Por Natalia A. Ramos Miranda
SANTIAGO, 26 nov (Reuters) - Más de un mes de protestas dejaron al gris y tranquilo centro de Santiago con una cara distinta. Una plaza mudó de nombre, cientos de muros exhiben frases de rabia o esperanza y el comercio ambulante florece vendiendo máscaras y pañoletas para las protestas.
Con más de seis millones de habitantes, la capital chilena es reconocida como una ciudad estable, de bajos niveles de violencia comparada con otras ciudades de un continente agitado.
Pero estos días, el aire tibio y seco de la primavera austral está cargado de gases irritantes en muchas de las calles del centro. El comercio y las oficinas parecen fortalezas detrás de cortinas metálicas levantadas para protegerlas de piedrazos o incendios.
La red de metro, de las más modernas de América Latina, aún funciona a media máquina, con varias estaciones destruidas que costará tiempo y dinero reparar, con daños por unos 376 millones de dólares. De su lado, la Cámara de Comercio de Santiago cifró en unos 1.400 millones de dólares el impacto de incendios, saqueos, destrozos y caída en las ventas.
"La calle es nuestra", proclama un grafiti captado por un fotógrafo de Reuters. En las paredes se ven gritos de combate, exigencias políticas, mensajes contra la injusticia y la desigualdad, reclamos contra la "policía asesina", mensajes para el presidente Sebastián Piñera: "Renuncia, nadie te quiere".
Algunas iglesias fueron incendiadas y figuras religiosas sacadas a la calle en medio de barricadas, mientras en los muros quedaron grabados mensajes contra los "curas pedófilos y violadores". Imágenes del rostro de Camilo Catrillanca, joven mapuche que murió en una cuestionada acción policial el año pasado, se replican por toda la ciudad.
Frases y dibujos tienen sentido del humor, otros están cargados de dramatismo, como los que aluden a los dos centenares de manifestantes, sobre todo jóvenes, que quedaron con graves lesiones oculares o perdieron sus ojos por acción de las fuerzas de orden.
"Ahora es privilegio tener los dos ojos", acusa un grafiti.
En la céntrica Plaza Italia de Santiago, bautizada por los manifestantes como Plaza de la Dignidad por ser el centro de las masivas movilizaciones, el paisaje para algunos es desolador y sólo ven destrucción. Para otros es alentador, como símbolo de los cambios que deben hacerse en Chile.
"Yo prefiero mil veces este Chile rayado y despierto a un oasis pasivo y callado", dice a Reuters Miguel Delso, un arquitecto de 32 años, que junto a un grupo de colegas y estudiantes de arquitectura realiza una intervención sobre la Plaza Italia.
Con tinta verde, el colectivo "Por un Habitar Digno" pinta en el suelo rectángulos de distinto tamaño para graficar la notoria desigualdad de áreas verdes y de esparcimiento disponibles en zonas ricas o pobres de la capital.
"No entiendo que para pedir cosas justas y dignas haya que salir a destruir todo", dice en cambio Antonio Rivas, un ingeniero venezolano de 25 años que vive en Santiago, mientras toma fotos con su celular de las paredes rayadas.
Parte del pavimento de la plaza fue arrancado y al centro, el monumento a un prócer militar montado a caballo está intervenido con banderas, pañuelos y pintura. Lo mismo ha pasado con estatuas de otras figuras emblemáticas de la historia de Chile, que incluso han sido arrancadas.
Un poco más allá, vendedores ambulantes ofrecen pañoletas para cubrirse el rostro, banderas chilenas e indígenas, máscaras antigás, gafas protectoras de ojos y hasta hondas. Otros venden botellas de agua con atomizador y bicarbonato, antídoto para neutralizar el efecto de los gases.
Gran parte de los manifestantes que han salido a la calle son jóvenes. Dicen no tener miedo y nada que perder y están conectados con lo que ocurre en otras partes del mundo. En los muros han plasmado una sigla que hasta hace poco tiempo no significaba nada para los chilenos.
"ACAB", el acrónimo para la frase inglesa All Cops are Bastards (Todos los policías son unos bastardos), quedó pintado en muchos rincones de la ciudad. Hay otras palabras que sólo entienden los locales: "pacos", como se llama a los policías.
En uno de los barrios más turísticos del centro de Santiago, lleno de restaurantes, tiendas de diseño y terrazas, hay un mural. Es una reinterpretación del Guernica de Pablo Picasso con varias frases e imágenes que aluden al uso excesivo de gases lacrimógenos, a Piñera, a ojos heridos y estaciones de metro incendiadas.
Un poco más allá, algo que parece una promesa. O una advertencia: "Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio".
(Reporte de Natalia Ramos, Editado por Juana Casas)