WELLINGTON, Nueva Zelanda (AP) — Las calles de Samoa estaban desiertas el jueves en momentos en que el gobierno intensificaba sus medidas para combatir una epidemia de sarampión que ha matado a 62 personas.
Las autoridades recomendaron a empleados públicos y privados quedarse en casa y suspendieron el tránsito a excepción de vehículos de emergencia mientras equipos médicos iban de casa en casa aplicando vacunas.
Las casas donde había gente que necesitaba ser vacunada debían izar una bandera roja.
La mayoría de los fallecidos por la epidemia son gente joven: 54 de ellos tenían 4 años o menos.
La capital de esta isla en medio del océano Pacífico, Apia, estaba desierta el jueves y apenas se escuchaba el trinar de los pájaros mientras merodeaban perros callejeros, reportó el diario The Samoa Observer.
El primer ministro, Tuilaepa Sailele Malielegaoi, declaró a reporteros que la campaña de vacunación no tiene precedente en la historia del país. Agregó que una de las dificultades es que muchas personas no sabían que el sarampión puede ser mortal.
"Al parecer mucha gente reaccionó pasivamente a pesar de que emitimos alertas por televisión y por radio", declaró el primer ministro.
Otro obstáculo es que mucha gente recurrió a curanderos que han tratado enfermedades tropicales en Samoa desde hace 4.000 años.
"Algunos habitantes van a un curandero para curarse del sarampión, pensando que el sarampión es una enfermedad tropical, pero no lo es", afirmó el gobernante.
Las autoridades sospechan que el virus fue introducido por un visitante de Nueva Zelanda.
Samoa declaró la emergencia nacional el mes pasado y ordenó vacunar a unas 200.000 personas. El gobierno además cerró las escuelas y prohibió asambleas públicas de menores de edad.
Según las autoridades, más de 4.000 personas han contraído la enfermedad desde el inicio del brote y 172 siguen hospitalizadas, entre ellas 19 niños en condición crítica.
Según cifras de la Organización Mundial de la Salud y de UNICEF, menos del 30% de los menores de edad en Samoa fueron inmunizados el año pasado. Parte del problema fue que dos bebés murieron debido a una vacuna mal administrada, lo que causó desconfianza pública en el programa de vacunación.