No son judíos, pero se han convertido en los ángeles guardianes de los cementerios judíos en Alsacia, en el nordeste de Francia. Estos "vigilantes de la memoria" cuidan esos lugares dedicados al recogimiento que a veces son escenario de profanaciones.
"Hay personas que son vigilantes de los castillos fortificados en Alsacia, y no por ello son propietarios de un castillo. Es nuestro patrimonio, es nuestra historia". Para Lionel Godmet, que hace rondas de vigilancia en el cementerio judío de Jungholtz se trata de un "compromiso ciudadano".
Al igual que una veintena de personas del Alto Rin, uno de los dos departamentos que forman la región de Alsacia, en el noreste de Francia, este profesor de religión se unió a la red "vigilantes de la memoria" federada en el consejo departamental desde el mes de octubre.
Estos voluntarios se comprometen, firmando una carta, a "indicar toda anomalía en los cementerios israelíes y sus inmediaciones", el mismo dispositivo que funciona en el otro departamento alsaciano, el Bajo Rin.
En los últimos años, varios de estos lugares han sufrido profanaciones, la última en el cementerio de Westhoffen, Bajo Rin, donde a comienzos de diciembre aparecieron cruces gamadas sobre más de cien tumbas.
Tradicionalmente caracterizada por la existencia de comunidades judías rurales, Alsacia cuenta con 67 cementerios israelíes que no son fáciles de proteger ya que la mayoría de comunidades ha desaparecido.
Los judíos alsacianos representaban más de la mitad de los judíos de Francia en el siglo XVIII, pero tuvieron que esperar hasta 1791 para tener derecho a regresar a las ciudades, que les habían sido prohibidas en el siglo XIV.
"Hoy hay menos de 20.000 judíos en Alsacia, de un total de dos millones de personas y desde la Holocausto ya no hay judaísmo rural", explica Philippe Ichter, responsable del área "diálogo interreligioso" de los dos departamentos alsacianos e iniciador de los "vigilantes de la memoria".
De ahí "la idea de poner voluntarios al servicio de los cementerios judíos, para que los vigilen, sin hacer de ellos superhéroes", señala.
- Desconocimiento -
Con una frecuencia de visitas que decide cada vigilante, su papel consiste en asegurar una presencia mínima y señalar los eventuales problemas. Tienen por consigna no intervenir si sorprenden una profanación.
"Todavía habrá más. No podemos poner un policía en cada cementerio", suspiró Francis Laucher, vigilante, junto a su esposa Solange, del cementerio de Jungholtz.
"Los dos somos alsacianos de raíz, somos personas que amamos el orden. ¡Llegar a estas cosas! A los muertos hay que dejarles tranquilos", se indigna este mecánico jubilado mientras deambula entre las tumbas al pie de la cordillera de los Vosgos.
En este vasto cementerio, creado en 1655 en el foso de un castillo fortificado hoy desaparecido, cohabitan tumbas muy antiguas cubiertas de musgo y a veces de desniveles, con sepulturas nuevas sobre las que pequeñas piedras dan testimonio del paso reciente de allegados.
Aunque padeció el vandalismo nazi, con 400 estelas rotas entre 1940 y 1944, este cementerio no ha sufrido ninguna profanación desde entonces.
En el de Wintzenheim solamente vigila el matrimonio Tornare. "Ahora prestamos más atención que antes", confía Robert Tornare. La pareja comenzó a cuidar el lugar antes de la oficialización de su estatuto de "vigilantes de la memoria", cuando hace 40 años compraron su casa cuyas ventanas dan al camposanto.
"Somos católicos, pero después de 40 años ya se han convertido en amigos", explica él, contando cómo su esposa cuando era pequeña jugaba con los niños judíos del vecindario y más tarde estas familias le propusieron ser la guardiana de las llaves del cementerio.
"Espero que estos tristes dramas que se repiten cada seis meses provoquen un electroshock en otros conciudadanos", señala Laurent Schilli, secretario general del consistorio israelita del Alto Rin encargado de los voluntarios, que dice ser "pesimista".
"Hay que convencer a quienes todavía no lo están del problema. Son personas que hacen eso en su tiempo libre, voluntariamente, para una comunidad que no es la suya, ¡es demasiado!", resume.
Lionel Godmet logró movilizar a sus alumnos, y varios de ellos depositaron sobre las tumbas del cementerio de Jungholtz guijarros con palabras que ilustran el combate contra el antisemitismo tras la profanación del cementerio de Quatzenheim en febrero de 2019.
"Los alumnos no saben mucho qué es el judaísmo a pesar de que algunos viven muy cerca del cementerio. Hay muchos desconocimiento, pero es lo mismo con el islam", lamenta el profesor.
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