa, las radios locales emiten "Peace In L.A.", el himno rockero de Tom Petty por los disturbios de 1992, y desde la carretera se lee un graffiti que llama a "acabar con el supremacismo blanco" junto a un retrato de Britney Spears. Es la conflictiva ciudad de las estrellas.