Los creadores de “Beasts of the Southern Wild” (“Una niña maravillosa”) se dispusieron a contar la historia de Peter Pan desde la perspectiva de Wendy y el resultado es una adaptación dolorosamente sincera, salvaje, transportadora y (muy) libre del clásico de J.M. Barrie acerca de no querer crecer.
Atrás quedaron las buenas costumbres y las elegantes cortinas de la historia de Barrie. En “Wendy”, los Darling son una familia estadounidense que vive en el sur del país y sobrevive con huevos y café en una cafetería llena de personajes de rostros ajados y rizas copiosas. En la primera escena, Wendy, una niña pequeña de mejillas rosadas que empieza a conocer la responsabilidad de trabajar ayudando a su mamá a romper huevos sobre la estufa, ve a un niño dejar su plato con tocino para escapar de la amenaza de crecer y hacerse hombre. Él ve a un niño en un tren que se aleja a toda velocidad y lo sigue fuera de la ciudad, lejos de las realidades poco románticas que lo rodean, a un lugar donde podría tener la posibilidad de ser pirata.
Los años pasan y Wendy, interpretada por la debutante Devin France, crece un poco. Está obsesionada con la fantasía de lo que vio e ilustra historias sobre el niño que se fugó mientras mira intensamente los trenes desde su ventana. Un día esa misteriosa figura aparece y ella y sus hermanos gemelos (Gage y Gavin Naquin) tienen un arranque alocado por la libertad que hay al otro lado de las vías.
Esa figura extraña es, claro, Peter Pan (Yashua Mack), quien es más un niño que un adolescente. Lleva puesto un viejo saco de escuela rojo sin camisa y tiene una sonrisa pícara, además de una sed insaciable de peligro y nada de miedo (o una ignorancia total) a las consecuencias, lo que llevará a un clímax especialmente perturbador más adelante. Su isla es exuberante, mítica y llena de maravillas, pero también de peligros reales (como barcos oxidados) e imaginarios (como crecer, que se muestra como algo grotesco y triste). Los Darling se entretienen dejando que su lado salvaje se apodere de ellos y sólo tienen el temor de hacerse grandes.
El director Benh Zeitlin, cuya “Beasts” pasó de ser joya de Sundance en 2012 a recibir cuatro nominaciones al Oscar (incluyendo a mejor película), dedicó gran parte del ínterin trabajando en su nueva cinta, que escribió con su hermana Eliza Zeitlin. En un comunicado dice que ninguno de los dos quería crecer, pero en algún momento después del gran éxito de “Beasts”, se dieron cuenta de que tenían que hacerlo.
En parte por eso eligieron la perspectiva de Wendy en lugar de la de Peter. Pero en cierto lograron hacerlo en ambos sentidos, porque libraron a Wendy de la jaula del ideal victoriano sobre la feminidad y la convirtieron en un espíritu aventurero libre (o una niña real), dividida entre querer la libertad completa y saber que eso no puede durar para siempre.
Hay mucho del ADN de “Beasts” en “Wendy” y la estética de Zeitlin no es menos encantadora, ni menos mágica, con sus pequeños actores novatos. Pero “Wendy” no logra igualar a “Beasts”. Le falta el toque maniático que hizo que su película revelación fuera tan impactante. Con su repetición y falta de estructura puede ser incluso tediosa.
Y a pesar de esto es tan sincera que es difícil criticar a “Wendy” por algo de repetición o incluso por la taciturna extravagancia en todo. Al fin y al cabo nos lleva a un lugar bueno que vale la pena: el final puede derretirle el corazón incluso a los adultos más adultos de la audiencia.
“Wendy”, un estreno de Searchlight Pictures, tiene una clasificación PG-13 (que advierte a los padres que podría ser inapropiada para menores de 13 años) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por “breves imágenes violentas y sangrientas”. Duración: 112 minutos. Dos estrellas y media de cuatro.
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Lindsey Bahr está en Twitter como www.twitter.com/ldbahr.