Para que "las nuevas generaciones no lo olviden nunca". Con este objetivo se iniciaron el domingo las conmemoraciones de la revolución de 1989 en Timisoara, cuna del levantamiento contra el régimen del dictador rumano Nicolae Ceausescu, hace treinta años.
Varios cientos de participantes, ondeando banderas rumanas e iluminados por antorchas, se dirigieron al templo de la Iglesia reformada de la cuarta ciudad de Rumania, en el oeste del país, donde todo empezó el 15 de diciembre de 1989, constataron periodistas a la AFP.
Fue delante de este edificio de ladrillos rojos donde manifestantes mostraron su repulsa a la expulsión del pastor Laszlo Tokes, que criticaba el régimen en sus sermones.
Este gesto desencadenó la movilización que condujo a la caída del último régimen comunista en Europa, después de que la Cortina de Hierro que separaba el oeste y el este del continente comenzara a caer en la primavera de 1989.
"No podía imaginar que la gente respondería a mi llamado [...], que vendrían delante de mi iglesia para mostrar su solidaridad. Esta solidaridad se transformó en un movimiento de protesta contra el régimen comunista", confesó el domingo a la AFP el pastor Tokes, de 67 años, considerado "la chispa" que encendió la revolución.
Junto a la puerta del templo, una placa en rumano, húngaro, alemán y serbio, lenguas de las diferentes comunidades de Timisoara, reza: "Aquí comenzó la revolución que puso fin a la dictadura".
"Queremos que nunca se olvide el sacrificio de los jóvenes. Le dije a mi hijo que debe respetar la memoria de la revolución", explicó Codruta Cesnea, de 41 años.
Dos días después de aquella concentración de apoyo al pastor, Ceausescu dio orden de disparar contra los manifestantes. Unos sesenta de ellos murieron y más de 2.000 fueron heridos.
Las consignas de hace 30 años - "Hoy en Timisoara, mañana en todo el país" y "Victoria"-, resonaron de nuevo este domingo en las calles de la ciudad.
- Historia incompleta -
Adrian Kali, de 51 años, se emociona al recordar esos días y estima que hay por lo que estar "contento". "El cambio de Rumania superó mis expectativas [...] hoy cualquiera puede viajar al extranjero, comprarse un coche o una casa", indica este profesor de historia, que lamenta que la revolución se enseña poco a las nuevas generaciones.
Pero Gerhard Ullmann no comparte su entusiasmo. "No ha habido mucho cambio para bien, miren los salarios, el nivel de vida de la gente", deplora este ingeniero, que se desplazó especialmente desde Alemania, a donde emigró en 1994, para participar en esta conmemoración.
La introspección de Rumania sobre su pasado comunista sigue siendo lenta e incompleta.
Cerca de cuatro millones de rumanos viven y trabajan en el extranjero, una diáspora que no ha dejado de crecer con la apertura de las fronteras y la integración en la Unión Europea (2007) del país, que cuenta hoy con 19,5 millones de habitantes.
Conciertos, exposiciones, presentaciones de libros, discursos: las asociaciones de víctimas, la Iglesia reformada y las autoridades locales de Timisoara organizan hasta el 22 de diciembre numerosos actos para mantener viva la memoria de 1989.
El presidente rumano, Klaus Iohannis, llegará a Timisoara el lunes por la noche.
El 21 de diciembre de 1989, las manifestaciones se extendieron a Bucarest, unos 550 kilómetros más al este. El 22, Ceausescu y su mujer Elena huyeron en un helicóptero antes de ser detenidos, juzgados sumariamente y ejecutados el 25 de diciembre.
Rumania fue el único país donde la caída del régimen comunista fue acompañada de enfrentamientos y represión violenta contra los civiles. En todo el país, 1.104 personas murieron y 3.552 resultaron heridas en el levantamiento.
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