SANTA CRUZ, Galápagos (AP) — En medio de la conmoción mundial por la pandemia del COVID-19, la vida de la canadiense Jessy Lamontaine tomó un giro inesperado: tuvo que prolongar su estadía en una isla en medio del océano Pacifico y sin posibilidad inmediata de regresar a su país.
Ella llegó el 10 de marzo al archipiélago de Galápagos, uno de los mayores atractivos mundiales en turismo de naturaleza, junto a su esposo Sajid Qureshi y su hijo Aydin, de seis años. Sin embargo, en medio de su viaje soñado, Ecuador cerró por 21 días sus fronteras a fin de evitar la propagación del nuevo coronavirus.
“En la mañana estaba llorando, no tenía respuestas de la aerolínea, no tenía dinero y no sabía si iba a conservar mi trabajo, pero el dueño del hotel me llamó para decirme que no me iba a cobrar, luego hablé con mi jefe, que me dijo que podía esperar con mi trabajo”, aseguró.
Al igual que Lamontaine, algunos visitantes extranjeros se han quedado en estas islas, a 1.000 kilómetros de las costas ecuatorianas, que ahora lucen como un territorio triste sin los turistas y toda la actividad que desencadenan.
El gobernador de Galápagos, Norman Wray, dijo que unos 2.000 extranjeros se han quedado y que en esta semana tienen la posibilidad de abandonar el archipiélago en vuelos contratados o previamente autorizados. El martes las autoridades decidieron suspender el acceso a las islas a todos, incluso de residentes y visitantes, sin que hayan realizado una cuarentena previa.
El dueño del hotel Cormorán Beach House en isla Isabela, José Coque, dijo a The Associated Press que “antes la actividad se medía por la gente yendo y viniendo de la playa, los restaurantes a todo volumen con música tropical, ahora estamos como en un convento, silencio absoluto y casi sin turistas”.
“En nuestro caso se han cancelado todas las reservaciones para marzo y abril, la situación es muy compleja porque muchas familias dependen de nuestra operación”, destacó.
De acuerdo con la Cámara de Turismo de isla Isabela, la de mayor tamaño del archipiélago, el 95% de las operaciones turísticas corresponden a actividades con extranjeros, especialmente de estadounidenses, europeos y canadienses.
En marzo de 2019, un total de 26.000 extranjeros llegaron a ese territorio insular ecuatoriano, pero en las próximas tres semanas ningún extranjero podrá ingresar al archipiélago por ningún medio de transporte.
La turista de Estados Unidos, Rose Zimpel, en isla Santa Cruz, se limitó a decir que la decisión del gobierno le ha puesto “muy triste, tenía planificado otro viaje después de este, y ahora debo volver a mi casa”.
Las Galápagos, son un imán para el turismo mundial por su condición de patrimonio natural de la humanidad en atención a sus especies animales y vegetales, terrestres y marinas, únicas en el mundo y que sirvieron al científico inglés Charles Darwin como fuente para elaborar su teoría de la evolución de las especies hace casi 200 años.
Otro sitio de interés del turismo mundial, como Machu Picchu, permanece cerrado por orden del gobierno peruano para evitar la propagación del COVID-19.
El alcalde de isla Santa Cruz, Ángel Yánez, señaló que es una medida muy dura pero necesaria para evitar “el ingreso de este virus a Galápagos, podemos perder un dedo, pero no podemos perder toda la mano o el brazo, el turismo es nuestra única fuente de ingreso y por eso debemos cuidar que este virus no llegue a Galápagos”.
No hay ningún caso en ese archipiélago.
Entre el lunes y martes, la cantidad de contagiados subió de 58 a 111 casos, mientras que la cifra de fallecidos sigue en dos. El primer caso fue detectado el 29 de febrero en una ecuatoriana residente en España que había regresado a Ecuador.
En Galápagos hay otros que se toman la situación de forma más relajada: el inglés Ian Attenborough, que llegó el viernes a isla Isabela, habló sobre la situación de prolongar su estadía en Galápagos. “Tengo mi propio negocio y puedo trabajar desde donde sea, no es un problema, cuando haya nuevos vuelos regresaré”, dijo.
Escenas caóticas se registran en aeropuertos de muchos países alrededor del mundo, donde miles de turistas buscan desesperadamente un cupo de regreso a sus países, la mayor parte de ellos sin suerte.