Las tribus de Irak, último refugio frente al caos

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Cuando corre la sangre, el Estado desaparece y faltan los recursos, los iraquíes se dirigen hacia sus tribus. Y en un Irak que vive al ritmo de las protestas contra el sistema y sus dirigentes, estos clanes se fortalecen.

Con sus consejos de justicia, sus leyes ancestrales a las que nadie escapa -al contrario que las del Estado en uno de los países más corruptos del mundo- y sobre todo sus armas, las tribus son unas de las potencias activas con las que hay que contar en el sur chiita, agrícola y petroleo, en rebelión desde hace dos meses.

En un país donde un 60% de la población tiene menos de 25 años y las tres cuartas partes de los habitantes viven en la ciudad, "numerosos iraquíes chiitas se desmarcaron de su identidad tribal" en los últimos años, explica Phillip Smyth, del Washington Institute.

Pero hoy, estos lazos se han reforzado, como ocurre con cada crisis en Irak, presa desde el primero de octubre de un movimiento de protesta que reclama la caída del poder considerado corrupto e incompetente, y en el que ya han muerto más de 450 personas y 20.000 han resultado heridas.

Ante un "gobierno central muy débil y un poder exterior -el Irán vecino- que se considera que ayuda al gobierno", los iraquíes "se dicen que es 'mejor dirigirse a las fuentes de poder ya conocidas'".

Cuando se desató el caos a finales de noviembre en Nasiriya, gran ciudad del sur, por orden de un general enviado por el poder a Bagdad para "restablecer el orden", las tribus enviaron a sus combatientes a impedir el paso a los refuerzos policiales.

Estas hicieron cesar el baño de sangre en una provincia donde murieron 97 personas, según los médicos, la mayoría de ellas jóvenes manifestantes abatidos en la ciudad natal del primer ministro, que ya dimitió, Adel Abdel Mahdi.

- "El precio de la sangre" -

"Fueron las tribus las que encontraron una salida a la crisis mientras que los políticos permanecían inmóviles", afirma a la AFP jeque Qaysar al Husseinaui, de la tribu de los huseinate.

Un centenar de familias denunciaron al general que lideró la represión, Jamil al Shemari. Pero se reservan la posibilidad de apelar a las tribus.

En un país donde "el precio de la sangre" se paga a menudo en los "diwan" de los consejos tribales, los dignatarios de las tribus se manifiestan ahora junto a ellas para reclamar justicia para los "mártires".

Las tribus, que interceden para cesar la violencia, jugaron en cambio un papel clave en 1920 en la insurrección contra el colonizador británico que llevó a la independencia.

Si sacaban sus arams, policías -en primera linea de la represión- afirmaron a la AFP que preferían desertar antes que reaccionar.

Las tribus han sido clave en la vuelta a la calma en numerosas situaciones porque cuentan con hombres tanto en el gobierno como entre los manifestantes o las fuerzas de seguridad.

Una ventaja que les ha permitido forzar a los actores políticos o económicos a asociarlos a sus ganancias, en uno de los países más ricos en petróleo del mundo y donde crece el clientelismo.

Pero actualmente, las tribus intentan renegociar "el contrato social", afirma Nicholas Heras, investigador en el Center for a New American Security.

En Basora, gran ciudad petrolera del sur, se suelen manifestar con armas para obtener empleos y comisiones de compañías petroleras, iraquíes o extranjeras.

Si las autoridades consiguen de nuevo "satisfacer intereses y necesidades" de las tribus, se podría reanudar la relación, afirma Smyth, pero la tarea se anuncia ardua.

"Un empleo no basta para comprar a gente harta de la corrupción de las instituciones y la mala gestión del Estado", asegura, antes de concluir: "No hay que olvidar una cosa, una tribuna nunca se compra, se alquila".

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