BERLÍN (AP) — En una tarde fría de finales de noviembre, Jan Gerrit Otterpohl observaba las chimeneas de la Heizkraftwerk Mitte de Berlín, una planta de última generación que proporciona calefacción y electricidad a la capital alemana. Lo que le interesa no es el humo que sale de ellas, sino en el casi imperceptible dióxido de carbono que exhala la central eléctrica al quemar gas natural.
Según las leyes de la Unión Europea, el operador de la planta, Vattenfall, necesita un permiso por cada tonelada de dióxido de carbono que lanza a la atmósfera. El trabajo de Otterpohl es mantener los costos bajos asegurándose de que la empresa adquiere solo los permisos que necesita, al precio actual de mercado.
Los economistas sostienen que los mercados de carbono como el que utiliza Otterpohl pueden convertirse en una poderosa herramienta en la lucha contra el cambio climático, al darle a los emisores un incentivo financiero para reducir sus gases de efecto invernadero. Pero a pesar de los avances en otros campos, los gobiernos llevan años intentando sin éxito acordar las reglas que permitirían un auténtico comercio global de permisos de carbono.
Los negociadores que participan en la cumbre climática de Naciones Unidas en Madrid este mes buscan abordar por fin el problema. En la reunión del año pasado se cerraron casi todos los puntos del conjunto de normas que rigen el acuerdo climático de París de 2015.
“Hay motivos para ser optimistas y pensar que podría haber algunos avances por la atención política que está recibiendo”, apuntó Alex Hanafi, del Fondo de Defensa Ambiental, con sede en Nueva York.
Muchos gobiernos tienen problemas para llevar a cabo los recortes de emisiones necesarios para cumplir el objetivo del Acuerdo de París de mantener el incremento de la temperatura global en menos de 1,5 grados Celsius (2,7 Fahrenheit) a final de siglo.
La esperanza es que al ponerle precio al carbono se desbloqueen millones de dólares en inversiones a medida que tanto países como empresas busquen las fórmulas más rentables para reducir sus emisiones. Al limitar el número de permisos en el mercado y reducirlo constantemente, el incentivo para ahorrar en emisiones aumentaría con el tiempo.
“Hay un enorme potencial para que los mercados de carbono contribuyan a lograr los objetivos del Acuerdo de París”, señaló Hanafi.
Pero advirtió que un mal trato sobre los mercados, conocidos en la jerga diplomática climática como “Artículo 6”, sería “peor que ningún acuerdo”.