Con su tabla de surf bajo el brazo, Dery Setyawan corre tras las olas. Para él, esto supone una prueba deportiva pero también emocional, pues perdió a muchos familiares cuando un tsunami gigante asoló la costa de Indonesia hace quince años.
Su ciudad natal, Lampuuk, cerca de Banda Aceh, en el norte de la isla de Sumatra, quedó casi totalmente destruida por las olas. Pero este padre de dos hijos, de 35 años, sigue encontrando en el mar un consuelo en el que cerrar heridas.
"El surf fue el mejor remedio para el trauma", afirma. "Cuando estoy en la ola, todos mis miedos se esfuman, puedo enfrentarme al pasado y hallar la paz", explica a la AFP.
El 26 de diciembre de 2004, un violento sismo de magnitud 9,3 sacudió el subsuelo marino frente las costas de Sumatra y desató un tsunami de casi 30 metros de alto. Dejó más de 220.000 víctimas en los países de la zona, en pleno océano Índico, incluyendo Tailandia, Sri Lanka e India. El impacto se llegó a sentir en el este de África.
Indonesia registró las pérdidas más importantes, con al menos 170.000 muertos, aunque seguramente el balance fue mucho mayor, pues muchos cuerpos nunca fueron encontrados o identificados.
Banda Aceh quedó particularmente afectada. Todavía se descubren las fosas comunes excavadas a toda prisa y decenas de cuerpos fueron enterrados aún el año pasado, incluido el de una mujer que llevaba su permiso de conducir en el bolsillo del pantalón.
- Olas monstruosas -
En Lampuuk, de los 7.000 habitantes que contaba antes del tsunami, solo sobrevivieron 300. La madre de Dery Setyawan, sus dos abuelas, su hermano menor y muchos de sus amigos murieron.
El joven recuerda el momento en el que al agua inundó su casa y la arrastró 200 metros más allá, hasta que logró agarrarse a unos escombros para sobrevivir.
En los años siguientes, los habitantes, traumatizados, empezaron a tenerle miedo al agua. "Mirábamos las olas pero solo para comprobar que el nivel del agua no bajaba", una señal de que un tsunami se acerca.
Sin embargo, apenas un año después, Dery Setyawan quiso enfrentar sus miedos.
"Las olas de la playa son nuestras amigas, las que nos mataron durante el tsunami venían del fondo del océano", indica. "Fue así como pude convencerme de volver al agua por primera vez".
Tanto para él como para otros habitantes, el surf se convirtió en un medio de reconciliarse con la vida. "La costa forma parte de nuestra existencia aquí. Es ahí donde vivimos, donde pasamos ratos en familia, donde nos ganamos la vida".
Convertido en surfero profesional, participa en competiciones internacionales y locales y el mes pasado organizó el Campeonato de surf de Aceh.
En Lampuuk, ya reconstruido, hay carteles por todas partes con instrucciones sobre cómo actuar en caso de tsunami. En la actualidad, allí viven 2.000 personas.
Y, aunque para muchos mirar al mar siga siendo doloroso, el surfero quiere hacer de la playa un lugar de esperanza. Allí ha abierto un club de surf y un restaurante, confiando en el potencial turístico del lugar. "El surf es una forma de atraer gente nueva", explica.
- Recuerdos dolorosos -
Indonesia es uno de los países en los que las catástrofes naturales son más habituales. El archipiélago, situado en el "círculo de fuego del Pacífico" registra una alta actividad sísmica y volcánica.
Con todo, en la provincia de Aceh, la catástrofe de 2004 permitió poner fin a un conflicto de casi 30 años. Un año después del tsunami, los rebeldes separatista y el gobierno alcanzaron un acuerdo de paz que prevé más independencia para la provincia, donde se practica un islam más estricto que en el resto del país.
En Banda Aceh, la capital regional, donde se levantó un monumento en memoria de las víctimas, miles de habitantes tenían previsto congregarse el 26 de diciembre.
La ocasión podría traer recuerdos dolorosos entre los supervivientes, como Abdul Hadi Firsawan, que perdió en el tsunami a sus padres y hermanos. "Sigo rezando para poder volver a ver a mis familiares, pero ya hace 15 años de aquello".
hrl/pb/lto/lgo/dp/jvb/zm