CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Un peregrinaje de cuatro días efectuado por familiares de personas asesinadas o desaparecidas en México culminó el domingo en una tensa confrontación en la plaza principal de la capital, donde simpatizantes del presidente insultaron a los manifestantes, entre los que iban decenas de mormones con nacionalidad mexicana y estadounidense.
Seguidores fervientes del mandatario Andrés Manuel López Obrador rodearon a la Caravana por la Verdad, Justicia y Paz conforme se acercaba al Palacio Nacional en la plaza del Zócalo con el objetivo de dejarle una carta al presidente.
“¡Váyanse del país!”, les gritaron, acusando a los familiares de las víctimas de ser provocadores o incluso de recibir dinero de los rivales políticos de López Obrador.
Las hostilidades resaltaron las dificultades de alcanzar soluciones pacíficas en un país sacudido por frecuentes asesinatos brutales que suelen quedar impunes.
Hubo casi 35.000 homicidios en México el año pasado, un récord en la historia del país y una estadística decepcionante para el primer año completo de López Obrador en la presidencia. El número representa una tasa de aproximadamente 23 asesinatos por cada 100.000 habitantes, en comparación con cinco homicidios por cada 100.000 personas en Estados Unidos.
Además, decenas de miles de mexicanos han desaparecido durante la última década, con pocas pistas sobre su destino final y poca ayuda de las autoridades para dar con su paradero.
Miembros de la comunidad mormona LeBarón en el norte de México prestaron sus voces a la protesta del domingo. Su comunidad resultó duramente afectada en noviembre pasado, cuando hombres armados emboscaron una caravana que viajaba por un camino montañoso a unas cuantas horas de la frontera con Estados Unidos. Tres mujeres estadounidenses y seis de sus hijos fueron asesinados.
Los orígenes de la comunidad LeBarón se remontan a un grupo polígamo que salió de Estados Unidos rumbo a México hace varias generaciones, después de que la Iglesia Mormona prohibió la poligamia.
Adrián LeBarón perdió a una hija y a cuatro de sus nietos durante el ataque de noviembre. Antes de los asesinatos, dijo, él era como un avestruz con la cabeza enterrada en la arena, “sin darme cuenta de la masacre que estaba pasando en México”.
“Ahora sí, saque la cabeza para nunca volverla enterrar y para darme cuenta de todo lo que está pasando”, declaró.
Los críticos han acusado a LeBarón de buscar atención. Dijo que permanecer en silencio sería insultar la memoria de su hija y sus nietos, y contraproducente para las esperanzas que tiene de que México sea un lugar más seguro.
“A mí me daría vergüenza no dar la cara a una tragedia como esa”, dijo LeBarón.
Lenzo Widmar, otro miembro de la comunidad LeBarón, alentó a los miembros de la marcha a quitarse un zapato en honor a Mackenzie, de 9 años y sobreviviente del ataque a los mormones que caminó más de 10 kilómetros (seis millas) para buscar ayuda para sus hermanos heridos.
Widmar dijo que las marchas como esta en la Ciudad de México son una oportunidad para atraer la atención a muchos otros casos de asesinatos y desapariciones en el país que no captan la atención de los medios, o ni siquiera una investigación policial adecuada.
En la procesión había mujeres como Maria Alicia Guillén, cuyo hijo de 6 años, Eduardo, desapareció sin dejar rastro en 2012 mientras jugaba a las canicas afuera de su casa en el estado de Chiapas, en el sur del país. También estaba María del Carmen Volante, cuya hija de 23 años, Pamela, fue vista por última vez en un festival de música en el sur de la capital hace más de dos años.
“Todos los mexicanos tenemos que buscar dónde están los responsables para eso”, dijo Widmar. “Es una vergüenza que tengamos tanta violencia en Mexico”.
Conforme la procesión avanzaba en absoluto silencio hacia el palacio presidencial, el contingente se detuvo en “anti monumentos” colocados sobre Paseo de la Reforma, una de las principales avenidas de la capital, para marcar las terribles tragedias.
Los manifestantes gritaron: “¡Verdad! ¡Justicia! ¡Paz!” cerca de una estructura de colores pastel en honor a la muerte de 49 bebés y niños que fallecieron en un incendio en una guardería del gobierno, y del cual nadie ha sido responsabilizado.
Luego se detuvieron y contaron hasta 43 cerca de una estructura metálica para recordar a los estudiantes normalistas de la localidad de Ayotzinapa que fueron secuestrados y aparentemente asesinados por un cártel del narcotráfico coludido con la policía.
Más adelante, más de una docena de madres de jóvenes desaparecidos esperaron a la procesión mientras sostenían imágenes de sus hijos con detalles personales, como un tatuaje de puma en su antebrazo izquierdo. Las madres coreaban: “Hijo, escucha. Tu madre está en la lucha”.
A lo largo del trayecto, simpatizantes les gritaron “¡No están solos!” a los miembros de la familia LeBarón.
Pero una vez que el contingente llegó al Zócalo, cientos de simpatizantes del presidente les cerraron brevemente el paso, gritándoles “Es un honor estar con Obrador” y “¡Fuera!”
Desde un estrado y con un micrófono, LeBarón respondió que la caravana estaba conformada por seres humanos de todos los espectros políticos.
“Esto es una llamada a la conciliación”, dijo visiblemente conmovido. “La paz nace en el corazón”.