DUBÁI, Emiratos Árabes Unidos (AP) — Mientras era atendida tras contraer el COVID-19 en un hospital de la Ciudad de Kuwait, Amnah Ibraheem quiso agradecerle al personal que la cuidaba. Todas las enfermeras eran del sudeste asiático, el radiólogo era africano, uno de sus médicos egipcio. El único kuwaití que detectó fue un voluntario con el que tuvo un trato muy breve.
Ibraheem mencionó esto en Twitter, para desmentir a otros en Kuwait y el resto del Golfo Pérsico que alimentan el miedo y el resentimiento hacia los extranjeros, a los que atribuyen los brotes de coronavirus.
“No podemos decidir justo ahora ser racistas y decir que los expatriados son vividores, porque no lo son”, afirmó Ibraheem, de 32 años, con un título en ciencias políticas y madre de dos hijos, en declaraciones a la Associated Press. “Son quienes mantienen funcionando nuestro sistema de salud en estos momentos”.
La pandemia ha demostrado lo vital que son los extranjeros en los países del Golfo donde trabajan en momentos en que naciones como Arabia Saudí, Kuwait y Omán expulsan extranjeros de ciertos sectores para generar puestos de trabajo para sus ciudadanos. La crisis saca asimismo a la luz las desigualdades de sus países de origen que los obligan a emigrar.
En las naciones del Golfo los trabajadores que están en la primera línea de fuego son casi todos extranjeros, ya sea en un hospital de Arabia Saudí, en un pabellón de aislamiento de Kuwait o en una tienda de comestibles de los Emiratos Árabes Unidos. Desempeñan tareas indispensables que los exponen a contraer el virus y a menudo no tienen familiares con ellos que los puedan cuidar si se contagian.
La gran mayoría de los 78.000 contagios confirmados en los Emiratos, Qatar, Kuwait, Bahréin, Omán y Arabia Saudí involucran a extranjeros.
En los Emiratos, Qatar, Kuwait y Bahréin los extranjeros constituyen la mayor parte de la población. El grueso de ellos proviene de la India, Pakistán, Nepal, las Filipinas y Egipto. Tienen visas de trabajo temporales, que no los habilitan para sacar la ciudadanía, sin importar el tiempo que lleven viviendo o trabajando en el país. Con frecuencia trabajan en la construcción, ganando poco, y viven en campamentos donde hay hasta diez personas por habitación. Esas condiciones de vida los hacen más vulnerables al COVID-19.
Por ello algunos los tienen en la mira. La popular actriz kuwaití Hayat al-Fahad declaró a una radio que la raíz de los problemas del país con el coronavirus son los migrantes egipcios y del sudeste asiático. Y se preguntó, si sus propios países no los quieren recibir, ¿por qué Kuwait debe llenar sus hospitales para tratarlos a ellos a expensas de sus propios ciudadanos?
“¿No se supone que la gente debe irse durante una crisis?”, comentó, para agregar: “Juro por Dios, los dejaría en el desierto. No me opongo a un trato humano, pero hemos llegado a un punto tal en el que estoy harta de esto”.
Ibraheem dijo que su tuit fue en respuesta a comentarios como ese. Kuwait, afirmó, siempre ha sido un país moderado, que recibe con los brazos abiertos a los extranjeros, que ayudaron a construir esta nación.
“Este no es el momento de asumir actitudes tribales”, manifestó Ibraheem. “Tenemos que trabajar juntos porque el virus no revisa tu pasaporte”.
En el mismo hospital, Najeeba Hayat usó su cuenta de Instagram para criticar a la legisladora kuwaití Saffa al-Hashem luego de que esta pidiese la deportación de todos los extranjeros con visa vencida para “purificar el país” del virus.
“No admito que digan eso”, expresó Hayat a la AP. “No podremos sobrevivir si seguimos despreciando a la gente que cuida de nosotros, que cría nuestros hijos, que es parte vital de nuestra comunidad”.
Hayat pasó más de un mes en el hospital con el COVID-19 antes de ser dada de alta. El día que se fue, compartió con los más de 25.000 seguidores que tiene fotos con sus enfermeras indias, agradeciéndoles por haber librado la batalla con ella.
Si bien médicos y enfermeras reciben algunos elogios en la prensa local, no sucede lo mismo con las personas que hacen entregas de mercaderías, los limpiadores de las calles, los obreros de la construcción, carniceros y cajeros que diariamente se exponen al virus.
Valaney Fernandes, de 27 años, de Goa, India, está en los Emiratos desde hace cinco años. Trabaja como cajera y dice que siente que contribuye. “En los hospitales y en todos lados es lo mismo: hacen todo lo que pueden”.
Fernandes dice que se sienten agradecida de tener un trabajo en estos momentos. Sus padres, en su país, dependen de ella. “Hay que ganarse el pan de cada día”, afirmó. “Me siento afortunada de estar trabajando. Muy afortunada”.
Decenas de miles de migrantes que se quedaron sin trabajo piden a sus embajadas que los lleven de vuelta a sus países. Tan solo en los Emiratos la prensa local dijo que más de 197.000 indios se apuntaron para volver a su patria.
Cuando los Emiratos ordenaron el cierre de los cines en marzo, la ugandesa Lukia Namitala casi se queda sin trabajo, pero otra empresa del mismo grupo la contrató para que trabaje en un supermercado.
“La mayoría de mis amigos no están trabajando”, declaró.
Namitala dice que estar alejada de su familia es duro. No pudo viajar a Uganda el mes pasado por la pandemia y se perdió el quinto cumpleaños de su hija.
“No hay nada mejor en el mundo que estar con tu familia”, indicó.
En una admisión de la importancia de los trabajadores extranjeros para la economía, el príncipe heredero de Abu Dhabi Mohammed bin Zayed dijo en un video que se había conmovido hasta las lágrimas al ver a residentes extranjeros cantando el himno de los Emiratos en las redes sociales.
“Que Dios los proteja y proteja al país donde se encuentran, del que son tan leales como sus ciudadanos”, dijo a fines de marzo.
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Aya Batrawy está en www.twitter.com/ayaelb